En el Norte conocen muy bien la moraleja

Agua, divino tesoro

Las dificultades para proveerse bebida apta para personas y animales empuja el desarrollo de novedosos métodos de extracción. En Tostado, Alejandro Lahite pasó la sequía sin pérdidas gracias al “sistema araña” de bombeo lento.

Agua, divino tesoro
 

Juan Manuel Fernández

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Enviado Especial a Tostado

Disponer todo el año de agua con calidad suficiente para consumo, algo que para muchos —sobre todo en ámbitos urbanos— es casi natural, resulta prácticamente una quimera en poblaciones y establecimientos rurales de buena parte del norte santafesino. La zona se caracteriza por altos niveles de sal y arsénico en las napas, situación que los deja a merced de las lluvias y los pone al borde del colapso cada vez que se produce un período de sequía.

Para la producción ganadera esta deficiencia estructural tuvo consecuencias catastróficas hasta hace apenas un año atrás. Sólo en el departamento 9 de Julio, uno de los distritos más castigados, pereció de hambre y sed el 40% del rodeo vacuno. Las postales de la crisis recorrieron el mundo: cadáveres apilados por cientos, productores desbordados por la desesperación, decenas de pueblos esperando cada día el camión cisterna que les provea el líquido vital.

Sin embargo no se trata de una fatalidad inmodificable, sino que existen herramientas para evitar que estas crisis se repitan cíclicamente. Así como las poblaciones podrían contar con acueductos, los ganaderos disponen de probadas técnicas capaces de garantizarles una provisión de agua constante para sus animales aún en las peores circunstancias. Oír hablar de “cosecha de agua” o de “recarga de acuíferos” es cada vez más común en al zona y hay verdaderos casos testigos que comprueban las bondades de estas técnicas.

Alejandro Lahite superó el drama de 2008/09 sin que se le muera una vaca. A pocos kilómetros de Tostado, en el establecimiento La Güeya, instaló un “sistema araña” de bombeo lento que le permitió abastecer de agua con niveles tolerables de sal a 500 animales. “Tuve que vender hacienda por problemas de carga a raíz de la falta de forraje, pero nunca tuve necesidad de agua”, sintetizó quien es ex presidente de la Sociedad Rural local y actualmente representa a CRA (Confederaciones Rurales Argentinas) en el consejo directivo del INTA.

Al voleo, no

El esquema implementado por Lahite combina diferentes técnicas: canalizaciones en el terreno (“colectoras” las llama él) que derivan agua de lluvia hacia represas o bajos que permiten su infiltración hacia las napas; y luego una extracción lenta con molinos de viento que distribuyen la succión en varias perforaciones en lugar de concentrala en una sola —por eso la denominación de “araña”— para evitar la salinización del yacimiento. El fundamento es el siguiente: si se bombea violentamente en un sólo punto, por presión el bolsón se recarga con agua salada de las profundidades en lugar de darle tiempo al agua dulce de lluvia de percolar desde la superficie.

En la región siempre se usaron las represas para recargar napas pero, ante la desesperación, durante la sequía los productores fueron muy abajo con las retroexcavadoras en busca de agua y dejaron expuesta la capa freática, transfiriendo humedad al ambiente en forma permanente. “Más allá de que el molino esté cerrado o no lo uses, día y noche estás transfiriendo agua a la atmósfera”, señaló Lahite, y mencionó otros desaciertos de los productores como excavar “al voleo”, sin los necesarios estudios geoeléctricos, por lo que “conectaron aguas buenas con malas y fueron pan para hoy y hambre para mañana”.

El ganadero sostiene que “hay que entender que cuando uno hace una explotación de la capa freática está haciendo una extracción artificial; por lo tanto si no se repone a la larga se rompe el equilibrio”.

Sin sal, por favor

Actualmente “La Güeya” cuenta con dos molinos en cada uno de los cuales hay 4 perforaciones distanciadas 10 a 12 metros entre sí en un radio de 40 o 50 metros. Para evitar la salinización, la succión se hace “a media rienda” y el agua se bombea hasta un tanque de 300.000 litros, desde donde luego se distribuye por pendiente hasta 5 tanques menores (de 11.000 litros) con flotador montados en medianera que funcionan como bebederos en los potreros.

“Una misma perforación que te puede dar agua de 4 o 5 gramos (de sal por litro) si la apurás con extracción fuerte, con bombas eléctricas o a motor, en poco tiempo te puede llegar a dar agua de 7, 8 o 10 gramos que ya no sirven para ganadería”, explicó el productor. “Con 7 gramos no se puede hacer recría porque el riñón del ternero no llega a procesar esa cantidad de sal; y para la vaca de tambo el límite es 5 gramos”, precisó.

Donde la napa lo tolera, se pueden sacar 20.000 o 30.000 litros por día, aunque en su establecimiento sacan entre 10.000 y 15.000. Si hay viento fuerte, con 1 o 2 perforaciones la succión es muy violenta; pero si se hace con 4 o 5 —y además se regula la cola del molino para que trabaje a media velocidad— se reduce la potencia a un cuarto o un sexto (según la cantidad de perforaciones) y se evita la salinización. La idea es “sacar lo mismo a lo largo del día y no mucho junto”.

La clave de su esquema, afirmó Lahite, es “tener un tanque grande de depósito que te permita amortiguar los días que no tenés viento; con el mío permanentemente lleno tengo un buen estock de agua disponible”.

También monitorea el comportamiento de la napa midiendo el nivel, a través de las perforaciones, con una soga y una pesa. Con este mecanismo nunca se quedó sin agua y si algún día ocurre, afirma : “lo voy a saber 5 meses antes”.

En épocas de crisis el planteo el permitió soportar 500 cabezas en el campo, aunque en temporada de lluvias “llegué a tener hasta 750”, aseguró.

Inercia cultural

A los dos molinos que tiene funcionando pronto le agregará un tercero, pero esta vez con una innovación: un filtro de arena para recargar las napas a través de las mismas perforaciones. El trabajo lo está realizando con el asesoramiento del INTA y el INA (Instituto Nacional del Agua) y responde a que “los suelos de esta región son de granulometría muy fina, arcillosos y su filtración es muy lenta”. La inversión corre por su cuenta y los organismos harán los estudios para avanzar en la “recarga artificial de napas”, así como determinar el impacto de la obra para recolectar el agua de lluvia a largo plazo.

Curiosamente, a pesar de los evidentes resultados, Lahite es el único productor que utiliza este sistema en la región. Y es más llamativo aún teniendo en cuenta que en 15 o 20 días se puede montar un molino con 4 perforaciones e incluso “es mucho más económico que hacer un pozo calzado; aunque tenés que poner un 25/30% más de molinos”. También asegura que es accesible el costo de los estudios geoeléctricos, absolutamente imprescindibles antes de perforar. “El que no lo hace —pregona— y planta un molino en cualquier lugar va a sacar salmuera”.

Según el productor, “el problema que la gente en el lugar no entiende es que la capacidad de extracción de agua está predeterminada geológicamente; eso no lo modificás”. Por eso advierte que poner una super represa o un megapozo no variará la cantidad de agua disponible. “A lo sumo se puede hacer una extracción fuerte durante unos meses pero después se compensa y no sacás más nada porque sacaste más de lo que podías sacar”.

 

 

“Una perforación puede dar agua de 4 o 5 gramos (de sal por litro); si la apurás en poco tiempo puede dar agua de 7, 8 o 10 gramos que ya no sirven.

Fotos: Juan Manuel Fernández

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El INTA lleva adelante, en todo el país, el proyecto de investigación “Manejo Integral del Agua para la Agricultura Familiar y Productores de Áreas de Secano” que coordina desde Reconquista el Ing. en Rec. Hídr. (M.Sc.) Mario Basán Nickisch.

El objetivo general del proyecto es “generar y validar tecnologías apropiadas para contribuir a solucionar la problemática hídrica del sector agropecuario con diversos fines: agua segura para el consumo humano, aguadas para los animales y riego para los cultivos”, detalló el coordinador. Las finalidades específicas son: elaborar diagnósticos expeditivos de la problemática hídrica de los territorios de trabajo del personal del INTA; desarrollar, adaptar, validar y difundir tecnologías hídricas; y fortalecer capacidades técnicas hídricas locales y de instituciones y organizaciones vinculadas al desarrollo rural.

“En el caso particular de la Provincia de Santa Fe —precisó Basán— estamos abocados a la toma de datos básicos regionales (meteorológicos, superficiales y subterráneos) para determinar cantidad y calidad de agua para los distintos sistemas que se propongan”. Actualmente el trabajo comprende el testeo de 87 pozos (de todo tipo: comunes, calzados, con represa) en territorio provincial.

El programa también pretende desarrollar y validar tecnologías apropiadas para que las personas en los ámbitos rurales consuman agua saludable y puedan usarla para el riego de las huertas, equilibrar la dieta alimentaria de sus familias y de sus animales.

“En esto se analizan los distintos ambientes, siempre evaluando el recurso hídrico de manera integral: si el agua subterránea es apta en calidad y hay en cantidad es importante; y si está condicionada en calidad es estratégico manejar el agua de lluvia para recargar acuíferos o almacenarla en represas con buenos diseños para contrarrestar las pérdidas por evaporación”, agregó Basán.

Sobre el sistema implementado por Alejandro Lahite, añadió: “el área de captación sistematizada es un objetivo importante en este proyecto de investigación ya que es clave para que las represas o las áreas de recarga funcionen correctamente en años hidrológicos críticos”.

/// en relación

Estudiando cómo hacer más eficiente el uso del agua

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/// fotos

1/ Con una soguita. Lahite monitorea permanentemente el comportamiento de la napa y asegura que si se va a quedar sin agua lo sabrá “5 meses antes”

2/ Distanciados. Cada molino, además de trabajar “a media rienda”, succiona de varias perforaciones distribuídas en un radio de 40 o 50 metros.

3/ Nunca falta. El agua baja por pendiente desde un tanque de 300.000 litros a otros de 11.000 que funcionan como bebederos —con flotador— en los potreros.