una joya de la arquitectura colonial

La casa de los Aldao cumple 300 años

La casa de los Aldao cumple 300 años

“Año de Jesús, María y José 1711” dice la inscripción que, grabada en el dintel de la puerta que da al balcón de la habitación superior, le brinda fecha cierta a la finalización de la obra de la casa de los Aldao. Foto: guillermo di salvatore

La construcción de la residencia terminó en 1711. Y allí comenzó su historia. Este registro tricentenario de cambios urbanos, sociales y familiares, se mantiene en pie pese a la vulnerabilidad de sus materiales. El paso del tiempo ha dejado huellas: el núcleo originario se conserva, el contorno se ha modificado. Es monumento histórico nacional desde 1942 y actualmente sirve de sede a la Junta Provincial de Estudios Históricos. Hoy vuelve a pedir la atención pública.

 

De la redacción de El Litoral

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La casa denominada “de los Aldao” fue hecha construir por el capitán Antonio Márquez Montiel, destacado vecino de la ciudad de finales del siglo XVII. A él se deben los tres cuartos iniciales y las posteriores mejoras en la cubierta, como también el complemento del entrepiso, que se terminó de construir en 1711 según reza la inscripción del dintel. Ésta es la parte de la casa que cumple 300 años y la única que se conserva en la actualidad. En este secular viaje hacia el presente, perdió uno de sus cuartos -el del extremo oeste- que fue demolido a finales del siglo XIX para dar lugar a una nueva edificación.

En 1715 la casa formó parte de la dote matrimonial con que Antonio Márquez Montiel favoreció a su hija Juana Ventura, quien ese año contrajo matrimonio con Juan José de Lacoizqueta. Activo vecino de Santa Fe, Lacoizqueta sufrió las dificultades de las décadas de 1720 y 1730, cuando la ciudad, asediada por los guaycurúes, inició un proceso de despoblamiento y fue casi abandonada como puerto de cabotaje.

Con las paces firmadas con mocovíes y abipones y la concesión real del privilegio portuario para la comercialización de la yerba mate, Santa Fe inició una recuperación económica que llevó a Lacoizqueta a construir tres locales comerciales sobre la calle. En 1729, en plena crisis de la ciudad, había adquirido, a un precio ínfimo, un cuarto de manzana hacia el este en el que construyó amplias dependencias. Aunque la vivienda habida por su matrimonio conservó su integridad e identidad propia como “casa grande”, no es posible dejar de asociarla al conjunto edilicio que se extendía por entonces hasta la actual calle 9 de Julio.

De madres a hijas, de tías a sobrinas

La casa perteneció siempre a la misma familia, pero la circunstancia de que las distintas sucesiones se desenvolvieran por línea femenina, llevó al cambio de los apellidos de sus ocupantes, en la medida que tales mujeres contraían matrimonio.

Así es que, por herencia de Lacoizqueta -y donación de sus hermanas-, su hija Rafaela poseyó la casa hacia 1770, aunque debió habitarla antes de la muerte de sus padres -cuando en 1752 contrajo matrimonio con el portugués Juan Duarte Neves-, porque aquellos ya vivían en una amplia casona sobre la Plaza Mayor.

Siempre por línea femenina, la casa pasó a poder de Andrea Duarte Neves, que la heredó de sus padres. Y posteriormente recibió de su hermano Malaquías la donación de uno de los cuartos que poseía sobre la calle. Andrea contrajo matrimonio con Félix Aldao, y después de la muerte de su marido legó la casa a favor de sus hijas Felipa e Isabel, aunque fue habitada solamente por la primera.

Felipa Aldao contrajo matrimonio con un oficial de las guerras civiles, el comandante Juan Manuel Yupe. Y tuvo tres hijos, los que por razones no suficientemente aclaradas mantuvieron el apellido materno. Entre ellos, Josefa pasó a ser propietaria de la casa hacia 1870, por derecho propio y donación de sus hermanos, aunque nunca la habitó ya que se mantuvo viviendo en la residencia de su primer esposo frente a la iglesia de los jesuitas.

Al fallecer éste -el anciano José Freire-, Josefa se casó con un abogado español, el doctor Vicente Navia, pero no tuvo hijos, por lo que hizo donación de la casa a su sobrina del mismo nombre, que vivía con el matrimonio.

Fue en tiempos de Josefa Aldao de Navia que se construyeron edificaciones modernas en el mismo predio en que se encuentra la casa original. Era una amplia casona de estilo italianizante dividida en dos viviendas por su eje sur-norte, con lo que se obtenía una doble renta en concepto de alquileres.

Pero además de haberla habitado varias familias, como se consigna, hay que decir que en determinado momento funcionó en una de las casas el comité radical Leandro N. Alem, y que con tal fin hubo de constituirse en inquilino el Dr. Miguel Angel Cello.

En 1909 se la dotó de aguas corrientes y cloacas, y ya por entonces, como consta en el plano labrado con tal motivo, el altillo estaba clausurado por razones de seguridad.

A la muerte de Josefa Aldao de Navia, ocurrida en 1929, y superado un juicio sucesorio, Pepita Aldao tomó posesión del inmueble, con sus partes antiguas y modernas. Con ella, la casa volvió a ser habitada por uno de los descendientes de su constructor, ya que vivió en las dependencias más modernas a partir de 1930 y hasta su fallecimiento ocurrido en 1966. En 1942, la casa había sido declarada Monumento Histórico Nacional.

Pasadizos secretos, tesoros y contrabandos

En parte de la edificación y en la huerta posterior fueron encontrados, durante las refacciones realizadas en los “60 y los “70, unos pasadizos y depósitos abovedados subterráneos. Lamentablemente fueron rellenados y sellados sin dejar constancia de su ubicación. Federico Cervera acredita la existencia en su trabajo sobre la casa. La construcción de estos espacios semiocultos parece haber sido común en las viejas residencias coloniales, y a veces estaban interconectados. Aunque se les dio el uso previsto para cualquier sótano, parece que en este caso también estuvieron asociados a ciertas prácticas de contrabando, acción frecuente en la época colonial cuando los circuitos comerciales legales estaban muy restringidos por estas latitudes.

Así es que en documentos paraguayos de la década de 1750, se menciona un decomiso de contrabando ocurrido en la huerta de la casa de Juan José de Lacoizqueta, hecho que según las constancias había sido público y notorio. La versión es verosímil, ya que la casa y los otros bienes de Lacoizqueta estuvieron embargados hacia 1738. Además, también por esa época debió acudir a la Audiencia de Charcas en defensa de sus intereses, al parecer con buen suceso porque al poco tiempo recuperó la libre disponibilidad de sus bienes.

Si en tiempos de la colonia hubo necesidad de ocultar mercaderías cuyo ingreso no había sido autorizado por la Corona, en la hora de las guerras civiles hubo que esconder objetos valiosos y dineros de las familias para protegerlos de los saqueos que tenían lugar con cada invasión porteña. Así ocurrió en 1816, cuando el general Díaz Vélez ocupó la ciudad y se instaló en la casa de Andrea Duarte Neves, la cual antes, y con el auxilio de otras mujeres allí refugiadas, había escondido 600 onzas de oro entre sus ropas, las maderas de la escalera, rajaduras de las paredes y huecos de los umbrales, según consta en expedientes judiciales.

Monumento histórico y sede de la Junta de Historia

En 1942 la casa de los Aldao fue declarada Monumento Histórico Nacional. Y en 1975 fue expropiada y destinada a sede a la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe. De ese modo culminó un trámite iniciado hacia 1967. La provincia recibió el inmueble que había sido objeto de importantes refacciones entre 1963 y 1965, completadas luego en 1978 y 1979. Para jerarquizar a la casa histórica se habían demolido las construcciones más modernas que la ocultaban. Durante las últimas intervenciones, se rellenaron construcciones subterráneas y se eliminaron cimientos de piedra que quedaban en el patio posterior, todo lo cual constituye una lamentable pérdida patrimonial.

Desde entonces la Casa de los Aldao funciona como sede de la Junta Provincial de Estudios Históricos, entidad asesora de los poderes del Estado que tiene a su cargo la custodia de este preciado bien patrimonial y que ha solicitado al gobierno de la provincia la realización de urgentes tareas de preservación para revertir el creciente deterioro que se viene observando en el inmueble.

Atendiendo a tales gestiones el gobierno está por efectuar el llamado a licitación de las obras que, de concretarse, permitirán mostrar una casa remozada y puesta en valor a la hora de cumplir sus 300 años. Una manera de que los festejos puedan llevarse a cabo en el transcurso del año, tal como anhela la institución.

El patrimonio privado santafesino

Las dos edificaciones residenciales de fines del siglo XVII que conserva la ciudad de Santa Fe: la casa “de los Diez de Andino” -sede del Museo Histórico Provincial-, y la que nos ocupa, fueron preservadas por sus propietarios hasta que en el siglo XX pasaron a formar parte del patrimonio público. Con el transcurso del tiempo experimentaron transformaciones -agregado y supresión de algunas habitaciones- que en ninguno de los casos resultan sustanciales ni alteran el núcleo fundamental de las viviendas, ni su carácter de excepcionales registros históricos. Se trata de dos casas “principales” que lograron sobrevivir a la ola de cambios desatada por la modernidad, fenómeno que borró progresivamente el perfil de la ciudad colonial. Al cabo, sólo quedaron en pie estas dos joyitas arquitectónicas que exhiben distintas tipologías constructivas.

El valor de estas casas -importante en sí mismo- es potenciado por sus características de tricentenarias piezas únicas. Por eso el empeño en completar cuanto se pueda la información relacionada con ambas. En lo que concierne a la casa de los Aldao, se ha requerido la intervención de la Facultad de Ciencias Hídricas para localizar algún sector de las antiguas bóvedas subterráneas así como de cualquier otro vestigio arqueológico de interés que pudiera estar soterrado en el patio posterior. Allí se trabajó durante 2010 sin resultados pero se planteó la necesidad de realizar nuevos cateos con otros medios técnicos para alcanzar mejores resultados.

Entre tanto, las autoridades de la Junta han desarrollado un plan de actividades para festejar esta feliz historia patrimonial. Y entre ellas se cuenta la incorporación de elementos audiovisuales que ayuden a comunicarle a los visitantes la historia de la casa y de las personas que moraron en ella.

Fuentes bibliográficas

• Cervera, Federico Guillermo. “La Casa de los Aldao”, en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe Nº 50, 1980, Santa Fe, p.p. 9-34.

• Calvo, Luis María. “La Casa de los Aldao”, en Revista de la Junta Provincial de Estudios Históricos de Santa Fe Nº 60, 1995, Santa Fe, p.p. 99-156.


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Vista del balcón “sobrado” de la planta alta construido íntegramente con maderas duras. Dos ventanas con rejas de madera y una puerta ciega del mismo material ilustran sobre la disponibilidad de recursos y técnicas constructivos de comienzos del siglo XVIII en Santa Fe. Foto: guillermo di salvatore

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Imágenes de la casa. A la izquierda, escalera de madera con barrotes torneados que comunica la sala primitiva con la habitación de altos; En el centro, pasillo de la entrada principal que muestra las puertas enfrentadas de la sala y el aposento, en tanto que el techo exhibe entre listones de madera bobedillas decoradas. A la derecha el frente de la construcción originaria. fotos: m. garín y g. di salvatore.

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Fragmento de un expediente del siglo XIX que incluye testimonios sobre monedas de oro que fueron escondidas en los entresijos de la casa ante la inminencia de una invasión militar porteña. foto: luis cetraro

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