En Rusia

Oro sobre la ciénaga (II)

Oro sobre la ciénaga (II)

Subtes: además de lujosos, cuidados y a horario. Lo utilizan 2 millones de pasajeros por día.

Cayó la cortina de hierro, pero parece haber quedado una red. Es la primera impresión apenas pasados unos días en San Petersburgo. Hay algún rastro de prácticas o modas occidentalizadas, pero no estamos en la Europa clásica.

 

Alejandrina Argüelles

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Fotos: Nahuel Caputto

Suele decirse que Rusia es un pueblo de contrastes fuertes y autoritarismos acordes. Como sus distancias, como sus dimensiones, como su clima, como su historia, parece destinada a los extremos. Y San Petersburgo, la ciudad de Pedro y de los zares y de la victoria comunista, la capital por mucho tiempo, parece haber concentrado esas características.

Allí las revueltas, los asesinatos fueron moneda corriente. Justo antes de llegar a Rusia tuve oportunidad de leer parte de un trabajo de Pomper sobre el hermano mayor de Lenin, Alexandr, ahorcado por participar de un intento de asesinar al zar de igual nombre, cuyo padre, a su vez, había caído asesinado el mismo día pero seis años antes. Ni qué recordar que Lenin años más tarde, ordenó la matanza del siguiente zar y su familia.

Esto es apenas una muestra de la convulsión motivada por la pobreza y la explotación pero también por las disputas de poder, ya que entre la nobleza el asesinato era una forma usual de suprimir inconvenientes aunque costara trabajo, como en el caso de Rasputín.

Escenario

La ciudad fue escenario de eso y mucho más. En plena Primera Guerra Mundial, vio llegar a Vladimir Ulianov -Lenin- para encabezar la revolución que en octubre de 1917 desembocó en lo que ya sabemos.

No fue todo: padeció un terrible asedio nazi de casi tres años (tan terrible que se habló de antropofagia) que diezmó gran parte de su población. Y siempre con ese halo de tragedia, pero también de amor a su ciudad, camuflaron los edificios, enterraron estatuas, hundieron el Aurora, y estaban prontos a hacer volar la ciudad con los que quedaban, si hubiere sido necesario. Al irse, los invasores vaciaron e incendiaron palacios con su característica brutalidad, pero los entendidos guardaron pacientemente hasta los pequeños restos que sirvieron para la reconstrucción.

Los comunistas la destronaron de su sitial al llevar la capital a Moscú, le cambiaron el nombre por el de Leningrado, y quedó en un semiabandono, con edificios destruidos por bombardeos, otros desmantelados o usados para depósito u oficinas de la burocracia soviética, por lo demás afecta a nuevas construcciones sin ningún tipo de gracia. Hasta la caída del régimen en que renació como el Ave Fénix.

Una red en vez de cortina

Cayó la cortina de hierro, pero parece haber quedado una red. Esta es la primera impresión que nos formamos apenas pasados unos días en SP. Hay algún rastro de prácticas o modas occidentalizadas, pero no estamos en la Europa clásica.

Se nota un fuerte, fortísimo arraigo de sus costumbres, pero no como resistencia pasiva a Occidente, sino resultado de una forma de ser de hondas raíces, y de una cotidianeidad que no ha necesitado ni necesita de las prácticas occidentales. Y es dable sospechar que hay algún resabio de los esquemas comunistas después de 70 años.

Se habla casi solamente ruso. Ni inglés, ni alemán, ni español, ni francés. En los grandes hoteles y desde luego en los grupos con guías, corre el esperanto moderno, o sea el inglés, que balbucea algún joven que otro. Pero nada más. Escriben con el alfabeto cirílico, aunque entienden perfectamente el nuestro, que aparece en las vidrieras de las grandes marcas americanas y europeas, a lo largo de la avenida Nevsky, la arteria principal.

¿Tenaza o pala?

Tampoco parecen muy afectos a las señales urbanas ni a los nombres de las calles, con lo cual el viajero que quiere andar y conocer por su cuenta (tal nuestro caso) está en problemas. O en el mejor de los casos tienen sus señales y códigos que no son los de uso común entre nos. Una muestra de color: en un restaurante los baños tenían por toda indicación sendas imágenes: una tenaza y el otro una pala de jardín.

Todo esto no significa de ningún modo algo parecido a la hostilidad; por el contrario al vernos mapa en mano (que solamente se consigue en cirílico, incluso en Internet) o con cara de duda, se acercan a explicar con señas, mucha buena voluntad, pero en ruso.

En la estación de trenes que van al exterior, por ejemplo (obviamente sin carteles ni señales), una luz de esperanza nos sobrevino de la ventanilla que decía foreings (extranjeros), mas el empleado hablaba sólo en su idioma, con lo cual entendió mal, nos vendió un pasaje indescifrable para nosotros y cuando fuimos a abordar el tren apareció el problema y casi quedamos varados.

Hay seguridad en las calles (algo para disfrutar) no obstante advierten al viajero que existe ese nivel de avivados, como los taxistas o algunos inspectores coimeros. Nada nuevo para nosotros. Hay orden, limpieza en las calles, los parques; no hay ruidos ni bocinazos.

Especialmente para los rusos

El Hermitage, el museo posiblemente más grande del mundo, tiene la mayor parte de sus explicaciones en cirílico solamente. Y casi no hay audios en otros idiomas. Pero por suerte los objetos hablan por sí solos.

Tal vez esto se deba también a que no hay mucho turismo extranjero, pese a que los folletos consignan 3 millones anuales de visitantes. Es que el gran flujo turístico según pude ver, está formado por los mismos rusos que llenan los museos en multitud, lo cual es gratificante. Esto sucede sobre todo en primavera-verano, época de mucha luz y buena temperatura, algo que realmente ansían y que llega a su cúspide con las famosas “noches blancas”.

Me pareció notable la religiosidad, porque transcurrieron 70 años de comunismo que no fue meramente laico, sino que puso especial empeño en destruir toda religiosidad. Hay iglesias convertidas en museos y otras que permiten visitas y también se ofician liturgias. La mayoría es del culto Católico Ortodoxo, donde la grandiosidad, la suntuosidad de las vestimentas, la arquitectura y la decoración es acorde con los ritos: varios sacerdotes, incienso, coros. La gente, rusos locales y llegados de todo el país, de pie (no hay bancos) con unción, jóvenes, hombres, mujeres con la cabeza cubierta con mantillas, orando, besando el suelo, encendiendo velas.

Todos hicimos la historia

Conviven en la urbe hitos de lo peor y lo mejor de su convulsionada historia. Me llamó la atención ya que entre nosotros eso no es frecuente. Hemos destruido sistemáticamente todo lo que nos ha caído en desgracia de diversos momentos históricos (desde los documentos aborígenes hasta libros, monumentos, en fin. Hagamos ejercicio de memoria). Me dirán que en otros países también ocurre, pero aquí es más notable dados los extremos ideológicos por los que pasaron. Veamos algunos contrastes:

No pocos llaman aún a la ciudad Leningrado; pero en 1998 en la iglesia de la Fortaleza fueron enterrados Nicolas II y su familia, todos fusilados en 1918; el funeral fue multitudinario con repique de campanas.

Están los Romanov en sus tumbas de mármol blanco, siempre con flores frescas, y está el acorazado Aurora, desde donde apuntaron al palacio en octubre del ‘17, iniciando así la revolución comunista.

Está la estatua de Pedro el Grande y la casa que ocupó Lenin, las placas que recuerdan a su hermano ejecutado y las que memoran los miles de muertos por el sitio de los 900 días; el museo donde se muestran las actividades de la policía política de los zares y las de los bolcheviques.

Está el Club 1º de Mayo, en el que se exigió la toma del poder por los soviets, y las estatuas de zares y zarinas. La explicación del triste destino de algunas joyas arquitectónicas y las placas que recuerdan que los subterráneos fueron construidos en 1955, con su escudo comunista.

Hacia el centro de la tierra

Las estaciones del metro merecen un párrafo especial: sumamente profundas fueron pensadas con un doble propósito: el evidente y el de refugio ya que se hicieron en plena guerra fría. Es el subte más profundo del mundo: descender por la escalera mecánica son cien metros que semejan un viaje al centro de la Tierra.

Son increíblemente lujosas: paredes de mármoles diferentes, esculturas, arañas de bronce con tulipas de cristal. Diseñadas como “palacios para el pueblo”, éste realmente parece reconocerlo así y respetarlo ya que por allí transitan unos 2 millones de personas por día y nada falta, no hay grafittis, todo está limpio y en orden.

La ciudad está cuidada y no sólo por ser patrimonio de la humanidad: las normas de construcción nacieron casi con ella misma, y los grandes daños de todos los conflictos e incendios han sido subsanados, sin perder la memoria. Se nota que el ciudadano está orgulloso de su urbe, y la ama. Tal vez por eso pudieron hacerla renacer tantas veces.

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Aurora: el acorazado que apuntó sus cañones al palacio en octubre de 1917. Dicen que lo hundieron para protegerlo.

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Trono: sentados aquí, zares y zarinas eran todopoderosos. Hoy es sólo un sillón vacío, pero hace pensar.

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No todo lo que brilla es oro, pero en sí lo es en la cúpula de San Isaac.

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En cirílico. Si no fuera por la M amarilla...

La cruz, la hoz y el martillo

Los espléndidos templos fueron destinados por los comunistas para diversos usos, luego de despojarlos de todo lo que tuviera algún valor.

• Catedral de San Isaac

la más suntuosa y la tercera en tamaño en el mundo (caben 14.000 personas). Columnas de malaquita y lapislázuli en el retablo, 43 mármoles y piedras de distintos orígenes y la cúpula recubierta con cien kilogramos de oro. Hoy es museo. Sus cimientos están basados en 24.000 troncos clavados a la tierra. Se confiscaron 48 kg de oro, 2.200 de plata y 790 piedras preciosas. Se cerró al culto y se destinó a depósito, para reabrirse como museo antirreligioso en 1937.

• Iglesia de la Virgen de Kazán: dedicada a la mayor devoción mariana de Rusia, despliega una columnata que recuerda la del Vaticano. Se cerró al culto y se dedicó a museo de la religión y el ateísmo.

• Iglesia Luterana:

en 1936 se cerró al culto, se destruyeron o requisaron los objetos. La usaron como depósito de hortalizas y a mediados de los 50 como pileta de natación. Hoy se ofician cultos.

• Iglesia de la Sangre Derramada: se erigió en el lugar donde el grupo Voluntad del Pueblo asesinó al zar Alejandro II, y en el 30 se usó para una exposición en homenaje a ese grupo. Sus escenas en mosaicos únicos tienen 12.000 matices diferentes.

• Ntra. Sra. de Vladimir

fue cerrada en el 1932 y perdió todo su interior ricamente decorado ya que el gobierno soviético estableció allí una fábrica de máquinas.

• El conjunto del Hermitage siguió usándose como museo abierto al pueblo, ya que en la época zarista era exclusivo para la nobleza, de ahí su nombre que significa “ermita, lugar reservado”. El Palacio de Catalina fue destruido por los nazis tras el sitio de Leningrado, lo incendiaron y robaron. Fue usado como barracones y para prácticas de tiro.