De domingo a domingo

“A rey muerto, rey puesto”

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La familia pidió que la ceremonia se hiciese a cajón cerrado, sin que se viera el cuerpo del muerto, que naturalmente hubiese llevado los ojos de la multitud hacia otro lado, cuando importaba crear la sensación de capítulo terminado alrededor de Néstor Kirchner. Foto: DyN

Hugo E. Grimaldi

(DyN)

La muerte iguala y permite extender sobre los hombres por un cierto tiempo un grado de piedad que se funde en el respeto, aún entre aquellos que en el transcurrir de la vida reflejaban sentimientos encontrados con quien ya no está. Eso no es hipocresía, se llama decoro. En el caso de la muerte de los hombres públicos de fuerte vigor político, como lo ha sido Néstor Kirchner, las pasiones afloran casi de inmediato, sobre todo si quien ya no está hizo de la división tajante una concepción de vida.

Precisamente, esa cesura que corta la sociedad es lo que ya le está poniendo a la valoración de su recuerdo tintes demasiado opuestos que, en medio de una situación traumática que no lleva ni una semana, entorpece el análisis sobre su figura porque además la preocupación de todos se ha trasladado en lo inmediato al futuro de Cristina Fernández.

Para que las cosas se den de esta manera, al frío estilo del refrán español “a rey muerto, rey puesto”, han colaborado, justo es decirlo, las decisiones que se tomaron en el entorno familiar para correr al fallecido del centro de la escena y para dejarle plena la vidriera a su viuda, la presidenta de la Nación. El golpe humano y político que recibió Cristina con la muerte de su marido ha sido inconmensurable. Para disimularlo hacia afuera, ya que la debilidad no es patrimonio reconocido por los Kirchner, los reflejos mediáticos de quienes piensan la vida sólo como manifestación de la política impusieron primero que el velatorio se hiciera en la Casa Rosada, lugar de la individualidad presidencial, por encima del Congreso, espacio natural de la representación democrática y además territorio de Julio Cobos, vituperado hasta el cansancio por el kirchnerismo más acérrimo, como si el vicepresidente hubiese sido el culpable del desenlace.

Pero además, la familia pidió que la ceremonia se hiciese a cajón cerrado, sin que se viera el cuerpo del muerto, que naturalmente hubiese llevado los ojos de la multitud hacia otro lado. Ya el gobierno se había preocupado especialmente por evitar que haya imágenes del féretro llegando a Buenos Aires. Así se lo hizo saber una fuente de la Fuerza Aérea, que sugirió no sacar fotos en el Aeroparque.

Capítulo cerrado

La idea fue generar una sensación de capítulo terminado alrededor de Néstor Kirchner y de imponer mediáticamente que ahora se abre otra etapa con la conducción central de la presidenta, un período de un año que la prensa internacional llamó de “incertidumbre”.

Sin embargo, para desactivar también la sensación de “pato rengo” acercándose al fin de su mandato, algunos K han arriesgado que la presencia de Cristina en el sillón de los presidentes podría extenderse por cuatro años más.

Ahora, si realmente se forma un gabinete ejecutivo para construir la política, habrá que ver en primer término si el mismo es de consejos o de decisiones. En cualquier caso, el tejido será muy arduo por la cantidad de frentes que se deberán abordar en materia de gobierno y de relación con el Congreso, los jueces, el resto del mundo y la prensa, a lo que se sumará el futuro de la presidenta dentro del Partido Justicialista, donde habrá que evaluar un lugar para Daniel Scioli y la relación con el Peronismo Federal y el sindicalismo, personalizado en Hugo Moyano.

En esa conformación, a Zannini se sumarán seguramente Julio De Vido, Aníbal Fernández, Florencio Randazzo, Juan Carlos Mazzón, el senador santacruceño Nicolás Fernández y el diputado Carlos Kunkel, quizás Julio Alak, Timerman y no muchos más.

¿Quién manejará la caja de premios y castigos?

La referencia tiene que ver con que muchos de los jóvenes que alentaban a Cristina eran de la corriente Cámpora que fundó y lidera Máximo Kirchner, probablemente desde ahora un nuevo referente de peso en el entorno presidencial ante la ausencia del viejo león.

¿Quién manejará desde ahora la discrecionalidad de la caja de premios y de castigos como hacía su padre para disciplinar a gobernadores y organizaciones sociales? es otra pregunta bien central que aún no tiene respuesta, aunque como marido y mujer compartían la desconfianza, un hijo podría resultar ideal. Es probable también que la presidenta deba reforzar el flanco de la economía con equipos, ya que Amado Boudou servía como fiel ejecutor de las directivas del propio Kirchner, quien alguna vez dijo que quizás se había equivocado en la carrera y que lo económico le tiraba más, pero carecía de juego propio.

Sin Néstor cuidando la caja o imaginando manotazos para engordarla, probablemente debería aparecer un técnico más imaginativo que el actual ministro que ancle los aspectos económicos del “modelo” hasta diciembre del año que viene, a partir de un mundo que juega cada vez más a favor, con precios internacionales altísimos que aseguran una recaudación creciente, términos de intercambio altamente favorables, con Brasil rebosante y tasas de interés mínimas.

El tenebroso plan social de la dádiva

¿Qué es el “modelo” que reivindica al gobierno y que Cristina seguramente seguirá cultivando a ultranza? Para el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, Lino Barañao, se basa “en una mayor distribución de la riqueza; en la búsqueda permanente de la equidad; en la reparación histórica de la identidad y el respeto por los derechos humanos; en el fortalecimiento de la producción científico tecnológica nacional y en su articulación el sector productivo”. En tanto, para el economista Jorge Todesca, enrolado con el Peronismo Federal, el esquema viene del modelo productivo de Eduardo Duhalde e incluye “el funcionamiento de la economía con alto crecimiento, basado en la industria y el agro como generadores de empleo, al que se le agregó una intervención del Estado no siempre feliz y la aparición de la inflación y que ha perdido el tipo de cambio competitivo y el superávit fiscal”.

Más desde lo práctico, un esquema populista de este tipo, que se percibe como un gran andamiaje de construcción de poder bastante pobre en cuanto a conceptos y con un anclaje muy discrecional que apunta más al cliente-votante que al ciudadano, se basa en que el Estado sea el gran concentrador de las dádivas y subsidios hacia millones de personas, en función de planes sociales, empleo público y jubilaciones para todos, privilegiando el consumo inflacionario como placebo antes que la inversión.

Quienes compran el “modelo” suponen que el Estado está haciendo un acto de justicia otorgando lo que cada uno no se puede ganar por sí mismo, pero lo tenebroso del plan es que ese mismo Estado impide la creación de empleo genuino anulando las ganas de los privados por invertir.

En otros países del mundo, ya sea los que han definido sus preferencias hacia las leyes del mercado u otros hacia la supervisión del Estado, este tipo de medidas no tienen cabida por retrógradas que, aunque dicen basarse en una mejor distribución del ingreso, no son para nada progresistas y destilan una innegable raigambre conservadora de manipulación de voluntades. Lo que ocurre con los opositores, quienes tenían como cómodo puching ball a Kirchner, es que ahora deberán empezar a trabajar para diferenciarse y para mostrarle a los votantes que otro entramado social basado en el progreso es posible. Hasta ahora eso no sucedía porque había miedo o no había convicciones ni valores. Como decía el General, en el fondo “todos son peronistas”.

Quienes compran el “modelo” suponen que el Estado está haciendo un acto de justicia, otorgando lo que cada uno no se puede ganar por sí mismo, pero lo tenebroso del plan es que ese mismo Estado impide la creación de empleo genuino anulando las ganas de los privados por invertir.

Un esquema populista de este tipo se percibe como un gran andamiaje de construcción de poder bastante pobre en conceptos y con un anclaje muy discrecional que apunta más al cliente-votante que al ciudadano, con un Estado concentrador de dádivas y subsidios.