A estrecharse las manos

El ex presidente encarnó una manera de ejercer el poder que quedará en la historia. Su ausencia súbita plantea al país un enorme desafío.

Federico Aguer

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“Vengo a despedir a un amigo”, dijo Ricardo Balbín cuando murió Perón. El gesto denotó caballerosidad, altura y respeto, tres condiciones que no abundan en la política de hoy. Las manifestaciones de adhesión se expresaron en Buenos Aires y muchas ciudades del interior. Algunos, con lágrimas en los ojos.

Como la mayoría de las muertes, nos tomó por sorpresa, sobre todo porque estaba en la cima del poder.

En el arco opositor, abundaron las palabras de elogio a su vocación política, pero dentro de un marco de diferencias irreconciliables con su modo de entender la acción política.

Quienes lo recuerdan con afecto, valorarán que logró encaminar la economía nacional luego del abismo de 2001, que enfatizó la lucha por los derechos humanos y que oficializó un progresismo inédito en la legislación nacional. Quienes se opusieron a su gestión, criticarán su enriquecimiento personal, las cuentas de Santa Cruz y el encono visceral con sus rivales de turno, entre los cuales, el campo terminó siendo tal vez, uno de los pocos que le torció la muñeca. Que como todos los presidentes argentinos, quiso perpetrarse indefinidamente en la cima del poder. Sin embargo, supo reinventarse, haciendo de la derrota un triunfo, sorprendiendo a todos con esa capacidad de redoblar la apuesta. A todo o nada.

Su obsesión por el tratamiento de la noticia que daban los medios de comunicación lo llevó a impulsar una nueva ley de radiodifusión, y terminó peleando una batalla diaria contra el multimedios Clarín, a quien consideró su enemigo más íntimo.

Dijo encabezar un movimiento nacional y popular, aunque destacó a diario que los enemigos estaban fronteras adentro. Con un estilo irónico, criticó sin piedad a quienes creía eran los dueños del establishment de la economía. Ganó adeptos en la cultura, el deporte, la ciencia y los medios, y dejó una huella muy clara en la gestión y en la creciente construcción de poder: Su pensamiento binario te colocaba de su lado o en su contra. Y en eso de no tener medias tintas, acaparó voluntades y atacó duramente a los rivales. El campo aprendió la lección, teniendo que cerrar filas y conformando una inédita Comisión de Enlace Entidades Agropecuarias que le dijo que no. La misma Intentó explicarle que la mesa de los argentinos no se defendía aumentando las retenciones a los productores, sino forjando una política productiva a largo plazo, pero ya era tarde. Es difícil estrecharse las manos después de haberse mostrado los dientes.