De domingo a domingo

Un nuevo escenario se abre con el letrero: “Coima”

Por Hugo E. Grimaldi

(DyN)

Una segunda bomba de altísimo poder explotó durante la última semana en la Argentina. La palabra “coima” volvió a cruzar el ámbito del Congreso y las presiones para torcer la votación del Presupuesto se ventilaron en el propio recinto de la Cámara de Diputados y a través de la televisión, aparentemente con llamados telefónicos y mensajes de texto que los jueces determinarán si realmente existieron y de dónde provinieron.

Será bastante sencillo averiguar quién mintió. Por las características de las acusaciones cruzadas, de unos por querer coimear a los opositores y de los otros por ser parte de una conspiración destinada a embretar al Gobierno, el estallido hizo saltar por el aire a toda la clase política y su potencia mostró claramente la fragilidad casi adolescente de un sistema que criminalmente fue minado desde adentro por la tarea de quienes despreciaron olímpicamente, durante los últimos años, el reaseguro de la institucionalidad.

Tamaño bombazo puso en claro, además, que todas las especulaciones que se estaban haciendo casi de modo deportivo para entronizar ganadores y perdedores en las elecciones del año próximo, como si octubre de 2011 ya estuviera aquí, eran, al menos, apresuradas.

La primera observación destinada a evaluar los daños indica que ningún sector ni persona debería considerarse aún a salvo de su onda expansiva, ya que recién en varias semanas se podrá ver con algo más de claridad qué cosas se pueden rearmar con los miles de pedazos que aún vuelan por el aire, para que caigan medianamente de pie en el nuevo tablero.

Tampoco nadie puede asegurar que de ahora en más no haya nuevas explosiones, pero existe cierto consenso en que éste ha sido el primer gran reacomodamiento de los actores de la política destinado a clarificar el camino hacia el nuevo período presidencial.

Como corresponde al contexto de todo hecho traumático que va engarzando situaciones que luego confluyen en el drama final, para llegar al desenlace de la Cámara de Diputados previamente se alinearon los planetas para darle marco a este cataclismo que alcanzó de lleno a casi toda la corporación política: el opaco viaje al exterior de la presidenta Cristina Fernández, donde la Argentina poco y nada pudo aportar más que expresiones de deseos, que dejó virtualmente acéfalo al Gobierno y a la conducción partidaria; la polémica pública de varios miembros del Gabinete alrededor de la inflación, la discusión bizantina entre oficialistas y opositores sobre el Presupuesto 2011; el lento cierre del círculo judicial sobre Hugo Moyano y su manifestación de fuerza con el bloqueo de varios locales comerciales; el desmarque táctico de Carlos Reutemann del Peronismo Federal y su acercamiento al kirchnerismo de Santa Fe, mientras masculla alguna movida para marzo, quizás con Francisco de Narváez y Mauricio Macri; la atomización opositora del centro-izquierda y la falta de un liderazgo contundente de ese mismo lado del mostrador, y la ausencia física de Kirchner, que dejó a merced de varias manos del oficialismo tareas de ablande que él antes conducía con particular maestría.

“Si hubiera estado el Flaco no pasaba”

“Si hubiera estado el Flaco esto no pasaba”. La voz de un diputado ultraoficialista fue escuchada en confidencia por varios periodistas en los pasillos de la Cámara de Diputados en la madrugada del jueves, después de la tormentosa sesión en la que el oficialismo mordió el polvo de la derrota 117 a 112 y el Presupuesto Nacional debió volver a la Comisión de Presupuesto y Hacienda para encontrar una salida de consenso.

Cristina dejó, antes de viajar a Corea, instrucciones precisas de no negociar, ya que, si el Presupuesto propio se cae o hay que vetar el opositor, la Ley de Administración Financiera le permitirá seguir gobernando con el del año anterior. Con este panorama tan rígido y con disputas previas en Comisión, que había ganado por un pelo el oficialismo, cuando comenzó la sesión plenaria del miércoles, la oposición aseguraba que tenía 125 diputados como probabilidad de votos en contra de la aprobación, número que terminó ocho escalones más abajo.

Desde las posturas más duras, la tarde ya venía caliente por la denuncia de la diputada Elisa Carrió, quien fustigó a sus pares opositores que dieron quórum, especialmente a la UCR, viendo detrás de esa actitud cierto “pacto de Olivos” o “la gran Jaroslavsky”, por prácticas de negociación de los radicales de otros tiempos con el menemismo, más allá de que la chaqueña denunció en el propio recinto al jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, de “negociar” con diputados de la oposición “que desaparecen”. La sesión fue avanzando hasta que el titular del bloque del PRO, Federico Pinedo, dio una nueva voz de alarma cuando dijo en su discurso que él iba a votar por el dictamen de la minoría, pero que quería dejar en claro que lo iba a hacer en “circunstancias raras”, ya que en su bloque había “ausencias que no podemos explicar”.

“Lo que te podemos ofrecer esta noche”

Luego, la diputada porteña Cynthia Hotton pidió la palabra y dijo textualmente que ella sabía que “muchos diputados han recibido distintas presiones” y que “personalmente me han ofrecido algo por teléfono estando aquí en el recinto. No voy a mencionar a la persona que me lo ofreció porque verdaderamente la valoro y mucho”. Y remató su denuncia con las palabras de su eventual interlocutor: “Cynthia: tus proyectos y tus contratos no son nada al lado de lo que te podemos ofrecer esta noche”.

Luego, la diputada radical santacruceña Elsa Álvarez denunció a viva voz que “yo también he recibido dos llamadas invitándome a retirarme del recinto, en una de las cuales me querían comunicar con un alto funcionario del Gobierno, a efectos de que no estuviera aquí y fuera aprobado el Presupuesto. Todo lo que quiero expresar es que mi voto no está a la venta”, señaló ya con el escándalo desatado, sin dar nombres que prometió revelar en la Comisión de Asuntos Constitucionales el martes próximo.

Cronistas parlamentarios de mil batallas aseguran que “nunca” habían vivido una situación como la que se respiraba en el aire esa noche desde mucho antes de las denuncias públicas de las diputadas, ya que observaban absortos cuando las bancas de la parte del hemiciclo reservado a los opositores se iban desocupando y nadie decía por qué. Pero, del mismo modo en que el bloque oficialista de diputados extrañó la conducción centralizada del ex presidente y quedó a la deriva en el Congreso, la salida del país de Cristina dejó al desnudo otro tema delicado y conflictivo sobre el cual Kirchner no dejaba que nadie hablara: la inflación.

Esa pasión por barrer debajo de la alfombra de los tiempos del látigo kirchnerista que administraba Guillermo Moreno fue reemplazada, como un gran avance discursivo, por la admisión del fenómeno que desgasta los salarios e inhibe la inversión. El ministro de Economía, Amado Boudou, dijo que “no es un tema”, ya que sólo abarca a la clase media-alta; la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, no habló de clases sociales y sólo buscó dejar en claro que con la emisión el BCRA no motorizaba el proceso y que las culpas había que buscarlas en los mercados concentrados y en los formadores de precios; el ministro del Interior, Florencio Randazzo, fue más allá y culpó a los empresarios, quienes por otra parte estaban con la presidenta en el G-20 en una nueva luna de miel y, por último, Aníbal Fernández, quien, con toda la lógica de la calle, terminó diciendo que los pobres son los que más sufren con la inflación.

Sin embargo, en este capítulo, el Gobierno se muerde su propia cola, ya que, si no admite la inflación, jamás se podrá acreditar que ha ganado la batalla contra algo que no existe. Por último, queda por especular con los tironeos que fatalmente sufrirá la presidenta a su regreso de Corea, a partir de todas las versiones que querrán contarles los distintos protagonistas que buscan ubicarse a la sombra de su confianza. De las decisiones que ella tome tras el estallido de esta semana dependerá básicamente el grado de permanencia del nuevo escenario que deberá forjar casi en soledad.

Un nuevo escenario se abre con el letrero: “Coima”

El recinto de la Cámara de Diputados semivacío, durante el polémico debate del proyecto del Presupuesto Nacional 2011. Foto: Télam