La consagración de la primavera
La consagración de la primavera
Por Elena de Orellana
El Sol, prendiendo luces
en las paredes.
El Tiempo, siempre estirándose,
hasta por los abanicos verdes de las ramas.
Y así, en el blanco de su silencio,
ya está hecha hoy,
la primera florcita de durazno.
Una vez más
otro poco de mí,
ritualmente se lo lleva
esta señal rosada de la primavera.
Se repite así un sentimiento,
como si aquel espléndido abanico de abuela
se desplegara dentro de mí
para sentir que debo usar el corazón,
hasta gastarlo todo.
Todo.
Fotos de Miguel Grattier
Una poesía puede ser un truco para niños
La mente casi ausente.
Es porque las palabras se largan en carrera
bajando por la birome
embotelladas como tráfico
de ciudad caótica.
Pero al ir saliendo,
se abren como ramo de flores
de un truco para niños.
Ciudad donde la primavera no alcanza
Ciudad donde la primavera no alcanza
para tantas ilusiones.
Los camiones los colectivos
suben por el cuerpo
pisoteándolo de ruidos.
Sólo en las plazas se respira.
Hasta la Muerte
puede descansar un rato sobre la hierba.
Un hijo,
aún quieto y remoto en mi vientre.
Un pájaro,
resbalando por el aire
como un suave esquí,
en perfecta soledad.
Ciudad alta hasta tapar la Luna;
alta hasta ocultar mi corazón
de sangre y árbol quemado.
Y el Sol,
desnudo se baña en la fuente.