Cocó Chanel: una mujer por fuera de los moldes

Esta mujer de recia personalidad impulsó cambios sustanciales en la moda del Siglo XX. Democratizó el guardarropas femenino al reemplazar el lujo por la simplicidad, y las joyas por bijouterie. Su inconfundible tailleur y la petite robe noir (el vestidito negro) fueron su signo de identificación.

TEXTOS. ANA MARÍA ZANCADA.

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Nobles y artistas, hombres y mujeres sucumbieron al encanto de quien supo marchar con el progreso de la época.

“La elegancia es la simplicidad. Lo contrario es la vulgaridad”.

Cocó Chanel.

Espontánea, frágil, la personalidad de Cocó Chanel se construyó con insalvables contradicciones. Hay distintas versiones con respecto a su origen, ya que ella rehuía referirse a su pasado y en cada entrevista, de las pocas que daba, inventaba una historia nueva.

Pero sí es cierto que su origen fue muy humilde, con el abandono paterno y una madre tísica a cuyo lado compartió hambre, miseria y soledad. Su fecha de nacimiento data de 1883 bajo el nombre de Gabrielle Bonheur Chanel.

Al quedar huérfana fue internada en un orfanato donde aprendió el oficio de costurera. Dicen que en el uniforme que llevaban en ese lugar las niñas, blusa blanca y pollera negra, nace el estilo despojado que sería la base de sus diseños.

Hábil con el hilo y la aguja aprende pronto el oficio. Sin embargo, no estaba en sus planes ser una triste modista sin futuro, bordando el ajuar de otras afortunadas.

Así fue que de noche se empleó como mesera en un café concert e incluso se animó a subir al escenario. En una de sus canciones repetía un estribillo pegadizo con la palabra “cocó”. Y allí nace su famoso nombre.

El lugar era frecuentado por los oficiales del 10º Regimiento de Cazadores a Caballo que miraban a esa muchachita delgada y desenfadada que entonaba con una voz disfónica. No tenía el talento de la Mistinguette, pero había algo en su persona que atraía.

Allí comenzó su verdadera historia, tal vez con su primer amante. Tenía 17 años cuando conoció a Etienne Balsan, de quien aprendió a moverse en sociedad.

Etienne la llevó a su castillo y le hizo descubrir la buena vida y el contacto con la alta sociedad. Pero Cocó se aburría. Para llenar las horas comenzó a fabricar sus propios sombreros. En una de sus salidas conoció a un adinerado inglés, Boy Capel, que le ofreció apoyo económico para poner su propio taller. Durante nueve años compartieron una vida en común y Cocó encontró en él, el cariño y amparo que nunca tuvo. Pero Capel muere en la víspera de Navidad de 1919 en un accidente automovilístico.

Cocó se sume en una profunda tristeza: “Con Capel lo perdí todo”, declaraba años más tarde. Pero el abatimiento no era su estilo de vida.

Ya había nacido su primera boutique en la calle Cambon, que sería su lugar en el mundo, y allí dio forma a lo que sería su estilo, marcado por su fuerte personalidad. Sus creaciones eran exhibidas primero en su delgada figura. ¿El objeto? Llamar la atención del mundo femenino encorsetado y enredado hasta ese momento en grandes faldas y enaguas, tocadas con grandes sombreros cargados de frutas y flores. Cocó miraba a esas mujeres sumisas con un rictus de desprecio en sus delgados labios.

De sonrisa difícil, rompe con la tradición y, con toda la audacia que le dieron sus difíciles primeros años, comienza una nueva historia.

LOS INVENTOS CHANEL

Hasta su entrada en el mundo de la moda, las mujeres llevaban el pelo largo que exigía horas de elaboración en trenzas y rodetes. Cocó se corta el pelo hasta el límite de la nuca. La blusa o camisa blanca, a veces con corbata, acompañada de falda negra que deja al descubierto -inconcebible audacia- casi la mitad de la pantorrilla. El tejido tricot, considerado hasta ese momento vulgar por las elegantes, pasa a ser el preferido en los sweters de cuello alto. La moda sport, sencilla, inspirada en los pescadores normandos. El jersey como material para el día y hasta para la noche. ¡Los pantalones anchos de corte masculino!, que lucen espléndidos en su delgada figura. El vestido totalmente negro, de mangas largas ceñidas. El blanco, en oposición al negro. El tailleur incorporado como prenda básica de su creación, los moños, los zapatos con puntera negra, las carteras matelassé, la camelia blanca en la solapa. El tweed traído de Escocia, los pequeños cardigans de punto, los gabanes militares de la Primera Guerra que se convierten en tapados ágiles y elegantes, cinturones de cadenas doradas, apliques de pasamanería y, en lugar de costosas joyas, una bijouterie que admite colores y por supuesto, las perlas en vueltas y más vueltas.

No tarda en imponer un estilo único e inconfundible. Imprimió a la moda un cambio decisivo y duradero, tomando como base la extrema simplicidad: “Las exageraciones degradan y la extravagancia anula la personalidad”. Ella era su mejor modelo.

No fue como Madame Vionnet ni como Jean Patou, pero su estilo y su marca no tardaron en ocupar un lugar en el mundo de la moda, apoyada por el entusiasmo de las mujeres al sentirse liberadas. Querían parecerse a ella, afinando su silueta. Que la imitaran la halagaba.

Vivió a fondo los “años locos” de la década del ‘20. Disfrutó de la fama, el éxito y los amantes codiciables, rodeándose de un entorno áulico.

Siempre fue proclive a los cambios de humor. Así como adoraba hoy, detestaba mañana. Su fuerte carácter le hacía ser tiránica en la imposición de sus decisiones. Era orgullosa, sensible, dura, independiente, sumamente tierna o soberbia. Su temperamento fuerte ocultaba una tristeza arrastrada por años.

En un momento de la década del ‘30 fue considerada la mujer más rica de Francia.

Se dio el gusto de fabricar la mística Chanel. Su talento encandiló a un selecto grupo de elegidos que se convirtieron en una verdadera cofradía que la admiraba: Jean Cocteau, Igor Stravinsky, Salvador Dalí, Serge Lifar, Pablo Picasso.

Su historia pronto se confundió con la leyenda. Su romance con el duque de Westminster fue la comidilla del mundo entero hasta su ruptura. Él la dejó por una norteamericana de nombre Simpson. Ella se consoló muy pronto y se le atribuye una declaración acorde con su personalidad: “Existen más de veinte duques de Inglaterra, pero hay una sola Cocó Chanel en el mundo”. Ironías de la vida, con el tiempo Wallis Simpson no tardó en completar su guardarropas con las creaciones de la Maison Chanel.

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Cocó Chanel era ya leyenda cuando el mundo entero se sacude bajo el horror de la guerra. Cierra su local, y su sospechosa relación con un oficial nazi desemboca en un vacío por parte de su entorno y un obligado ostracismo en Suiza que dura más de diez años. Pero a pesar de su edad, 71 años, vuelve a buscar su gloria. Ahora se enfrenta a un sofisticado Christian Dior y sus creaciones románticas.

Pero ella utiliza nuevamente su estrategia. En su atelier deslumbra otra vez bajo el toldo blanco con grandes letras negras. Presenta su colección otoño-invierno. La prensa la destroza, no le perdonan su supuesta alianza filo-nazi. Pero ahora son las norteamericanas las que se enamoran de su ropa. Grace Kelly, Lauren Bacall, Katherine Hepburn, Marlene Diestrich las lucen. La misma Jackie Kennedy mancha con la sangre de su marido un impecable tailleur rosa. Sólo en tres años reconquista su gloria.

“Se puede ser maravillosa a los 20 años, encantadora a los 40 e irresistible el resto de la vida”.

Cocó sigue incansable. A los 75 años podía mantenerse en pie nueve horas seguidas, sin probar bocado, los días de desfile. Colérica y testaruda diseñaba sus creaciones sobre el cuerpo de la mannequin, que estoicamente debía soportar cinco o seis horas sin moverse. “Si no hay mujer no hay vestido”, declaraba, rechazando los bocetos y manejando con habilidad innata las telas y los alfileres.

EL FINAL

Se puede decir que Cocó Chanel bebió la vida de un trago. Trató de cobrarse todo lo que la infancia le negó. Colérica, testaruda, frágil, solitaria, sus palabras ocultaban un rencor solapado y una frustración amorosa que no pudo cambiar a pesar de todos los hombres que pasaron por su alcoba: “El mayor don que recibí de Dios fue el ser capaz de despreciar la forma de amor más conocida por las mujeres: la sumisión”.

No dejó de trabajar un solo día de su vida. Tuvo conciencia del protagonismo ascendente de una mujer liberada de las trabas sociales que, como los antiguos corsés, constreñían hasta asfixiar una presencia y un movimiento arrollador que ya no se detendría.

Pero no pudo derrotar a un único ganador: la soledad que la acompañó como una sombra silente hasta el último suspiro de su vida.

Era domingo aquel 17 de enero de 1971. Ella odiaba particularmente ese día en que, obligada, tenía que quedarse en la exclusiva suite del Hotel Ritz donde residía desde hacía años.

Afuera el invierno parisino cubría, con una fina llovizna, la ciudad que le dio la gloria.

Cocó Chanel, la legendaria, la huérfana de 88 años se durmió para siempre en una nube de tabaco y morfina. Sola, como siempre había vivido, rodeada de los fantasmas de todos y cada uno de los múltiples personajes que jalonaron su vida. Moría la mujer pero nacía la leyenda de aquella que fabricó un imperio de la nada, con un estilo que aún hoy sigue siendo símbolo de distinción, como ella quería.

“Seré una mala muerta. Cuando esté bajo tierra me agitaré y sólo pensaré en regresar para volver a empezar”. Que así sea.

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Los zapatos con puntera negra, uno de sus sellos distintivos.

UN PERFUME, SELLO DE DISTINCIÓN

La famosa fragancia Chanel Nº 5 nace en 1924, cuando conoce al gran duque ruso Dimitri. Él la acerca a la más rancia nobleza rusa y además le presenta al que sería su primera nariz: Ernest Baux, antiguo perfumista de los zares. Dicen que la fórmula -siempre ultra secreta-, contiene más de ochenta ingredientes. El frasco fue desde el principio sobrio, despojado, de líneas rectas, al mejor estilo Chanel.

Pero es evidente que alcanzó fama mundial cuando Marilyn Monroe confesó a un periodista que dormía sólo con unas gotas de Chanel Nº 5.

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Imprimió a la moda un cambio decisivo y duradero, tomando como base la extrema simplicidad.

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Cocó Chanel diseñaba sus creaciones sobre el cuerpo de la mannequin, que estoicamente debía soportar cinco o seis horas sin moverse.

+datos FUENTES

- “Mujeres a contracorriente”, Clara Obligado, Ed. Sudamericana

- Ma.Paula Zacharías, La Nación (2008).

- Fernando López, La Nación (2009).

- El Litoral (1982).

- Atlántida (setiembre, 1938).

- First (1988).

- Clarín (julio, 1990).

- Telva (octubre, 1991).