Corrupción, sin juicio ni castigo

La revelación de información política confidencial que en estos días conmueve a la opinión pública internacional, no debería hacer perder de vista los acontecimientos locales, particularmente aquellos que ponen en evidencia la red de corrupción que ha tenido al señor Ricardo Jaime como protagonista central. Los correos electrónicos del lobbista Manuel Vázquez son más que elocuentes. Ya no se trata de un funcionario más o menos corrupto, sino de un sistema extendido de recaudación que compromete a otros funcionarios vinculados al espacio íntimo del poder kirchnerista.

Desde los tiempos del famoso “robo para la corona”, se sabe que la corrupción promovida desde las más altas esferas del gobierno no es un acto individual, sino una red que involucra a numerosos funcionarios hasta constituir un sistema. Si en su momento el protagonista del libro escrito por Horacio Verbitsky fue José Luis Manzano, en la actualidad ese rol lo ha desempeñado Jaime. En todos los casos lo que se mantiene impune es una formidable máquina de corrupción alentada desde el poder oficial de turno.

Para la opinión pública no deja de llamar la atención que en todos los casos los “recaudadores” pertenezcan a la intimidad del poder oficial. A nadie se le escapa que las trapisondas del señor Jaime no se podrían haber hecho sin el consentimiento del poder político. Reducir lo sucedido a una aventura individual, a la tentación aislada de un funcionario débil, es faltar a la verdad o subestimar la inteligencia de la gente.

En el caso que nos ocupa, las revelaciones del archivo de Vázquez son escandalosas. Hasta el momento están en manos de la justicia alrededor de 20.000 mails donde queda claro cómo funcionaba el sistema de recaudación con empresas comerciales socias del Estado y empresas extranjeras. En todos los casos los sistemas de cobro se cumplían rigurosamente.

Lo sorprendente es que las revelaciones no parecen afectar la imagen política del oficialismo, ya que pareciera que la corrupción es un tema para comentar, pero no incide en la política, al punto de que en las últimas semanas la imagen positiva del oficialismo ha crecido. Al respecto, a nadie se le escapa que la muerte de Kirchner ha beneficiado positivamente la imagen del gobierno, pero correspondería interrogarse acerca del significado de ese “beneficio”, en tanto no es un secreto para nadie que las manifiestas irregularidades económicas del oficialismo han estado protagonizadas por colaboradores de Kirchner.

Sin embargo, no deja de ser curioso que cuando el gobierno de turno ha concluido su ciclo la misma sociedad que en su momento consintió la corrupción, reclama juicio para los responsables de estos episodios. ¿Cómo explicar semejantes oscilaciones en la conducta colectiva? Lo interesante es que la corrupción se hace con dineros de los contribuyentes, es decir, que son los ciudadanos los perjudicados por estos actos promovidos por funcionarios que actúan con el desparpajo de quienes saben que están protegidos por el poder, pero también por una sociedad que suele ser sugestivamente permisiva con ellos.