En la provincia son 5.900 los infectados

VIH: hay 700 casos confirmados en la ciudad y no cede el estigma social

En los barrios más pobres hay dificultades para controlar el crecimiento de la enfermedad. En los sectores medios y altos, los principales problemas son la negación, el miedo a hacerse el análisis y la discriminación de los pacientes.

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Gastón Neffen

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En la ciudad de Santa Fe hay más de 700 pacientes que viven con VIH (virus de la inmunodeficiencia humana). Son los casos confirmados, los que se controlan en forma regular en los hospitales y en los sanatorios. Pero los médicos estiman que en realidad hay más de 2.500 personas infectadas y la gran mayoría no lo sabe.

En la provincia, el programa de Enfermedades de Transmisión Sexual (ETS) y Sida, que dirige Raúl Bortolozzi, informó que los portadores y enfermos que participan del programa son 5.900, pero calculan que la cifra real de infectados supera las 12.000 casos.

En los últimos cuatro años, el ritmo de contagio parece estable. Las cifras del Subcomité de VIH-Sida del hospital Iturraspe precisan que se detectan entre 35 y 40 nuevos casos por año. En el hospital Cullen se confirma un infectado más cada semana. En total, en el Iturraspe se atienden 330 pacientes y en el Cullen más de 250. Se estima que en los sanatorios y consultorios privados de la ciudad hay como mínimo 100 casos más.

Los cócteles de drogas, que comenzaron a utilizarse en el “97, bajaron la tasa de mortalidad de la enfermedad en un 80%. Pero, para frenar al virus es importante pegar rápido y temprano. “Con esta medicación las chances de recuperación del sistema inmunológico son altísimas”, explica a El Litoral la Dra. Laura Trosch, que hace 13 años trabaja en el Subcomité de VIH-Sida del hospital Iturraspe.

El Dr. Mario Amin, coordinador de tratamientos del Área VIH-Sida del hospital Cullen, asegura que en los casos que se detecta la presencia del virus rápidamente las chances son mucho más altas. “La medicación frena y baja la presencia del virus, cuando un paciente está seis años con la carga viral no detectable llega a la expectativa de vida de una persona que no está infectada”, explica Amin.

En las madres embarazadas confirmar la presencia del virus es clave. En el Iturraspe, sobre una población de 88 mujeres portadoras, con la medicación y una cesárea específica se evitó que le transmitieran el virus a su bebé en 87 casos. “El único niño que se contagió fue porque en su madre se detectó el VIH en una etapa tardía del embarazo”, cuenta la Dra. Trosch.

La estigmatización de los pacientes, y las dificultades para controlar el crecimiento de la enfermedad en las barriadas más pobres de Santa Fe son dos problemas que preocupan a los especialistas.

“La mayoría de los casos nuevos que detectamos vienen de las zonas más vulnerables”, reconoce la especialista del hospital Iturraspe. Trosch cuenta que en muchas de estas familias la mujer ni siquiera puede elegir y consentir el momento de la relación sexual y mucho menos está en condiciones de pedirle a su pareja que use un preservativo.

En los sectores medio y altos, las principales barreras para contener el crecimiento de la epidemia son la negación - “la conciencia de riesgo 0”, dice Trosch-, el miedo a hacerse el análisis y la discriminación de los pacientes, que no se animan a contar que son portadores porque saben que van a ser juzgados y rechazados.

El día que en Santa Fe, los personas que viven con VIH puedan decir sin miedo que son portadores, sin angustia porque sus hijos puedan tener problemas en la escuela, sus vecinos los rechacen o incluso sus compañeros de trabajo los eviten, en la ciudad se habrá dado un gran paso para contener la epidemia.


15

millones de personas

padecen la enfermedad en el mundo, pero sólo 5 millones acceden al tratamiento antirretroviral. Los datos corresponden a la organización Onusida.

Encuesta punto com sida.pdf
 

/// OTRA MIRADA

Los dos virus

Dra. Laura Trosch

Hasta hace poco estábamos convencidos de enfrentar un virus con particulares características desde lo estrictamente virológico. Aprendimos que utiliza su capacidad de mutación para escapar del efecto de las drogas y de nuestras propias defensas. Cada descubrimiento se acompañó de una estrategia farmacológica para combatirlo. Pero seguimos perdiendo vidas y cada día vemos nuevas infecciones.

Sin embargo hay otra parte de la enfermedad que es mucho más difícil de combatir. En estos 28 años de pandemia poco se ha avanzado sobre la implicancia social que tiene vivir con el virus. La estigmatización de los pacientes hace que el temor a que se conozca su identidad como infectado-enfermo supere muchas veces el miedo a morir de sida.

Es por eso que a diario vemos personas que no toman la medicación porque no quieren que en sus casas encuentren los comprimidos. Otras, que nunca se lo cuentan a sus parejas sexuales por temor al rechazo. Y muchos otros que no quieren hacerse el test por miedo a no poder enfrentar lo que se viene (ser señalado, juzgado).

Ese mismo miedo “no sirve” al momento de cuidarnos. Seguimos siendo hipócritas a la hora del sexo, y aun conociendo los riesgos siempre encontramos una excusa para no usar el preservativo. La tentación y el desenfreno de estos tiempos conspiran con el virus para ganar esta contienda. El miedo a la discriminación hace el resto e inclina definitivamente la balanza.

Hoy estamos en condiciones de decir que podemos contra el virus, pero seguimos siendo tanto o más vulnerables al virus de la indiferencia, la discriminación, la falta de solidaridad y de compromiso con el otro.

Integrante del Subcomité VIH Sida (Hospital Iturraspe).

En el corazón uno sabe a quién se lo puede decir”

Marcelo (no es su nombre verdadero) tiene 44 años y es comerciante. Le detectaron el virus del VIH hace dos años.

Impotencia.

“Cuando el análisis me dio positivo, la primera reacción fue enojarme con la bioquímica. Fue un hachazo en la cabeza, hacía 25 años que me hacía el análisis cada tanto, pero nunca pensé que iba a ser yo. Sin embargo, no me deprimí. Comprendí que era una nueva vida. Busqué a la doctora que me va a acompañar durante el resto de mi vida, a una psicóloga, y se lo conté a mi familia y a los amigos de mayor confianza”.

Cuándo decirlo.

“En el fondo de su corazón uno sabe a quién se lo puede contar. Santa Fe es una sociedad muy conservadora y hay gente que le tiene mucho miedo a la enfermedad. Yo no siempre soy consciente del rechazo que puede generar saber que soy portador de VIH, pero uno escucha situaciones de discriminación ridículas. Sólo lo hablo con la gente de mi mayor confianza, los que sé que me quieren y que lo pueden manejar”.

Miedo.

“Lo llamé al odontólogo que me atendió toda mi vida para decirle que tenía un amigo que era portador, no me animé a decirle que era yo, y que se quería atender con él. Me dijo que no, que consultara en el Círculo Odontológico. Eso me mató, pero encontré otro profesional que no tuvo ningún problema. “Me pongo guantes, barbijo, pero es lo mismo que hago con cualquier paciente, quedate tranquilo’, me insistió”.

Esperanza.

“A partir del análisis positivo, pensé: “Cagamos, siempre voy a estar solo’ (Marcelo se quiebra). Pero hace dos años conocí a mi pareja actual, le conté y no le importó. Me dijo: “Te quiero a vos’, fue fantástico conocer a una persona así. Además, mi doctora, Laura Trosch, me dio su celular y está siempre disponible para lo que necesito. Lo mismo que mi psicóloga. Mi vida es absolutamente normal, como era antes. Sólo tengo que ser disciplinado con la medicación y hacerme los controles en forma regular”.

La discriminación es fuerte, la gente tiene mucho miedo”

Liliana (tampoco es su nombre real) tiene 48 años y vive en el norte de la ciudad.

Su pareja, que falleció hace cuatro años de sida,le contagió el virus.

No sabía que era portador porque se resistía a ir al médico y hacerse los análisis.

No querer saber.

“Mi pareja siempre pensó que estaba enfermo de cáncer y no quería ir al médico. Cuando le hicieron los análisis y le detectaron la enfermedad sus defensas ya estaban muy debilitadas. Murió una semana después de comenzar con el tratamiento. Para mí fue un golpe durísimo, me costó recuperarme de esa pérdida y además yo tenía que comenzar a tomar los cócteles”.

No poder contarlo.

“En el barrio la discriminación es muy fuerte, la gente tiene mucho miedo. Hay remiseros que ni siquiera quieren llevar a las personas que sospechan que pueden ser portadores. Hay un chico de 7 ú 8 años, que es portador sano, del que la gente se aparta cuando lo encuentran en el almacén. Con su mamá, que ya falleció, pasaba lo mismo. Por eso, es muy difícil hablar de la enfermedad”.

Incondicionales.

“A veces uno se quiere olvidar de todo esto, y no quiere venir a los controles. Pero mi hija siempre está al lado mío y no deja que me caiga. Pera mí es fundamental porque hay muchos altibajos y estar sola no es bueno. Cuando volvemos del hospital mi hija no quiere que lea los prospectos de las drogas para que no me asuste. Me los esconde. Mis dos hijos también me apoyan en todo”.

Proyectos.

“Con los cócteles dupliqué las defensas de mi organismo y estoy mucho mejor. Saco fuerzas para seguir porque quiero ver los proyectos de todos mis hijos realizados. Siempre pienso: “Esto no termina, hasta que termina. Me cuido mucho con las comidas, con el frío y trato de llevar una vida sana. Quise contar mi historia para que la gente comprenda mejor esta enfermedad y no se discrimine tanto, y también para que se cuiden más”.

Mitos y realidades sobre el contagio

Transmisión. Hay tres vías: sexual, sanguínea y perinatal (de la madre al bebé). Sólo hay concentraciones del virus capaces de infectar en la sangre, el semen (y en el líquido preseminal), en las secreciones vaginales y en la leche materna.

Riesgos. Una persona se puede infectar al mantener relaciones sexuales sin preservativos (vaginal o anal), al compartir agujas, jeringas o canutos, o al recibir una transfusión de sangre que no fue controlada. En el sexo oral hay riesgo para la persona que “pone la boca”, ya que el semen, el líquido preseminal o el flujo vaginal tienen virus suficiente como para producir la infección.

Embarazos. El virus puede pasar al bebé mientras está en el útero, pero hay tratamientos preventivos muy efectivos para evitar la transmisión al feto.

Besar. El virus no se transmite por la saliva. No hay posibilidad de contagio en los besos. Tampoco al abrazar y tocar a una persona infectada o al tomar mate.

Compartir. Se pueden usar el mismo baño o pileta, las toallas, el lavarropas, los vasos, los platos los cubiertos y las sábanas. El sudor o las lágrimas de las personas infectadas tampoco lo transmiten.

Mosquitos. Los insectos no transmiten el virus. En realidad, no hay ningún animal que lo contagie. El VIH (virus de la inmunodeficiencia humana) sólo puede reproducirse y vivir en las células de las personas.

Objetivos de la ONU para 2015

EFE

La Organización de Naciones Unidas cree posible una generación de niños libres de sida en 2015, siempre que la comunidad internacional refuerce el acceso universal a los tratamientos para combatir el VIH y mejore la protección social incrementando la lucha contra la marginalización.

El director ejecutivo del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), Anthony Lake, presentó el quinto informe sobre infancia y sida, en el que señala que cada año nacen en el mundo 370.000 niños con el virus VIH.

“Lograr ese objetivo depende de llegar hasta los miembros más marginados de la sociedad”, aseguran los expertos de la ONU, que también señalan que millones de niños se han beneficiado ya de los progresos en la lucha contra esa enfermedad, pero siguen siendo las mujeres y los niños quienes sufren mayores desigualdades sociales y económicas.

“Para que haya una generación libre de sida hay que hacer mucho más y que se beneficien las comunidades más vulnerables”, señaló Lake al presentar el documento.

Indicó que “cada día casi mil niños nacen en el África subsahariana infectados por el VIH, transmitido por sus madres”, y que los nuevos tratamientos existentes benefician tanto a las mujeres embarazadas como a sus hijos.

Según datos de la ONU, durante 2009 en los países de ingresos bajos y medianos, el 53% de las mujeres embarazadas e infectadas se beneficiaron de tratamientos con antirretrovirales para prevenir la transmisión madre a hijo, frente al 45% de 2008.

En el caso de Latinoamérica y el Caribe, el 57% de mujeres embarazadas que tenían el virus VIH recibieron tratamiento en 2009 frente al 29% de 2005.