Llegan cartas

Tachero gaucho

 

María Rosa Chiaraviglio.

DNI. 5.485.988.

Señores directores: El lunes 4 de octubre ppdo. me sucedió algo que es muy común: tomé un taxi y luego de pagar el viaje guardé (eso creí) la billetera dentro de la cartera. Pero, la billetera en lugar de quedar adentro de la cartera se deslizó por un costado y quedó en el piso del taxi. El pasajero que subió después de mí —previo robar el dinero que tenía adentro, que no era mucho— se la entregó al chofer quien se ocupó de localizarme y me la devolvió.

Este hermoso ser humano, ciudadano y trabajador responsable y solidario se llama Delfo Anaya, trabaja en Radio Taxi Santa Fe y vive en el barrio Barranquitas; él actuó como cualquier “bien nacido” lo haría; pero quiero resaltarlo porque se lo merece y porque demuestra que “no todo está perdido”.

Esto que relato no es demasiado diferente de lo que le pasa a mucha gente en algún momento. Lo que me llama la atención —si bien no me sorprende— es que conductas como la de este Señor (así, con mayúsculas) tenga que ser resaltada como heroica y extraordinaria cuando debería ser normal, habitual y permanente, porque como dice él mismo “lo que no es mío, no es mío y hay que devolvérselo al dueño”; mirá qué sencillo. Pero, claro, lo sencillo no es una “piolada”, ni una “viveza criolla”, ni ninguna de todas esas “agachadas” que algunos esgrimen para justificar conductas canallescas; ¡qué lástima, ¿no?! En fin, de todos modos intentemos hacer del mundo un lugar más habitable. “¡Aguanten todos los Delfo Anaya!” que, seguramente todavía andan por ahí ayudándonos a creer que un mundo mejor es posible. Gracias.

Levantaron las copas

 

Dolly Campana.

L.C. 1.049.195.

Levantaron las copas, / por nosotros brindaron, / deseándonos eterno amor.// Todo era distinto, / momento nunca soñado.// Nuestro secreto, / por suerte, por todos aceptado, / nos trasladó, / a varios años atrás, / cuando nos conocimos, / soy gay me dijiste, / sorprendido te miré, / sentí que te amaba / y ya nada, / me importaba.