A la hora señalada

A la hora señalada

 

Cuanto más frío hace, cuanto más metido en el maldito medio del año estamos, cuando llueve, llovizna o cuando se nos ocurra, enfrentamos este dilema esencial: ¿me levanto o no me levanto? ¿Voy o no voy a laburar?

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

 

Todos pasamos alguna vez en la vida (y a mí me gusta dominar los temas sobre los que escribo, por lo que ensayé mucho esta cuestión...) por ese dilema acusante y acuciante: levantarse o no a la mañana.

Tenés los cancheros que pueden decidir muy sueltos de cuerpo “no ir mañana a trabajar y no pedirle a nadie excusas”, pero en general el resto de los mortales debemos dar explicaciones, por lo menos a uno mismo.

Hay gente corajuda o suicida que salta de la cama con el primer ring del despertador. No me cuenten en ese rubro. Soy de los que se van levantando, no de los que se levantan...

Los celulares, que tienen también la función de despertador, tienen, muchos de ellos, la canchera posibilidad del “sueñecito”: un sobredespertador cinco o diez o ¡veinte! minutos después del primer ignorado timbrazo.

Y cuentan además con la posibilidad de que no te despiertes con el sonido odioso y neutro del tradicional despertador, o el recontra odioso -cuchilladas y sonidos del tipo “Psicosis”- pipipip de los electrónicos. También podés despertaste con la radio reloj en un programa determinado que sutilmente, día a día, se irá convirtiendo en tu enemigo. Y con los celulares, podés elegir un ring (y la asociación con el boxeo es inmediata: vos querés pegarle a alguien) tone a tu medida o tu gusto y lo vas odiando progresivamente. Otros, ilusos, ponen un tema musical de su intérprete favorito, con la idea de que una música amable sirva de transición entre el calor de las sábanas y el frío exterior. En breve, no podrán escuchar nunca más a ese cretino que te invita con voz melosa a que te levantes de una vez y dejes de dar vueltas.

Con la manipulación del reloj o del mecanismo tecnológico que lo supla, se abre un período de (in)feliz elucubración que aumentará las desdichas por dos motivos, por lo menos:

1) Porque no iremos a trabajar o lo haremos tarde, culposamente y mal.

2) No vamos a dormir más un soto (me prohibieron que escriba a cada rato carajo, carajo) por culpa del montón de despertadores internos que nos hacen estar sí, bajo las frazadas, pero desvelados para siempre.

Es que en un segundo (dicen que ante la muerte desfilan ante uno con igual lucidez toda muestra vida) somos expertos analizadores de todas las variables posibles respecto de nuestro faltazo, los pros y los contras de esa decisión, sus consecuencias, sus derivaciones, sus variantes.

Allí discutimos con nosotros mismos y pensamos del mismo que lo haría un asesino que quiere evitar una condena. Ya cometiste el delito (no voy nada a trabajar), así que empezás a trabajar de lleno en la coartada.

Debés detectar algún malestar consistente, comunicarlo en el trabajo con voz de ultratumba, pensar cuál médico -amigo o no- es capaz de certificar que tenés escorbuto o monotributo o lo que dijiste que tenías, luego tenés un estado insoportable de alerta ante la posibilidad de que venga un médico enviado de la empresa (y sopesás la idea de quedarte todo el día clavado allí ante la hipotética visita) y también maquinás que debés ir al día siguiente con un certificado (y por ende tenés que certificar, estampillar y otros ar que nos piden en nuestra ar: Argentina, ART, artículo tanto, artimaña, artista, artilugio y punto con, punto ar) y después te despertás nuevamente si es que te dormiste para apagar el celular que suena.

Y luego te levantás para desconectar el teléfono general porque te llaman para venderte un seguro o un plan de teléfonos o internet o algo y luego tocan el timbre para otro algo y al final te pasaste la mañana yendo y viniendo desde tu conciencia a tus ganas, desde la cama al living, desde el accionar delictivo a la responsabilidad. Te queda una sensación de agobio y un cansancio mental y físico que descubrís, tardíamente, que te convenía ir nomás al laburo. Y corto acá y sigo dentro de cinco minutos, cinco minutitos más, porfi.