Un día en el ombligo del mundo

Casi en el techo del Perú, Cusco transita por distintos estados anímicos según pasan las horas. Ningún día será igual después de recorrer sus calles.

TEXTOS. FACUNDO BASTIDA. fotos. FACUNDO BASTIDA y julio castro montecinos.w

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desde la fortaleza de sacsayhuaman se tiene una excelente vista de la ciudad de cusco.

El primer aviso consiste en un leve mareo, luego un dolor de cabeza punzante, agitación y por si fuera poco, náuseas. Entonces no queda más remedio que ponerle freno a la ansiedad por recorrer de un tirón la ciudad que se abre magnífica, como la noche andina. Sumado a ello que cada tres pasos es obligatorio detener la marcha para recuperar el aliento, no quedan dudas; se intenta transitar la surrealista ciudad de Cusco.

No resulta, pues, redundante cualquier advertencia a esta altura desoída: se la debe recorrer con calma, pero se la debe recorrer.

DISTINTOS TIEMPOS, UN MISMO TIEMPO

Ciudad ecléctica si las hay, declarada por la Unesco Patrimonio Cultural de la Humanidad, el casco histórico conserva la fachada y el mismo aspecto de varios siglos atrás. Mantiene en sus edificios los frentes de las construcciones originarias y crecen, tras esas máscaras antiguas de magníficos balcones coloniales tallados en madera y rejas de hierro forjado, construcciones nuevas. Allí se observa el pasado colonial, junto al pasado precolombino entremezclarse en una extraña y armónica simbiosis. Es dable observar la coexistencia de religiones. Hay a la vez y para sorpresa de quien no lo espera, templos dedicados al sol rodeados de iglesias de fe impuesta por los conquistadores.

No escapan al ojo del buen observador de esta cálida y deslumbrante ciudad, las facetas que van deshojandose con el paso del sol. Al alba, las calles despiertan en un hormigueo incesante, y echan a andar sus horas desde el amanecer. El mercado de abasto, punto obligado de asistencia, impacta al viajero y sorprende desde cada una de sus góndolas llenas de productos traidos desde todos los rincones del país. Frescos se despliegan colores, olores, perfumes, formas y tamaños diversos de frutas, verduras y productos lácteos se combinan con reses y frutos de mar.

AMANECER BULLICIOSO

Resulta una experiencia enriquecedora asistir al despertar del día, munido de curiosidad, cámara de fotos y ganas de aprender y aprehender la cultura peruana que nos muestra su mejor cara. Tomar un licuado de frutos pocas veces vistos, en tamaños impensados y de colores intensos. Conversar con los vendedores que, con una sonrisa, explican cómo producen o cultivan alguna de las variadísimas clases de papas que crecen cerca del cielo, o ese maíz colorido y magnifico que se sigue procesando y preparando en su bebida tradicional la chicha- en la misma manera que sus antepasados lo hacían siglos atrás.

Ese es el Perú que conserva su ancestral sabiduría y no encuentra necesidad de modificarla. Asistir al pregón de los vendedores, conversar, intercambiar recetas, saludos, ganar (no perder) cinco minutos de tiempo para hablar con gente simple que siempre tiene tiempo y buena disposición para compartir sus productos, su trabajo, su vida.

La mejor forma de evitar la tentación es ceder a ella, ¡y cuanto antes!. En los mesones del mercado se sirve el pescado más fresco, el ceviche, las papas y variadas recetas típicas que no se encontrarán en el circuito de restoranes que reciben a la gran mayoría de los turistas.

Sentados en ambientes menos folclóricos y con música ambiente será más probable encontrar platos similares a los del Mercado, pero refinados y adaptados al paladar extranjero. Es aquí donde la cocina peruana despliega su dinamismo para transformarse en propuestas conocidas como nikkei fusión con la comida japonesa- o novoandina -fusión con la comida europea-. Estilos culinarios surgidos en el interés de los gastrónomos locales de quitarle el polvo a prehispánicas costumbres alimenticias para recrearlas, rescatando y revalorizando así muchos de los ingredientes autóctonos. Es este el modo en que buscan un punto medio entre lo andino, lo oriental y lo europeo. Otra manera de mostrar que la cocina peruana puede adaptarse al paladar de cualquier comensal.

TARDES DE HISTORIA VIVA

El día sigue avanzando, y el cuzco cultural lleva de la mano al viajero hacia sus calles centenarias, dispuestas y construidas por los incas, aún vigentes, aún sólidas, aún conduciendo a fortalezas que siguen observando el paso del tiempo sin mella alguna. No es un dato menor que la mayoría de las construcciones incas han soportado estoicamente tanto el paso del tiempo como los terremotos y que solo la mano del hombre haya podido derribar estos valiosos muros, como está tristemente escrito en la historia de América.

El portento de dichas construcciones no deja de maravillar al espectador, rivalizando sus obras con todas las de las grandes civilizaciones de la antigüedad, los Incas dejaron su legado que permaneció intacto el paso del tiempo.

La recorrida cultural incluye un paseo obligado por cuanto museo se logre acceder, y los hay muchos en Cusco. Objetos de lo más variados permiten conocer una faceta más del riquísimo pasado histórico que rodea y persiste en el arte actual que exudan los poros de la ciudad y que sirvió de inspiración a los artistas de mayor renombre del viejo continente en los comienzos del siglo XIX y XX.

LA NOCHE ENCIENDE A LA CIUDAD

La tarde cusqueña va escurriéndose por los cerros que rodean a la ciudad, y desde los balcones de los restoranes que rodean la plaza de armas se puede observar cómo el degradé de colores va convirtiendo el día en noche. En minutos la brisa fresca se hace presente y nos recuerda el lugar en donde estamos. El cielo y los cerros se encienden estrellados. El espectáculo resulta completo con un buen café peruano, servido en un extracto negro y espeso que, al mezclarlo con agua caliente, perfuma la cuadra entera.

La ciudad ahora cambia el papel de sus protagonistas. El hormigueo de trabajadores locales se va mezclando con el andar de viajeros que recorren la ciudad. Es en esa hora mágica que las luces de color amarillento tiñen el halo de bruma y vapor que empieza a subir cuando la noche fría se hace presente.

La noche en cusco es negra y ámbar. Es de cielo estrellado. Y el concierto de luces recubre las milenarias piedras y las callejuelas adoquinadas, como un baño de miel. Todos buscan un descanso, y de ser posible una buena ubicación para asistir al concierto de colores de cada noche. De a cientos los turistas provenientes de todos los rincones del mundo ganan las calles luego de haber vivido la ciudad de mañana y de tarde. Buscan una cena reparadora, un té de coca o alguna infusión que ayude a recuperar el eje y la compostura a esta altura sobre el nivel del mar.

Los variados platos de la cocina peruana se vuelven a hacer presentes y esta vez el pisco no falta a la cita que de cena se irá transformando en salida nocturna que discurre en los pubs y bares que circundan la Plaza de Armas.

Un nuevo ejército invade la ciudad a medianoche, el de los noctámbulos. Nuevamente se mezclan las personas, los saludos, las partidas y arribos en diversos idiomas en esta suerte de Torre de Babel cambiante y cosmopolita, siempre dispuesta a recibir a todo caminante y viajero que apunte su norte hacia esas calles mágicas y surrealistas.

Dejarla sin jurarse volver es imposible, pensarla sin sentir que sus piedras mantienen la imagen de una América siempre viva, rica y sabia, también lo es. Continuar el viaje, con el cielo en los pulmones y la dicha de haberla conocido, es finalmente un orgullo que nos acompañará toda la vida.

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la piedra de los doce ángulos y la fortaleza de sacsayhuaman son otros de los puntos de atracción de los turistas.

TIERRA DE GIGANTES

Cuesta creer que fortalezas como la de Saksayhuaman, o el Coricancha, fueran construidas por hombres comunes. La respuesta a la incógnita surge naturalmente si se repara en el tesón y el compromiso del pueblo peruano en la actualidad, como privilegiados guardianes y protectores del legado inca.

Bloques de piedra de varias toneladas perfectamente tallados y terminados, traídos desde canteras a varios kilómetros de distancia, fueron apilados y sabiamente dispuestos sin argamasa o cemento alguno, conformando una arquitectura sin precedentes.

La perfección lograda en la construcción vuelve inútil cualquier intento de introducir algún elemento, aunque más no sea una hoja de papel, en la hermética unión entre piedra y piedra.

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a la noche las calles de cusco son el lugar ideal para dar un paseo en la que fuera la capital del imperio inca.

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Pasado, presente, futuro

Es casi obligatorio para cualquier viajero-turista-aventurero pisar esas calles empedradas y desandar esos recovecos que guardan secretos de cientos de años allí, en cada piedra, en cada calle y rincón.

Enclavada en la zona central, al sur del Perú, a 3400 metros sobre el nivel del mar, abre sus puertas una de las ciudades de mayor altitud del continente, lo cual solo es un dato estadístico hasta que la baja presión atmosférica y el poco oxígeno en el aire se hacen presentes en el cansino ritmo de una marcha inexorable hacia el pasado, y también hacia el futuro.

No resulta inverosímil pensar al recorrer los vestigios de una cultura antigua y observar su legado vigente e intacto por doquier, edificios cuyas piedras llevan, sabiamente dispuestas, dos, tres, cuatro y más siglos, que transcurrido el tiempo seguirán allí, firmes a la espera de agitados nuevos pasos y un asombro que no envejece.