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Julian Assange, el justiciero

 

Michael Donhauser - DPA

Se nota que Julian Assange disfrutaba con el revuelo a su alrededor desde el podio al que se subió el sábado en el hotel londinense Park Plaza.

El australiano de 39 años era el centro de atención para centenares de periodistas, micrófonos, cámaras fotográficos y de televisión. Con su aparición pública, Assange ponía en marcha un ataque cuidadosamente planeado contra nada menos que Estados Unidos.

A la opinión pública mundial le acababa de refregar en la cara el contenido de casi 400.000 documentos militares de la Guerra de Irak, en gran parte secretos y extremadamente explosivos. Hablan de ejecuciones y torturas, baños de sangre e indiferencia organizada. Es el mayor hueco jamás hecho al muro de silencio del Pentágono.

La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, el secretario general de la alianza militar transatlántico Otan, Anders Fogh Rasmussen, y el ministro de Defensa británico, Liam Fox, debieron reaccionar en persona. Assange provocó algo.

Él quiere convertirse en algo así como el justiciero de la época de Internet. Se siente como un luchador por la libertad que combate contra las “modernas guerras occidentales”. “Aquí se trata de la verdad”, señaló desde Londres. Agrega que en la guerra ella es la primera víctima, ya en los preparativos.

Según él, las democracias occidentales deben mentir si quieren realizar la guerra. La conclusión es que si se evita que mientan, no pueden realizar la guerra. Ya en julio la “tropa” de Assange logró dar un golpe con documentos secretos sobre la guerra de Afganistán.

Assange se considera un perseguido. En Suecia, donde quiso instalarse debido a la gran libertad de expresión allí existente, el gobierno le negó el permiso de residencia, sin explicación. La justicia de ese país lo investiga ahora por acusaciones de violación. Para él son simples intentos para acallarlo. Asegura que sabe por el servicio secreto australiano que existen intenciones en su contra en ese sentido.

Assange quiere ampliar su red con medios y organizaciones defensoras de los derechos humanos. Wikileaks trabaja a nivel mundial junto a activistas humanitarios y periodistas de investigación, con políticos y abogados.

Sin embargo, Wikileaks comienza a mostrar grietas. El “número dos” de la plataforma, el alemán Daniel Schmitt, arrojó la toalla. Acusó a Assange de tener prioridades equivocadas, fantasías de omnipotencia y de negarse a escuchar consejos. Una de las mujeres que acusa de Assange de violación dijo: “Es incapaz de aceptar un “no’ por respuesta”.