Nuevo paradigma de atención médica

Ahora, las puertas de la Neo se abren sin restricciones

Priorizar el apego permanente de la mamá con su bebé fortalece el vínculo interrumpido en un parto antes de tiempo y fomenta la lactancia materna. El equipo médico del hospital Iturraspe trabaja, junto a voluntarios, para que la familia tenga un rol protagónico durante la asistencia en neonatología.

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Lía Masjoan

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Sentada detrás de la última incubadora de la sala de cuidados intensivos de la Neonatología del hospital Iturraspe, Antonella abraza a su bebé. Lo aferra a su pecho, lo mira; no deja de mirarlo. Ella tiene 15 años; la pequeña que sostiene entre sus brazos, dos meses. Malena nació el 8 de agosto, cuando abruptamente debió dejar el útero de su madre. Llevaba 21 semanas de gestación -unos cinco meses- y pesó apenas 890 gramos. “Estoy todo el día con ella, la tengo siempre alzada”, dice Antonella sin levantar la vista de la pequeña carita cubierta de tubos. Hoy, Malena ya pesa 1,795 kgs, y aunque sigue luchando por vivir su mejoría alienta esperanzas.

En el Centro Perinatológico del hospital Iturraspe, donde un 15 % de los recién nacidos es prematuro, las puertas de la Neonatología están abiertas las 24 horas del día para las mamás. Los papás también tienen acceso irrestricto, salvo durante la noche, y hasta los hermanos, abuelos y tíos pueden entrar a mimar al nuevo integrante de la familia. Algo impensado años atrás y todavía hoy en algunas maternidades privadas.

“Priorizamos el contacto y la relación afectiva del recién nacido y su familia, sin dejar de lado el desarrollo tecnológico. Este sistema de asistencia no tiene discusión y hay mucha evidencia de que mejora los resultados neonatales”, destaca el jefe de la División Neonatología, Fernando Redondo.

Lo que en definitiva busca el equipo médico es fortalecer un vínculo que se rompió con un nacimiento antes de tiempo. La presencia permanente de la mamá “logra el apego”. Como ella participa del proceso crítico que atraviesa su bebé, con las complicaciones y los pequeños logros diarios, “se genera una relación muy estrecha que evita abandonos y agresiones y posibilita la preparación para atender al pequeño en casa cuando reciba el alta”, explica Redondo. Pero, fundamentalmente, garantiza la lactancia materna, que en los prematuros “provoca un handicap de sobrevida mucho mayor y mejora el desarrollo psicomotriz”.

Para fomentar esto, un grupo de 30 mujeres voluntarias integra el equipo “Mamá Corazón”. En turnos rotativos, contienen a las madres y las estimulan a sacarse leche cada tres horas.

Proceso de cambio

El nuevo método de asistencia generó un gran debate puertas adentro de la neonatología. Médicos y enfermeras debieron atravesar un período de adaptación que los movilizó internamente y que aún hoy, con el mecanismo aceitado, provoca permanentes intercambios de visiones. Incluso, hace un año se incorporó al equipo de profesionales un grupo de psicólogas que ayuda a ordenar las visitas y a contener a la familia.

Analía Díaz es enfermera del servicio desde hace 12 años. La experiencia que acumula le permitió formar parte del proceso de cambio. “Antes la mamá entraba cada tres horas y el papá una vez al día; ahora buscamos incorporar a la familia a la atención”, cuenta. “A las enfermeras nos costó un poco habituarnos a tener a la mamá al lado nuestro todo el tiempo porque antes nos sentíamos un poco dueñas de la criatura, le decíamos que salga un momento y nosotras hacíamos la atención. Ahora tenemos los ojos de la mamá encima nuestro, la atención del prematuro se socializó más, damos explicaciones de lo que hacemos, contenemos a la mamá y contestamos más preguntas de la familia”.

Analía recuerda “los altibajos” de los primeros años y el período de adaptación que atravesaron. “Cuando entraban todos era un desastre porque no había horarios de visita y había mucho movimiento alrededor de pacientes críticos. Venían a cualquier hora el tío, los hermanos, el vecino, los abuelos. Estábamos atendiendo a un bebé y tocaban las incubadoras o a otro chico, pateaban los carros”. Ahora, el acompañamiento de las psicólogas, organiza las visitas. Las profesionales explican a los familiares que el bebé está en un lugar de extremo cuidado y preparan a los hermanitos para que sepan qué es una incubadora, por ejemplo, y que lo que se van a encontrar dentro de ella no es el bebé que imaginaron. Hay que tener en cuenta que muchos de los pequeños internados pesan menos de 1 kilo.

Las psicólogas Luciana Braunstein y Fabiana Cardoso cuentan que antes del ingreso de los familiares hacen una pequeña reunión en el hall y les explican que es un derecho que ellos tienen de participar y que deben cumplir con algunas normas de higiene. “A la salida hacemos juegos o dibujos con los niños para que ellos puedan plasmar las emociones. Es un shock muy fuerte ver al bebé entubado y tan chiquito, nada que ver a lo que habían imaginado”, relatan.

Volver a juntarlos

“Cuando el bebé cae internado nosotros rompemos el vínculo con su mamá y separamos el binomio porque lo habitual es que esté junto a ella, tomando la teta en una internación conjunta. Acá alteramos esa relación y es fundamental fomentar ese lazo. Una mamá a la que no la dejás participar y la tenés parada al lado de la incubadora no crea el vínculo con su bebé y posiblemente al tercer o cuarto día se desinteresa”, sostiene la enfermera que acumula 12 años de experiencia en la maternidad pública.

“Siempre les digo a las mamás que no es lo mismo vivir las etapas que vive el prematuro acá adentro, con todas las complicaciones, que venir una vez por semana. Los chicos se pueden ir con secuelas, pero no es lo mismo si la mamá estuvo a su lado y sufrió junto a él todo lo que él sufrió”.

Los médicos, enfermeros y psicólogos no dudan de que el avance de la tecnología ha mejorado enormemente la estadía de los bebés en las salas de neonatología, elevando la supervivencia. Pero los profesionales que pelean de cerca por salvar la vida de los prematuros coinciden en que el calor que irradian los brazos de las mamás es el verdadero motor que los estimula para salir de situaciones críticas.

Ahora, las puertas de la Neo se abren sin restricciones

Malena pesó 890 gramos cuando dejó la panza de su mamá, hace dos meses. Desde entonces, Antonella no se despega de ella y se mudó a la Casita de las Madres, que está en el mismo hospital. Foto: Amancio Alem

Acompañamiento en el desenlace

“Cuando con un chico no tenemos nada para hacer, lo mejor que podemos hacer es no hacer nada”, dice el Dr. Fernando Redondo, mediante un juego de palabras que busca transmitir que, cuando la medicina ya no tiene herramientas para ayudarlo a sobrevivir, “debe morir en los brazos de su madre y junto a su padre”.

¿Por qué? “Porque están empezando a elaborar el duelo de la pérdida, que ya generó una pérdida inicial que ocasiona culpa en la mujer por no haber podido llevar a término el embarazo. Así le da un nombre, una identidad y tiene recuerdos para poder elaborar un duelo saludable que no le genere fantasías, que evite que se pregunte una y otra vez si podría haber hecho otra cosa y se cuestione que no estaba en el momento en que su bebé murió. Al contrario, sabe que hizo lo mejor que pudo e, inclusive, colaboró con el cuidado. Esto mejora la autoestima de la mujer y hace que pueda elaborar otro proyecto de vida con menos culpa”, sostiene el profesional que dirige el servicio de Neonatología.

Y reconoce que “es una política que primero tenemos que aceptar los asistentes porque el cambio de actitud lleva tiempo y genera mucho ruido, dado que hay opiniones distintas: a veces, nos dicen que somos sádicos dejándolo morir en los brazos de la mamá, pero los psicólogos indican que es la mejor forma para elaborar un desenlace”.

“Nadie te prepara para esto”

Emma nació 3 meses antes de lo previsto, con 6 meses de gestación. Pesó 640 gramos y por problemas neurológicos debió ser operada a los tres días de haber nacido.

Verónica, su mamá, prefiere no recordar aquellos días. Advierte que fueron duros y que toda la familia ya logró superarlos. A casi dos años del nacimiento de su hija, dice que “nadie te prepara para tener un bebé en Neonatología”, que “cuando te despertás de la cesárea y preguntás cómo está, te contestan que bien pero complicado”.

“Cuando un chico nace prematuro los médicos aparecen para explicarte cómo es la Sala de Neonatología, qué cosas le van a conectar... Pero uno, como padre, no puede escuchar nada. Yo sólo quería ver a Emma. Tocarla, besarla...”, contó. Y agregó: “Pero lo más duro vino después, cuando la vi por primera vez y no la podía abrazar. ¡Soy la mamá!, le decía a las enfermeras”.

En la Sala de Neonatología, Emma estaba conectada a un montón de cables y aparatos que cada vez que sonaban asustaban a su madre. “No sabía qué hacer y entonces me abrazaba a la incubadora y lloraba. Las enfermeras me retaban porque le transmitía toda esa tristeza a mi hija, que pese a estar en esa situación escuchaba todo”, recuerda.

Después de diez días de su nacimiento, una enfermera le dijo a Verónica: “Preparate. Abrí tu bata que la vas a tener”. “Ese primer contacto fue hermoso. Sentí que a las dos nos pasó lo que tanto esperábamos: yo había escuchado su corazón por primera vez y ella el mío”.

El llanto de Emma, oído por su papá a los 40 días, fue un buen signo. Es que además, la pequeña ya no tenía el respirador. Pero el día más emocionante llegó cuando Verónica entró a la sala y vio que su hija había pasado de la incubadora a una cuna. A los cien días le llegó la hora de irse a casa.

En enero, Emma cumplirá 2 años. Ante la proximidad de la fecha, Verónica reflexiona y dice: “Es cierto que nadie te prepara para tener un bebé en la Neo, pero con la ayuda de las enfermeras y los médicos vas entendiendo que esa sala es el mejor lugar donde puede estar. Si bien fueron días duros, nosotros no tenemos un mal recuerdo de lo que vivimos, al contrario. Emma había decidido salir antes de mi panza y debíamos esperar a que decidiera salir de la Sala de Neonatología”.