Gritos que se pierden en la nada

En todo el mundo se conmemora, el próximo jueves, el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia de Género. En la comunidad mexicana de Ciudad Juárez, la impunidad, el miedo y el silencio se imponen a todo pedido de justicia. Y ser mujer, sobre todo joven y pobre, es sinónimo de peligro.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA. FOTOS. EL LITORAL.

Gritos que se pierden en la nada

las cruces, en el medio del desierto, recuerdan a las víctimas en ciudad juárez.

“El nivel de civilización de una sociedad se puede medir por la influencia que en ella tienen las mujeres” .

Crhistiane Zschirnt.

 

En diciembre de 1999, la 54º sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la resolución 54/134, que declaraba el 25 de noviembre Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, en homenaje al brutal asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, a manos de sicarios que respondían a las órdenes del dictador Trujillo. Fue en 1960 y el crimen, por supuesto, no fue castigado. Como ellas, miles de mujeres a lo largo y ancho del planeta sufren la violencia a manos del hombre que, aprovechando su fuerza física, ceba su brutalidad en el cuerpo de la mujer que, por muchos y diversos motivos, no lo denuncia.

Como bien lo expresa Liliana Mizrahi, en su obra “La mujer transgresora”, ese rasgo tan peculiarmente femenino y tan bien alimentado por los regímenes totalitarios, parece ser una condición de identidad. Además el machismo, como el capital internacional, no tiene patria y se extiende a través del mundo.

La violencia como tal no es solamente la que deja un moretón; es también la que se aplica en el plano sicológico y sexual. Según calcula un informe de la Organización Mundial de la Salud, cada ocho segundos, una mujer en el mundo es agredida. Pero en la mayoría de los casos, esta violencia sigue envuelta en el silencio, sin olvidar que las situaciones de violencia hacia la mujer afectan a todo el entorno familiar, víctimas directas o indirectas de ese atroz abuso.

A nivel internacional ha habido numerosos encuentros, congresos y declaraciones alrededor del tema. Pero la situación sigue presentándose y, en algunos países, con una virulencia morbosa y sangrienta que no hace más que dejar al descubierto el rostro monstruoso del hombre en su condición de “macho” dominante. La violencia tiene mil caras brutales, basadas fundamentalmente en la supuesta superioridad masculina y la inferioridad femenina.

Uno de los casos particularmente atroces es el que se está dando desde hace muchos años en Ciudad Juárez, México, con una inexplicable invisibilidad de atroces y sistemáticos crímenes.

UN PELIGRO SILENTE

México es, en este momento, la segunda potencia económica en América, después de Brasil. Pero tiene una tradición de machismo y violencia que le cuesta dejar atrás. Con el correr de los años, las mujeres han comenzado a organizarse para defender su integridad física y su posición dentro del plano civil y político. Pero son grandes sus esfuerzos y sus voces son silenciadas, por lo que ellas denuncian como una política enviciada y una justicia indiferente e inoperante. De 2007 a la fecha se han cometido alrededor de dos mil homicidios contra mujeres y niñas en diferentes lugares del país, de acuerdo a datos suministrados por el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio.

Los crímenes de género recrudecen a pesar de todas las leyes existentes que no son más que letras muertas frente a la escalada de violencia.

Pero lo que ha catapultado a este hermoso país al plano internacional es lo que está ocurriendo en la fronteriza comunidad de Ciudad Juárez, capital del Estado de Chihuahua, con cerca de 800 mil habitantes. Esta ciudad se levanta a orillas del río Bravo, y cruzando éste se encuentra la población norteamericana de El Paso, en Texas.

En territorio mexicano y mediante acuerdo de los dos países han proliferado las maquiladoras, donde se ensamblan las partes de los artículos electrónicos que luego parten hacia el norte. La mano de obra es mexicana, barata y casi toda femenina, ya que las mujeres son más meticulosas en su trabajo y reciben una paga menor.

Por lo general, se trata de jóvenes de paupérrima condición que sueñan con una vida mejor o -¿por qué no?. con poder emigrar hacia el norte soñado.

El entorno geográfico aporta el escenario adecuado para la dantesca realidad que parece no tener fin, ya que el desierto de Chihuahua es considerado el más extenso de América del Norte, con grandes dunas y fuertes vientos. Allí, toda realidad se pierde y sirve para sepultar los cuerpos de las inocentes víctimas.

IMPUNIDAD E INDIFERENCIA

Los pobladores de Ciudad Juárez se enfrentan desesperados a una incomprensible situación que tiene una relación directa entre capital económico y muerte, agravada, desde hace unos años, por el crecimiento de las actividades de los cárteles del narcotráfico.

Hace ya muchos años, más de veinte, que ésto comenzó; las familias y, sobre todo, las mujeres ya no viven tranquilas. Desaparecen sin más. Las que se encuentran son muertas, semienterradas en el desierto, mutiladas, con evidentes signos de haber sido violadas, con las manos atadas atrás, estranguladas, con los senos cortados o con mordidas atroces de dentaduras humanas. Son siempre mujeres jóvenes de baja condición social, casi niñas. Todas presentan huellas de un brutal sufrimiento. Las familias buscan desesperadas los restos queridos, quedándoles sólo el consuelo del llanto, ya que no hay ningún caso resuelto. No hay culpables. Algunas veces cuesta reconocerlas, porque los asesinos emplean un método para eliminar las huellas. Le llaman lechada: una mezcla de cal y substancias químicas que echan en la fosa, sobre los cuerpos.

Cuando comenzó la pesadilla, hace ya más de quince años, se pensó en tráfico sexual o de órganos, hasta en la realización de películas pornográficas. Pero, en realidad, todas las conjeturas se pierden en la nada. No hay un culpable ni una sola declaración oficial. Los periodistas o investigadores que tratan de escribir sobre los atroces sucesos son amenazados de muerte, perseguidos y en algunos casos, como el del conocido conductor de TV, Paco Stanley, asesinado en la calle, a plena luz del día, con varios tiros en la cabeza.

Según los entendidos, México es ahora uno de los países más violentos del mundo donde campea la impunidad. Sin ir más lejos, en agosto y setiembre pasados, los diarios de todo el mundo reflejaban la violencia que imperaba en sus calles.

Siendo el colectivo mujeres uno de los puntos más vulnerables dentro de cualquier sociedad, es dolorosamente lógico que estas expresiones de barbarie aparezcan como pústulas malolientes sin vistas de solución.

Es una situación atroz que parece no tener fin, con un escenario duro, donde se conjugan la pobreza, la ignorancia, el temor y la violencia.

En los últimos años se han creado algunas ONG que tratan inútilmente de encontrar a las jóvenes desaparecidas: “Nuestras hijas de regreso a casa”, “Justicia para nuestros hijos”, pero todos son gritos ahogados en medio de la indiferencia de quienes deberían aportar soluciones. Mientras tanto, los huesos calcinados de miles de jóvenes inocentes son blanqueados insepultos por el implacable sol del desierto, y el viento ahoga el llanto inútil de las jóvenes inmoladas.

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integrantes de una ong encabezan un reclamo por justicia.

El entorno geográfico aporta el escenario adecuado para la dantesca realidad que parece no tener fin, ya que el desierto de Chihuahua es considerado el más extenso de América del Norte. Allí, toda realidad se pierde y sirve para sepultar los cuerpos de las inocentes víctimas.

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la ciudad mexicana afronta un lento éxodo por los repetidos hechos de violencia.

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familiares de las mujeres asesinadas y organizaciones sociales hacen oír su voz para poner fin a tanta crueldad y a la impunidad con que actúan los agresores.

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DOS OPINIONES

La antropóloga mexicana Marcela Lagarde, alude al problema como “feminicidios”, ya que lo considera dentro de la categoría de genocidio contra las mujeres (genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivo de raza, religión o política). Lo cierto es que el total de mujeres desaparecidas hasta la fecha supera las 7.700.

La investigadora brasileña Pita Laura Segato, invitada por los colectivos de madres y familiares desesperados, estuvo en Ciudad Juárez, sintió el miedo de cerca y expuso sus conclusiones en conferencias a través de las cuales intenta sensibilizar al mundo: “Las víctimas son mujeres jóvenes, casi niñas, son violadas y torturadas a veces por varios días. Los violadores no actúan solos, sino en grupos. Buscan el aniquilamiento de la voluntad de la víctima. Es como una especie de canibalismo... Pero no es solamente la fuerza física lo que seduce al verdugo, sino el poder sobre la decisión del hacer vivir o dejar morir. El modus operandi de los asesinos se ha convertido en una especie de firma del acto consumado, además de afirmar su condición de ser superior entre sus pares...”.

Los pobladores de Ciudad Juárez se enfrentan desesperados a una incomprensible situación que tiene una relación directa entre capital económico y muerte.