Llegan cartas

Cada vez menos en Educación

Prof. Ariel Giacardi.

DNI. 20.465.937.

Señores directores: Es éste un tópico que amerita bastante más espacio que el que ofrece generosamente el diario, y con seguridad una opinión más autorizada que la mía. No obstante ello, como docente en ejercicio me permito reflexionar acerca de la subrepticia consolidación de cierta alumnocracia que de un tiempo a esta parte viene distorsionando de manera patética la fisonomía del sistema educativo, una fisonomía legitimada por más de cien años de historia y por los mínimos dictados del sentido común.

Días atrás y por primera vez en casi 22 años de docencia, debí explicar a grupos de estudiantes de tercer y de cuarto año que la elección de la metodología de evaluación y calificación es prerrogativa del docente, que la escala de acreditación y promoción establecida por las autoridades educativas es meramente convencional y que sólo aspira a la cohesión de criterios en tal sentido.

Les expliqué, pues, que el hecho de que aprobasen las asignaturas con 6 y no con 7 (como hasta el año 2008) no significaba -ni podría hacerlo por respeto a la libertad de cátedra- que el nivel de exigencia en los procesos de aprendizaje disminuyese en un 10 %, sino que el porcentaje necesario para aprobar simplemente cambiaba de representación simbólica.

Contamos con un Ministerio de Educación a nivel nacional absolutamente desdibujado que, a través de políticas más compensatorias que pedagógicas, y de leyes que nos alfabetizan en los peligrosos sofismas de la inclusión y de la igualdad de oportunidades, condena al factor social más motorizante del crecimiento económico de cualquier país a un lamentable rol cosmético que disimula la creciente inequidad en la distribución de la renta.

Contamos con autoridades educativas provinciales que adhieren (por conveniencia, por convicción o por pulsión tanática) a tales cuestionables lineamientos. Contamos con niños y adolescentes fuertemente afirmados en la noción de que los medios de ascenso social se parecen cada vez más a una tómbola que a un pizarrón.

Sin embargo, advertí con mucha tristeza y menos asombro, que los alumnos no adherían con demasiada vehemencia a mis argumentos, a favor de exigirle siempre un poco más al sistema educativo, y no cada vez menos, a riesgo de convertir a las escuelas en meras máquinas de promocionar, en insustanciales unidades productoras de inoperantes, útiles a un sistema perverso exógenamente pautado, pero endógena, solapada y largamente consentido.