Una enfermedad negada

A Alcohólicos Anónimos llega gente después de consumir durante décadas

Quienes están en recuperación aseguran que es necesario “tocar fondo” para pedir ayuda. Hasta ese momento, niegan la enfermedad y tratan de disimularla. La vergüenza es la principal traba para encarar un tratamiento.

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Un vaso que es un pozo sin fondo. Cuando la gente asume el problema y pide ayuda, su vida cambia completamente. En muchos casos logran recomponer sus vínculos familiares, que venían muy “maltratados” por las décadas de adicción.

 

Agustina Mai

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La experiencia se repite en cada uno de los grupos de Alcohólicos Anónimos. En general, los integrantes son personas mayores, a pesar de que esta adicción golpea también a menores de edad. Amistad es uno de los grupos de Alcohólicos Anónimos (AA) de Santa Fe que, desde hace 26 años, reúne a quienes quieren recuperarse. “Acá llega gente después de 30 ó 40 años de estar habituados al alcohol”, dice Marta, una de las diez asistentes “regulares” del grupo.

¿Por qué tardan tanto en pedir ayuda? “Porque es necesario tocar fondo”, asegura César, miembro de Serenidad, otro grupo de AA de la ciudad.

Para el director provincial de Prevención de Adicciones, Luis Candioti, el contacto con AA aparece como “último recurso”, ya que llegan “después de haber recorrido un camino muy largo”, que puede implicar varias décadas dependiendo de la bebida.

Candioti explica que esta demora responde a la censura moral y social que recae sobre estas personas. “Han tenido conductas vergonzantes, ridículas, violentas... Se autodiscriminan y buscan disimularlo. Hacer un tratamiento pone en evidencia la adicción”. Y eso es justamente lo que tratan de evitar, ya que la definen como “la enfermedad de la vergüenza”.

También entra en juego el hecho de que “la adicción no es vista como tal. Uno piensa que puede dominar la bebida, que toma porque quiere y cuando quiere. Pero llega un momento en que las cosas se te van de las manos”, cuenta César.

Sin adolescentes

“Si bien ha descendido la edad de inicio en el alcohol, los adolescentes no vienen”, señala Patricio, del grupo Luján, de Santo Tomé. Esto es así porque las personas llegan a AA después de décadas de consumir alcohol, no cuando recién se inician.

Lo mismo pasa en los otros grupos. Los pocos jóvenes que se han acercado fueron sólo una o dos veces, “empujados por sus amigos. En estos casos, el cuadro es más complejo porque llegan “cruzados”, es decir que, además de alcohólicos, son drogadictos.

La mayoría recurre a AA después de haber intentado otros caminos, como la desintoxicación y el tratamiento con medicamentos.

De todas formas, el especialista asegura que, aun los alcohólicos que acuden al sistema de salud, “siempre se demoran en pedir ayuda”. Son excepcionales los casos en los que una persona de 30 y pico de años (que ya puede acarrear con 20 años de consumo) se dé cuenta de su enfermedad. Por lo general, el click se hace después de los 40, 50 ó 60 años, cuando la persona ya pasó las tres cuartas partes de su vida consumiendo alcohol.

Por eso la recomendación es “no dudar en intervenir cuando las conductas de los que nos rodean se vuelven peligrosas”.

En este sentido, advirtió que, “aunque sean episodios esporádicos, es necesario entender el peligro que significa el abuso del alcohol”.

La enfermedad de la vergüenza

César tiene 46 años y acarrea más de 30 años de consumo de alcohol, “la enfermedad de la vergüenza”, como la define. “Tomaba porque me gustaba, pero después la enfermedad me atrapó. Se me escapó de las manos... yo quería tomar un poquito, pero no podía”, cuenta este padre de familia.

Su mujer y sus hijas fueron las más afectadas. “Se degrada toda la familia”, dice con la angustia que le dejó un mal recuerdo. Ellas lo quisieron internar “20 mil veces”, pero recién se decidió cuando tocó fondo. “No es el mismo fondo para todos. A mí me pasó que ya no daba más, pesaba 40 kilos, estaba seco...”.

Fue así como decidió internarse para desintoxicarse y el médico que lo atendió le sugirió asistir a Alcohólicos Anónimos. Ahí César pudo retomar su vida. “Mi mujer dice que está conociendo a otro hombre, porque desde que empecé soy otra persona”, concluye.

“Mantuve mi sobriedad contra viento y marea”

Marta empezó a tomar alcohol a los 18 años y recién acudió a Alcohólicos Anónimos 30 años más tarde. Hoy lleva 13 años de recuperación, aunque reconoce que todavía le quedan “muchas cosas iguales a cuando chupaba, esos arranques, esos enojos”.

Su marido era alcohólico y, sin darse cuenta, ella también se enfermó. “Empecé tomando los fines de semana. El sábado ya me proveía de una damajuana para mí sola y me la terminaba antes del lunes”, se acuerda.

Su tercer embarazo no fue excusa para dejar de tomar. “No respetaba nada: consumí alcohol durante los 9 meses”, asegura.

Con sus hijas ya adolescentes, fue citada a una reunión en la escuela. “Fui bajo los efectos del alcohol y la psicopedagoga se dio cuenta. Ella me recomendó ir a Alcohólicos Anónimos. Eso me hizo un clic, porque me dio vergüenza. A los dos días fui y desde ahí nunca dejé de ir”, cuenta Marta.

“Cuando uno empieza en el grupo comienza a controlar y a confiar en que puede hacer las cosas sin alcohol”, sostiene. Para ella AA es como su “segunda familia” y desde que inició el tratamiento tuvo que pasar pruebas muy difíciles: “Mi marido se suicidó y no tomé. En el 2003 me sacaron del techo de mi casa con mis hijas; perdí todo con la inundación y no tomé. Mantuve mi sobriedad contra viento y marea”, concluye esta mujer que asegura que volvió a nacer.

Reuniones

El grupo Amistad se reúne lunes, martes, jueves y viernes, de 19.30 a 21.30 en la parroquia La Merced (Av. Freyre y Moreno, planta alta). También se puede consultar al 154-460480.

El grupo Serenidad se reúne martes, jueves y sábados en el ex Hospital Italiano (Zavalla 3351), de 19 a 20.30. Se puede llamar al 155-121419. La atención es gratuita.