En Familia

Derechos humanos: derechos de familia

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Todavía es una deuda. Uno de los deberes fundamentales de los Estados es garantizar vivienda y trabajo dignos a todas las familias. Foto: Télam

Rubén Panotto (*)

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El 10 de diciembre de 2010 se cumplió el 62º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre. Esta proclamación fue toda una conquista para la humanidad en cuanto a la dignidad de la persona, la defensa del respeto de los pueblos y de cada uno de sus componentes. No obstante, en la práctica no se han logrado suprimir, ni siquiera reducir en muchos casos, las violaciones y atropellos a la persona humana. Sí debemos reconocer que este importante documento declarativo ha servido de estímulo y desafío para la justicia a nivel interno de los países, ya que la fuerza de sus principios radica en la universalidad, sin recortes ni adaptaciones conforme al espíritu de quienes manipulan el poder.

Los derechos se fundamentan en la naturaleza humana, siendo inherentes al hombre por su esencia de tal. Esa naturaleza les otorga titularidad y valor como derechos universales inviolables e irrenunciables, pues su origen no se relaciona con una disposición estatal, política o cultural, sino por el solo hecho de estar ligados a la persona humana. Sobre este tema, el jesuita y cardenal francés Jean G. Daniélou señaló que “los fundamentos de los derechos humanos no tienen su origen en la voluntad del hombre, sino más bien en una voluntad más alta, que se impone como digna de adoración y reverencia absoluta”. Por su parte, el doctor y profesor de derecho y filosofía jurídica Carlos I. Massini manifestó en su libro que “el creyente reconoce este elemento en el Dios vivo”.

Temas fundamentales

A continuación, algunas consideraciones relacionadas con ítems de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre:

* Derechos de familia: Entre los derechos fundamentales, en su Art. 16, la Declaración reconoce y defiende a la familia como “elemento natural y fundamental de la sociedad”. Nuestra Constitución Argentina, en el Art. 14 bis declara que “el Estado otorgará los beneficios de la seguridad social que tendrá carácter de integral e irrenunciable... la protección integral de la familia, la defensa del bien de familia, la compensación económica familiar y el acceso a una vivienda digna”.

* La vivienda digna: En este tiempo se están poniendo en ejecución los llamados derechos de tercera generación, que avanzan sobre la preservación del medioambiente, el desarrollo económico de todos los pueblos, el derecho a la paz, de los recursos naturales, del patrimonio cultural y artístico, etc. No obstante ha quedado atascado por la burocracia y la falta de interés de los funcionarios de turno, el derecho a una vivienda digna. Cada año, exacerbados por sentimientos gregarios y afectivos que les son incontrolables, mareas humanas se movilizan en estas fechas para reclamar al Estado y a la sociedad toda, promesas y derechos incumplidos vinculados con la posesión de una vivienda familiar, despertando, paralelamente, un estado de ira y compasión. Hemos padecido imágenes de familias numerosas marcando territorios en espacios públicos con un trozo de cinta, que luego se lleva el viento junto con las palabras de los prometedores de siempre. Es tiempo de que desde el propio seno familiar, nos propongamos rechazar esta devaluación de la institución parental y luchar desde nuestros lugares para poder restaurar -o tal vez exigir- el rol preponderante de la familia como formadora y contenedora social. Pareciera que en este tema nos hemos dejado avasallar por teorías y filosofías que, para combatir el autoritarismo y la opresión del siglo pasado, aplican presiones y métodos autoritarios también en defensa de los derechos de unos pocos, para perjuicio y desprecio de las mayorías desamparadas. Es lamentable que se recurra a dialécticas desgastadas para tratar de llamar la atención, frente al abandono y destrato que sufren las familias a partir de los lugares de poder y decisión.

* El trabajo digno: Es el fundamento sobre el que se asienta la vida familiar como vocación natural del ser humano. El trabajo es, en cierto grado, una condición imprescindible para fundar una familia, ya que para subsistir ésta debe satisfacer sus necesidades indispensables, lo que se afronta con las retribuciones laborales.

Todo el mundo reconoce esta condición; pero la evolución tecnológica y el afán desmedido de corporaciones económicas y financieras han provocado el desplazamiento del hombre, despojándolo de su capacidad de dominio sobre el ámbito que lo rodea, para ser verdadero protagonista del avance y sostenimiento de la civilización. La robótica y la tecnología digital, siendo reconocidas como “grandes adelantos de la ciencia”, están lejos de ser un beneficio para el trabajador, ya que su utilización va en desmedro y perjuicio de la mano de obra calificada. Tal situación va generando daños psicológicos y económicos en el hombre y la mujer, que se traducen en severos problemas conyugales y familiares llegando, en repetidas ocasiones, a la disgregación familiar. Este impacto social deriva en migraciones forzosas desde las zonas rurales hacia las ciudades en busca de posibilidades laborales. En nuestra ciudad, existen grandes barriadas que se identifican con su origen étnico como: el barrio chaqueño, barrio toba, barrio boliviano, etc.

Ampliando la mirada, en principio podemos considerar como responsables de esta situación al Estado, al poder económico, a la política; pero la verdadera solución está en recuperar el valor de la solidaridad, de la generosidad y la compasión de cada ser humano hacia sus semejantes, y actuar en consecuencia. Asociado a esto, hay un fragmento del Evangelio de San Juan que nos trae a la realidad que hoy vivimos: “Jesucristo recorría las ciudades y aldeas... y al ver las multitudes tuvo compasión de ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.

(*) Orientador Familiar