Felicia: un pueblo que no quiere olvidar su pasado

Para evitar que se pierdan aquellas nostálgicas historias, anécdotas y relatos de usos y costumbres de Felicia, miembros de la biblioteca popular de esa población decidieron editar un libro con relatos de sus pobladores.

TEXTOS. MARIANA RIVERA. FOTOS. GENTILEZA MELINA SIERRA.

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Las bibliotecarias tomaron la iniciativa, que solventaron con fondos propios.

“No hace falta renunciar al pasado al entrar al porvenir. Al cambiar las cosas no es necesario perderlas”. La frase pertenece a John Cage, compositor y poeta estadounidense contemporáneo, y fue la que inspiró a un grupo de bibliotecarias de la localidad de Felicia.

Como no querían perder aquellos relatos verídicos de la tradición oral que conservan los pobladores más añosos respecto a los usos y costumbres de antaño de esa localidad, los motivaron para que contaran esas historias para que no se las lleve el tiempo.

El trabajo consistió en recuperar la memoria de Felicia, que tiene 133 años de vida y un poco más de 2.200 habitantes, según el Censo 2001, aquel “patrimonio folclórico del pueblo de generaciones pasadas para las futuras”. Aquellos relatos fueron compilados en un libro: Tradición Oral de Felicia Edición 2010, publicado por la Biblioteca Popular de esa localidad.

Susana Colombo de Bonetti estuvo a cargo del proyecto, que surgió -remarcó- “porque hay historias que se van a perder y nos vimos algo desesperadas para evitar que esto pasara; queríamos apurarnos porque hay mucha gente muy mayor en nuestro pueblo y no queríamos que sus historias partieran con ellos”.

Según explicó, “en esta zona hay una fuerte influencia de inmigrantes (italianos, en su mayoría, pero también suizo-alemanes y los alemanes del Volga), aquellos que vinieron a poblar este suelo a fines del siglo XIX y dejaron en sus descendientes infinidad de anécdotas. Entonces queríamos rescatarlas porque en la época que vivimos, de comunicaciones fluidas, en donde hemos descubierto el genoma humano, se perdió esta tradición de que el nieto se sienta a escuchar las historias de su abuelo o de su abuela y las sobremesas, porque vivimos apurados. Ya no se conversa más”.

El proyecto -denominado Memorias de Felicia- se lanzó en enero de 2010 y el libro fue presentado el 17 de diciembre de ese año. La propuesta estaba dirigida a todas las personas adultas de Felicia y la zona que quisieran contar historias inéditas.

“Si bien muchas historias ya figuran en las actas de las instituciones del pueblo y son importantes no queríamos perder lo que tiene que ver con la oralidad. Felicia es un pueblo chico y cada escuela, club u otra institución publicó alguna revista en donde incluye su historia, pero no había un compendio de todas. Vimos la oportunidad de incluir el origen de todas las instituciones, pero no la información actual, además de mencionar las que existieron y ya no están”, especificó.

En este sentido, mencionó que “queríamos que contaran historias inéditas de instituciones o familias, inmigrantes, hechos históricos, personales o de personajes, pero también tradiciones y costumbres de otras épocas”.

Y el tema que no podía estar ausente era el de los inmigrantes. “El libro menciona a los barcos que trajeron a esas familias de inmigrantes. Esa experiencia fue shockeante para ellos porque separaban a las familias, ya que los hombres iban por un lado y las mujeres por otro, estaban hacinados y con poca higiene. Algunos tuvieron que convivir con gente muerta, con ratas y otras cosas. También se habla del primer hotel adonde iban a parar (el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires) y después que se alojaban en los conventillos”.

Y agregó: “Tradición Oral de Felicia también mencionaba que algunos inmigrantes ya venían con un lugar de destino determinado pero otros no. Por eso, hay historias de desencuentros, de gente perdida que se fue a otro lugar, de aquellos que primero estuvieron en una población y luego se afincaron en otra. Les dimos mucha importancia porque son nuestras raíces”.

INMEDIATA RESPUESTA

Desde principios de 2010, todo Felicia comenzó a saber de esta iniciativa. “Hicimos publicidad en los medios locales, a partir de las bases del proyecto, con todos los requisitos y aclarando que nos reservábamos el derecho de no publicar algo inadecuado o que no correspondiese”, precisó la bibliotecaria.

La promoción también incluyó el pegado de afiches en negocios, vidrieras y demás lugares visibles, además de la biblioteca. Y el resultado no se hizo esperar. “Las historias fueron presentándose espontáneamente pero hubo casos de personas que las podían contar pero no escribirlas. La misma gente nos iba diciendo a quiénes debíamos ir a entrevistar porque conocía sobre ciertos hechos y anécdotas. Éste es un pueblo de pocos habitantes y nos conocemos todos. Como sabíamos que se trataba de gente que no podía expresarse por escrito, la comisión directiva de la biblioteca popular les hizo entrevistas personales y realizó la recopilación y redacción de los textos”, recordó.

En el acto de presentación del libro -en la que participaron las autoridades de la biblioteca y de la comuna, además de representantes de las instituciones y los medios de comunicación del pueblo- se entregaron diplomas a todas las personas que hicieron su aporte, en reconocimiento por su participación, y luego se vendieron ejemplares.

LOS AGRADECIMIENTOS

“Esta obra está hecha con el relato de cada persona que contó su historia, que las extrajo de su corazón, de su memoria, de sus recuerdos, de sus ancestros”, destacó Susana Colombo de Bonetti, al tiempo que agregó que “se trató de unas 30 personas, de 70 años y más, las que participaron, pero no todos escribieron solo una historia sino varias”.

Durante la presentación del libro también actuó un músico, Celso Carlos Colombo (papá de Susana, de 86 años), quien tocó en su acordeón canciones de antaño, suizas e italianas, y se proyectó un Power Point que incluía algunas imágenes de la publicación, mencionaba a las personas que colaboraron y se le dio un agradecimiento especial a Otilia Demarchi de Schulte, una maestra jubilada, de 85 años, quien colaboró en la corrección del trabajo.

“Éste es un hecho inédito en la zona; la gente está feliz y nunca imaginó que sus historias pudieran conmover, que podían ser importantes. Una señora tenía muchas dudas de acercarnos su historia, que refería a Juan, su papá, quien había sido el primer gomero del pueblo. Su apellido era Rodríguez Souza y era de origen portugués”, concluyó la bibliotecaria.

Y aseguró que por esta iniciativa “nos llegaron felicitaciones, agradecimientos y palabras de aliento y apoyo de personas de Felicia y los alrededores. Además, muchas personas han pedido un ejemplar y lo siguen haciendo. Incluso, nuestros mayores están muy entusiasmados y nos están pidiendo otra edición”, dijo satisfecha.

Costumbres argentinas

El libro consta de cinco partes: la historia de Felicia y su ubicación; los inmigrantes; las instituciones; costumbres y usanzas; y hechos y personajes.

La bibliotecaria adelantó que “hay historias de cuando venían las mangas de langostas que sufrieron nuestros antepasados y que luego fueron erradicadas; cómo eran los sepelios, con el tema de las carrozas; cómo se respetaba el día de los fieles difuntos (había un horario para ir al cementerio o las mujeres que fabricaban flores); las costumbres que tenían en las comidas. Se habla de cómo era la verdadera bagna cauda italiana o cómo eran los desayunos, casi un almuerzo”.

Otros temas que se recuerdan en el libro incluyen cómo hacían el jabón usando la grasa de vaca y cebo, que calentaban y derretían en unos tachos; cómo espantaban los mosquitos, prendiendo fuego a bosta de vaca cerca de las ventanas, que no daba olor a las personas; cómo mantenían los alimentos sin las heladeras (los que tenían aljibes hacían una especie de cajón y con unas cadenas lo llevaban lo más cerca posible del agua, para mantener fresca la manteca); o que se hacían la ropa (las mujeres cosían a la noche).

La vida en el campo hace medio siglo también se refleja en las páginas de esta publicación: el trabajo en los tambos, las familias y sus costumbres, las comunicaciones y las comodidades (el correo, el telégrafo), el ferrocarril de Santa Fe a las colonias (que existía -pero ya no- y servía para el traslado de hacienda a las ferias), cómo era la energía eléctrica a través del tiempo (primero había un generador y duraba un determinado tiempo, después llegó la luz eléctrica).

Otra curiosidad era la ropa que se usaba para ir a misa, a la que había que ir obligatoriamente con mantilla, concluye la bibliotecaria: “Si los vestidos tenían mangas cortas, las mujeres tenían que ponerse unas mangas para entrar a la iglesia: a aquellas que tenían una condición acomodada, las modistas les hacían unas de la misma tela. Las que no podían, usaban unas mangas blancas adicionales que ofrecían unas señoras en la puerta de la iglesia, que arruinaban cualquier vestido elegante que uno tuviera, según me contó una señora”.

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En la presentación de la publicación participaron personas que colaboraron con la edición.

A pulmón

Por una cuestión presupuestaria -“el libro está hecho por las bibliotecarias, sin ayuda económica de ninguna índole y solventado con fondos propios”-, la biblioteca popular de Felicia imprimió un solo ejemplar de Tradición Oral de Felicia Edición 2010.

Está encuadernado artesanalmente, con tapas duras y letras doradas, y pasó a ocupar un lugar de privilegio en esa institución. No obstante, se hicieron ejemplares en una versión más económica para que la gente pudiera tener acceso a todos esos recuerdos del pueblo.

“Esta otra versión contiene fotocopias de alta calidad, anilladas, con la portada en papel ilustración y algunas páginas tienen mapas a color. Nos llevamos una sorpresa muy grande porque los vecinos hasta lo compraron para regalar en las fiestas de fin de año”, explicó Susana Colombo de Bonetti.

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Un ejemplar encuadernado ocupa un lugar privilegiado en la biblioteca popular de Felicia.

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