EN UN CITROÓN C3 DIESEL 2007

—¿Lo compraste porque te gustó o fue un negocio?

—Porque me gustó y porque fundamentalmente le gustó a mi señora, que en este caso fue la que decidió.

—¿Qué es lo que más te gusta del Citroën?

—Es un auto bárbaro. Tiene una gran comodidad interior y además las prestaciones. Es un coche completito para lo que yo busco actualmente.

—¿Tuviste alguna vez una anécdota cómica, como dejar las llaves adentro?

—Una vez, con un amigo, no podíamos hacer andar el gato de un Ford Falcon. Primero no lo encontrábamos y después, una vez que lo descubrimos, no sabíamos cómo hacerlo andar. Al final llamamos a otra persona que tenía un Falcon y nos explicó cómo se utilizaba.

—¿Cuál fue tu primer auto?

—Un Rugby modelo 1928, que me lo regaló un primo. Estaba medio flojito de papeles (risas). Estaba patentado en Cavour, del año ‘72.

—¿Alguna vez tuviste ganas de quemarlo por algún desperfecto técnico?

—Al Rugby tenía ganas de tirarlo en cualquier lado. No tenía bomba de combustible, así que funcionaba con Stewart; tenía llantas de madera; el burro de arranque se rompía a cada rato y había que empujarlo. Todos los días había alguna historia distinta que te daba ganas de prenderle fuego, pero era lo único que tenía y si no, me quedaba “a pata”.

—¿Le sos fiel a Citroën ?

—No. Me compro el auto que me gusta en el momento o bien al que puedo llegar económicamente.

—¿Sos de maltratarlo?

—No, para nada. Al contrario. Lo trato con sumo cuidado. Los servicios, los neumáticos, las escobillas, todo a tiempo y como corresponde.

—¿Tenés algún auto de tus sueños?

—El Mercedes Benz 190.

—¿Qué consejo le darías al automovilista de calle?

—Que sea básicamente educado. Si respetamos al prójimo, estás cumpliendo con todas las normas no sólo de tránsito, sino sociales y de convivencia.