Publicación del INT

Dramaturgos argentinos en el exterior

Bajo ese título el Instituto Nacional del Teatro publicó el libro perteneciente a la Colección Estudios Teatrales.

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Juan Diego Botto es uno de los jóvenes autores.

Foto: Archivo El Litoral

De la redacción de El Litoral

Ana Seoane es investigadora, periodista, crítica teatral y licenciada en Letras de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), donde integra el equipo de investigación del Instituto de Artes del Espectáculo. Es docente en el Instituto Universitario Nacional de Arte (Iuna) y en el Taller de Escenografía, de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (Emad). En la actualidad es Redactora Asociada en la revista ADE (Asociación de Directores de Escena de España) y colaboradora permanente del diario Perfil. El INT publicó su libro “Dramaturgos argentinos en el exterior”, de cuyo prólogo extraemos algunos conceptos.

Existen las casualidades -comienza Seoane-, aunque no se deba creer en ellas. Hace varios años, desde España, Juan Antonio Hormigón me pidió que investigara el exilio de los españoles en Argentina, motivado por la Guerra Civil, más precisamente por la llegada de Franco al poder y tantos años de dictadura. Fue volver a mis raíces, nieta e hija de exiliados. Recordar cómo se hablaba en gallego, casi como un murmullo y se alababa los sabores del vino, el pan y la leche; tardé muchos años en comprender que esos gustos eran los de la infancia y la juventud perdidas. Sabía lo que era escapar de un país casi con lo puesto, porque se jugaba la vida en ese viaje con poco equipaje. De generación en generación se había pasado aquella anécdota que un reloj se paró a la hora en que fusilaban a un ser querido. Por eso cuando Alejandro Finzi me pidió este trabajo, lo primero que pensé fue el retorno al origen. Dialogar con cada uno de estos creadores fue en cierta manera buscar distintos reflejos, en el mismo espejo.

Decidí y el INT aceptó sumar algunos reportajes para introducirnos a esos mundos, a veces casi desconocidos de cada creador. Hay nombres famosos y que ya tienen un gran lugar en los sitios de Internet... pero otros no. Fue a ellos a quienes les propuse un cuestionario, para meternos en las almas de estos distintos exiliados. A primera vista imperan los temas políticos y hasta la discriminación se hizo presente en distintos tiempos. Argentina tal vez nunca fue el famoso granero del mundo, el país puertas abiertas que nos creímos. Tiene capas de mentira, de ocultamiento y a pesar de todo, la seguimos queriendo, casi como lo decían Borges y Cortázar. Miradas distintas pero siempre apasionadas sobre una misma realidad nacional.

Escrituras relacionadas

A través de sus biografías se evidencia que casi todos estos dramaturgos fueron o siguen siendo actores, este intenso vínculo con el escenario los llevó de manera inmediata y natural a transformarse en directores de sus propias creaciones. Así sucedió con Cristina Castrillo, Susana Cook, Ilo Krugli, Arístides Vargas, César Brie, Luis Thenón y el más joven Juan Diego Botto. Mientras que Rodrigo García creó su propio grupo y empezó a escribir y dirigir para ellos, sin haber tenido una experiencia como intérprete tan intensa. Bárbara Visnevetsky es quien ahora está experimentando con la dirección, pero llegó directamente a la dramaturgia.

Esto no sólo los iguala sino que permite relacionar sus escrituras, aunque en casi todos imperan ciertas características: alto nivel poético (Vargas, Krugli, Thenón), intención política (Cook, Brie) y gran síntesis. Muchas de estas historias tienen pocos personajes, también hay unipersonales; tal vez las crisis económicas nacionales hayan dejado en sus venas esta característica de creación.

Se podría distinguir dos tipos de exilio bien diferenciados. El primero el causado por las dictaduras: aunque Ilo Krugli sea el mayor huyó del mismo gobierno militar que obligó a Cristina Castrillo a alejarse de su Córdoba natal o a Arístides Vargas de Mendoza. Con menos años, casi niño, Juan Diego Botto también escapa, pero hacia Madrid. La culpable de esta diáspora se da a mediados de los 70, tiempos de la peor dictadura que vivió la Argentina.

En los años 80, más precisamente en diciembre de 1983, llega la democracia, sin embargo César Brie y Susana Cook viajan a Europa, allí buscan perfeccionarse y encuentran distintos rumbos. Brie vuelve a América Latina, pero elige una nueva tierra, Bolivia; Susana Cook llega a la otra América, la del Norte, y se queda allí.

En esa misma década, Rodrigo García desengañado de esta flamante democracia, intenta un nuevo destino en Madrid, También parte con el mismo rumbo Bárbara Visnevetsky.

En cada uno de estos dramaturgos sobrevuelan los principios estéticos de Jerzy Grotowsky. El actor es el eje de todas estas propuestas, donde también se incluyen las más perfomáticas. Muchos de ellos -Ilo, Vargas, Castrillo, Cook, Botto y Brie- le pusieron el cuerpo a sus creaciones, iniciaron sus caminos con unipersonales o con textos con muy pocos personajes, fáciles de trasladar. Sus participaciones en festivales es notable y varios conformaron grupos que hoy son casi sinónimos de su propia trayectoria, así Arístides Vargas y Malayerba; Rodrigo García y La Carnicería, Ilo Krugli y y Ventoforte; Cristina Castrillo, Teatro de las Raíces y César Brie, Teatro de los Andes. En esta mímesis también debieron aceptar que se los identifique con sus países adoptivos: Vargas con Ecuador; García, Botto y Visnevetsky con España, Thenón con Canadá, Castrillo con Suiza, Krugli con Brasil y Cook con Estados Unidos.

Los más jóvenes de esta antología, Juan Diego Botto (1975) y Bárbara Visnevetsky (1977) partieron por muy distintos motivos. El primero escapó junto a su madre (Cristina Rota) y su hermana (María Botto) luego del secuestro de su padre (Diego Botto), hoy uno de los integrantes de la lista de 30.000 desaparecidos. Mientras que Visnevetsky buscó una salida, una sociedad más abierta y partió hacia el viejo mundo, desde su Neuquén natal.

Reproducir la patria

Impulsados y expulsados por la Argentina -destaca Seoane- cada uno de estos artistas armó su propio grupo y la creación fue casi un impulso social para volver a vincularse con la gente. Tal vez una búsqueda de necesitar reproducir su propia patria en el exterior explique estas mismas reacciones.

Algunos son muy conscientes de que hacen teatro político (Cook, Vargas, Brie, Krugli), fueron y son militantes; pero otros lo llevan más escondido, no por temor, ni por miedo, sino porque fue el único camino que encontraron para crear. Rodrigo García en muchas declaraciones asegura que busca “molestar” a los espectadores consumistas que imperan en sus plateas europeas, y esa lucha denodada contra una de las formas del capitalismo también es política.

Para el mundo griego el exilio y la cicuta eran lo mismo. Pero estos dramaturgos inventaron una tercera puerta, la del teatro. En estos textos se siente el aliento de un argentino, por su pasión, por su desgarrado humor, por esa notable habilidad de crear de la nada, que solemos tener.

Deseo -puntualiza finalmente la investigadora- que, así como el país los expulsó, esta publicación les permita un retorno diferente porque, como le sucedió a Ulises, nada está igual después de los años, pero los teatristas de todas las provincias tienen ahora -como Telémaco- la posibilidad de conocerlos y de representarlos. Encontrarán en sus ficciones voces reconocibles, porque los alientos son los mismos, más allá de las distancias y los idiomas que han tenido que aprender.


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Ana Seoane es la autora del libro.

Foto: Gentileza Producción