Al margen de la crónica

Un personaje, dos grandes actores

El ocaso de la década del 60’ coincidió con el de una de las estrellas más icónicas (y controvertidas) de la era dorada del cine americano: John Wayne. Si bien el “cowboy” falleció una década más tarde, los cambios evidenciados en aquellos años turbulentos ya habían derivado en el desplazamiento de las estrellas clásicas para dar lugar a una nueva generación de actores con ideas totalmente distintas de su profesión.

Sin embargo en esta época Wayne dejó para la posteridad el que es considerado uno de sus mejores trabajos junto al que logró en “Más corazón que odio” (The Searchers, 1956, John Ford). Se trata de la que ofreció en el film “Temple de acero” (True Grit, 1969, Henry Hathaway). Allí el “duque” interpreta a un comisario veterano y tuerto que acepta ayudar a una joven de alta sociedad a buscar a los asesinos de su padre.

Su labor fue tan interesante que le valió un Oscar al mejor actor, un premio que lo había eludido a lo largo de toda su extensa carrera. Y el mérito es todavía mayor si se toma en cuenta que compitió por la dorada estatuilla con “monstruos” de la actuación como Richard Burton, Peter O’Toole, Dustin Hoffman y Jon Voight.

Cuarenta años más tarde, otros genios del cine como los hermanos Joel y Ethan Coen tomaron la novela de Charles Portis que inspiró aquella legendaria película y se animaron a hacer un remake que sería visto estas Navidades en los Estados Unidos. Para el papel central, seleccionaron también a un veterano actor de indudable versatilidad como Jeff Bridges.

¿Lograrán los hermanos Coen imprimir a un western el humor negro y la mirada cáustica que caracterizaron sus mejores producciones? ¿Estará el siempre correcto Bridges a la altura de las circunstancias? Las potencialidades están, solo falta saber si al momento de encender las cámaras fueron bien aprovechadas.