Un premio muy curioso

Llegan Cartas

 

Zunilda Ceresole de Espinaco.

Señores directores: Aprovechando que el 1º de diciembre se celebra del Día del Farmacéutico, resulta oportuna la publicación de esta historia real.

Una creencia bastante generalizada, sobre todo en la zona Litoral de nuestro país, es que la séptima hija mujer de un matrimonio, siempre que las seis anteriores sean mujeres, sin haber un nacimiento masculino entre ellas, se convierte en bruja los días martes y viernes por la noche.

Afortunadamente, no lo creyeron así los dueños de la farmacia “La Franco-Inglesa”, señores Badaracco y Bardin, quienes en 1921 ofrecieron apadrinar a cada séptima criatura de sexo femenino que naciera en la Argentina en el transcurso de ese año. Tal vez haya sido para desterrar esa creencia, tal vez no. Lo cierto es que, sorprendentemente, en ese plazo, vinieron al mundo nada menos que treinta y dos séptimas hijas mujeres en hogares argentinos, de modo que, fieles a su promesa, “La Franco-Inglesa”, abrió cuentas de mil pesos a nombre de cada una de ellas, en la caja de Ahorros del Banco de la Nación Argentina, depositando un total de treinta y dos mil pesos.

Para poder tomar posesión de ese dinero, entregado por los padrinos como una especie de dote para el futuro, se requería llegar a la mayoría de edad o contraer matrimonio.

En su gran mayoría, así lo hicieron las beneficiadas, durante el año 1942, cobrando casi todas dos mil cien pesos, merced a la acumulación de intereses.

Ésta es la historia insólita de tener treinta y dos ahijadas en un solo año y es justo que no quede en el olvido el nombre de padrinos tan generosos como los nombrados.

Dolor

 

Dolly Campana

LC 1.049.195.

Triste estaba el gaucho/ por cosas pasadas./ Triste estaba el gaucho/ y no lloraba.// Su china querida,/ abandonado lo dejó/ sin pensar siquiera/ en su inmenso dolor.// Triste estaba el gaucho,/ su guitarra tomó/ y como si fuera/ el cuerpo ido/ con cariño acarició.// De sus cuerdas/ no salieron lágrimas/ pero sí clamaron dolor.// No lloraba el gaucho/ pero era su manera/ de expresar la desesperación/ de sentirse rechazado/ cual mal cebado cimarrón.