EDITORIAL

Dos proyectos culturales y una lección política

 

En el último mes de 2010 se pusieron en marcha dos interesantes iniciativas culturales que requirieron la previa recuperación de edificios que emblematizan a la producción y el transporte en la ciudad y la región.

Primero se inauguró la etapa inicial del viejo molino Franchino bajo un innovador concepto de haceres artesanales, exhibición y venta en un ámbito que estimula los intercambios, la transferencia de saberes y los ingresos contantes y sonantes. De allí el nombre: El Molino, Fábrica Cultural. Huella urbana y propósito socio-productivo.

Días más tarde se renovó el ritual celebratorio con la apertura de La Redonda, un espacio cultural polivalente de extraordinarias dimensiones que en otras épocas se destinara a la protección y el mantenimiento de las locomotoras que traccionaban el progreso por las vías que desde finales del siglo XIX tendiera la Compañía Francesa de Ferrocarriles de la Provincia de Santa Fe.

Otra buena noticia, máxime cuando ambos proyectos son concebidos como los extremos materiales, conceptuales y simbólicos del gran espacio verde y público representado por el Parque Federal, un amplio y valioso terreno que décadas atrás alojara a la playa de maniobras ferroviarias de Santa Fe Cambios y que luego se degradara por el abandono entre yuyales y oxidaciones.

Es bueno recordar aquella decadencia para contrastarla con estos logros y reconocer los créditos que a cada quien le corresponde en el largo proceso que fructifica en estas concreciones. En este sentido, no hay duda sobre el mérito de la administración provincial que encabeza Hermes Binner, gobierno que decidió hacer inversiones de magnitud en rubros a menudo soslayados y a vincular distintos espacios degradados en una trama sociocultural con unidad de sentido y una escala de equipamiento que excede a la demanda de la ciudad y puede convertirse en un foco de atracción provincial y nacional. Y tampoco se puede omitir la concurrencia de esfuerzos de la Municipalidad que conduce Mario Barletta, en el terreno más específico del Parque Federal; ni el continuo acicate de los vecinos, promotores de una transformación urbana que transforma también a los barrios del contorno.

Pero se caería en una omisión inaceptable para el periodismo si no se recordaran los pasos iniciales dados por la gestión municipal de Horacio Rosatti, que inició las conversaciones con el Estado nacional con vistas a la transferencia de los terrenos ferroviarios, que imaginó un parque en predios abandonados e intrusados, que le dio nombre, que generó los primeros actos posesorios y construyó una de las primeras bicisendas de la ciudad junto a las vías del ferrocarril. Tampoco se puede olvidar, en el caso del molino, la decisión del ex gobernador Jorge Obeid de recuperar el edificio -que en su momento había salido a remate- para destinarlo a un proyecto cultural. Aunque de manera tácita, en la continuidad de los empeños, hubo política de Estado. Y a la luz de los resultados, vale la pena destacarlo.