Pobreza y desorden preelectoral en Haití

La tragedia merodea por Haití desde hace décadas. Es el país más pobre, más atrasado y más injusto de América. Para los historiadores reúne las condiciones óptimas para ser calificado de inviable. Hace siete meses fue sacudido por un terremoto que dejó miles de muertos y destruyó recursos materiales diversos en un país devastado por la pobreza y las necesidades. Hoy vuelve a ser noticia por los desórdenes promovidos por grupos extremistas reclamando la expulsión de las Naciones Unidas.

El pretexto para semejante reclamo es la peste de cólera que ya cobró más de mil vidas mientras alrededor de 18.000 personas están internadas en los hospitales. Según los manifestantes, a la peste la trajeron los soldados de Sri Lanka y, por lo tanto, a los agitadores no se les ocurre nada mejor que exigir el retiro de la única institución que está en condiciones de asistirlos.

Los desórdenes actuales tienen como disparador la epidemia de cólera, pero es muy probable que estén relacionados con las elecciones previstas para dentro de unas semanas. Por lo pronto las dos principales ciudades del país han sido teatro de los desórdenes de los manifestantes. La disputa entre diferentes facciones de poder incluyen estas maniobras por parte de políticos inescrupulosos e insensibles que no vacilan en movilizar a una población desesperada e ignorante en nombre de un nacionalismo perverso.

Es muy factible que los Cascos Azules en más de un caso no hayan estado a la altura de las circunstancias. En el año 2007 hubo una denuncia muy seria contra soldados de Nepal que prostituían a niñas y adolescentes, pero de allí a suponer que los males de este sufrido país se van a resolver expulsando a las Naciones Unidas hay un largo trecho.

Mientras tanto, las ciudades se han paralizado y la comunicación con el exterior se ha reducido al mínimo porque se hace muy difícil el acceso a los aeropuertos. Por otro lado la violencia no está dirigida a las Naciones Unidas en abstracto, sino a todos los equipos, comisiones y grupos solidarios que trabajan en este territorio. Es así como los miembros de una reconocida institución de origen cristiano cuyo objetivo es atender a los damnificados, pudieron salvar a duras penas su integridad cuando fueron atacados por manifestantes furiosos que proyectan en estos emisarios de buena voluntad su resentimiento y frustraciones.

El presidente René Preval ha llamado a la población al orden, pero su autoridad política deja mucho que desear. En realidad en Haití la crisis de liderazgos es absoluta. Los partidos políticos están desprestigiados, la clase propietaria se ha desentendido de la suerte de su nación y sus principales miembros viven en Estados Unidos o Santo Domingo. Entre las clases populares la ignorancia y la pobreza en sus niveles más escandalosos han hecho estragos. A ello se suma la adhesión a las formas más primitivas de religiosidad.