Mesa de café

Hoy vas a entrar en mi pasado

Erdosain

Abel llega al bar, se acomoda en su silla de siempre y le pide a Quito que le sirva un café.

—Vengo de la Legislatura -informa-. Los peronistas se retiraron de la reunión cuando Fernández empezó a explicar el chiquero que hicieron con la privatización del Banco.

—No les habrá gustado lo que decía Fernández -acota José.

—No escucharon nada ni dijeron nada -contesta Abel- porque no tienen nada para decir y no tienen ganas de escuchar lo que ya saben. En estos temas los compañeros están con la cola sucia y no les queda otra alternativa que callarse la boca, mirar para otro lado o cambiar de conversación.

—Debo admitir -dice Marcial, que acaba de llegar- que esta vez los socialistas han estado inteligentes. Yo creo que la privatización del Banco había que hacerla, pero me da la impresión de que los compañeros no hicieron las cosas como correspondía.

—Entre esos compañeros se encuentra tu amigo Reutemann -puntualizo-. No te olvidés de que Obeid hizo lo que Reutemann le ordenó y que todo lo que sucedió en la década del noventa fue responsabilidad de Menem en la Argentina y de Reutemann en la provincia de Santa Fe.

—Lo del Banco pudo haber sido una desprolijidad -reconoce José-, pero eso ocurrió hace más de diez años, y yo lo que quisiera saber ahora es cómo están concesionado la autopista o por qué se ha paralizado la obra pública.

—Ocurrió hace más de diez años -responde Abel-, pero la jodita nos salió más de cuatro mil millones de pesos. Es mucha plata para una provincia que tiene marginales y problemas reales de salud y educación.

—No hablen de marginalidad -protesta Abel-, el otro día estuve en Rosario y los ranchos y las villas miserias se te vienen encima. Es una vergüenza que un gobierno que se dice socialista y que maneja la ciudad desde hace casi veinte años conviva con esa miseria y no se le mueva un pelo... o que lo único que se le ocurra hacer es el promocionado Palacio de la Música, una iniciativa linda pero innecesaria.

—Las chicanas son el recurso de los débiles -contesta Abel-. No deja de ser una paradoja que un conservador como vos esté sensibilizado por las villas miserias y ataque una iniciativa cultural como el Palacio de la Música. Cuando ustedes son gobierno no sólo no erradican ni un rancho, sino que tampoco promocionan emprendimientos culturales.

—Yo insisto en que hablar hoy de la privatización del Banco es una maniobra distractiva -insiste José.

—¿También es una maniobra distractiva lo que hicieron con Aguas? -pregunta Abel con una sonrisa.

—No menos distractiva que haber hecho la campaña electoral prometiendo “Buenos tiempos” y, después, lo único que hacen bien es escarbar en el pasado -replica José.

—Si yo estuviera limpio -digo- no me molestaría que se escarbase en el pasado.

—Si estuvieras limpio... -remarca Abel con tono insinuante.

—Ustedes al gobierno de Obeid no pueden atribuirle ninguna falta moral -puntualiza José.

—Moral, no -contesta Abel-; pero sí, política.

—Hemos dejado a la provincia con plata, con recursos y con las cuentas en orden. No sé si ustedes van a hacer lo mismo.

—Los números estaban en orden pero no tanto -señala Abel-. Había plata, pero no estaba disponible y, además, lo que no entiendo es cómo desde el peronismo se puede defender que hubiera plata que no se usaba en una provincia donde faltan escuelas y hospitales.

—No comparto -concluye José.