Centenaria historia detrás de los libros

ayer se cumplieron cien años de la fundación de la Biblioteca Popular Emilio Zola, que recuerda la historia de hombres que militaron la cultura como posibilidad de una sociedad más justa.

TEXTOS. DANIEL DUSSEX. FOTOS. GENTILEZA BIBLIOTECA ZOLA.

Centenaria historia detrás de los libros

El 30 de abril de 1966 se inauguró el nuevo local de la biblioteca, en Marcial Candioti 2901.

Un pequeño aviso publicado en los diarios de la época anunciaba la fundación de una biblioteca popular en nuestra ciudad. Su nombre: Emilio Zola. Funcionaría en un local ubicado en 25 de Mayo y Suipacha. Era el 11 de febrero de 1911, un año después del Centenario.

Sin embargo, la historia de la biblioteca Emilio Zola había comenzado unos cuantos años antes a cinco cuadras de allí, en el Centro Obrero de Estudios Sociales, fundado por un núcleo de inmigrantes europeos que abrazaba el ideario anarquista. El Centro era para sus militantes “una pequeña gran universidad popular de estudio, cultura y arte”.

A fines del siglo XIX y principios del XX desembarcaron en el Río de la Plata cuatro millones de personas. Entre los recién llegados venían no pocos luchadores sociales que llegaban huyendo de la represión en sus respectivos países. Ellos eran -fundamentalmente- anarquistas y socialistas.

En nuestro país, el anarquismo cumplió una acción importante en la formación intelectual y política de los trabajadores. El incipiente proletariado porteño no tardó en identificarse con sus ideas.

Los obreros argentinos de los talleres artesanales y de las pequeñas industrias comenzaron a agruparse en asociaciones para reclamar por sus derechos. Las grandes huelgas de 1901-1910, la lucha de los obreros de la fábrica Vasena en 1919, la de los peones de la Patagonia o la de los obrajes del Chaco tuvieron un tinte ácrata.

Las luchas obreras y sus correlatos represivos se hicieron sentir en todo el país. También repercutió en nuestra ciudad. El Centro Obrero de Estudios Sociales fue clausurado. Un pequeño grupo que sobrevivió a las persecuciones volvió a plantar las banderas libertarias, ya no abiertamente, sino a través de una entidad que llevaría el nombre de un escritor con dimensión social y política alcanzada en su célebre J’accuse.

VOZ VIBRANTE

De 1911 a 1917, la acción cultural, social y gremial de la biblioteca Emilio Zola se fue intensificando. Se editaron documentos de análisis sobre temas sociales y de actualidad. El 13 de diciembre de 1913, comenzó a editarse el periódico local Germen.

La biblioteca varias veces fue amenazada y clausurada por la policía, pero su continua exhortación y su voz vibrante de protesta siempre estuvieron presentes en ocasión de todo hecho de injusticia, como por ejemplo los sangrientos episodios de Firmat, a comienzos de 1917. También existe registro de la presencia de sus miembros en el “Primer Congreso Anarquista”, celebrado en la ciudad de Avellaneda el 2 de octubre de 1922.

Más acá en el tiempo, en la década del cincuenta, un testigo que asistió a los mítines que se hacían los 1º de Mayo nos cuenta: “Concurrí a un par de actos en la Plaza España, esquina Rivadavia y calle Humberto Primo (hoy Hipólito Irigoyen), frente a la escuela Rivadavia y en diagonal con el cine Colón. Los discursos estaban a cargo de dirigentes obreros, miembros de la biblioteca y algún invitado de Rosario. Creo recordar que pasaban un disco -en un precario equipo de música-, con un coro que interpretaba un himno revolucionario. Los asistentes al acto llegaríamos a 80 o 90 personas, pero alrededor de la plaza y en las calles adyacentes seguramente había más de 100 policías montados; era el tristemente célebre Escuadrón”.

La actitud anarquista, que influyó en casi todo el movimiento sindical de la zona, surgió en ese reducto de estantes con pupitres, mesas y bancos confeccionados por ‘obreros de la madera’. Las manifestaciones de protestas populares que conmovieron a Santa Fe en las primeras décadas del siglo que pasó tuvieron su inspiración en la Emilio Zola.

LOS PROTAGONISTAS

La primera comisión directiva llevaba los nombres de Cosme Curielera, Mario Ferrer, Tomás Ciorciari, Valentín Pierpauli e Hipólito Luesma. Como secretario general se desempeñaba Miguel Espósito, un genuino representante de las ideas que impulsaban aquellos luchadores.

En el desenvolvimiento de las actividades culturales que la biblioteca promovió nunca faltó la cooperación de intelectuales, profesionales y estudiantes que, sin ser anarquistas, adherían a la labor que realizaban.

La amplitud de espíritu y la autenticidad en las inquietudes propiciadas desde su seno tiene la impronta de su fundador, ya que Miguel Espósito no sólo militó en la actividad gremial reivindicativa (fue cesanteado por participar en una huelga ferroviaria) sino que también incursionó en el fomento de espacios culturales y artísticos, como el “Ateneo de Artes y Ciencias”, entidad en la que actuaron los más destacados artistas plásticos locales.

Además participó en el movimiento de la Reforma Universitaria y adhirió con firmeza a la creación de la Universidad Nacional del Litoral. Durante los años del gobierno de Menchaca (1912-1916) ocupó la función pública como juez de paz en la localidad de Los Amores, departamento Vera. Una vez jubilado, don Miguel no descansó y durante varios períodos ocupó el consejo directivo de la Caja de Jubilaciones y Pensiones Municipales. Según decían quienes lo conocieron y compartieron momentos con él, “era una persona agradable y de presencia idealista”.

OTRO PIONERO

Otro hombre que también sirvió de puntal en el desarrollo de la Biblioteca Emilio Zola, siguiendo la línea histórica de los fundadores, fue José Mazzola quien estuvo como secretario general en momentos en que la institución se mudara al actual local de Marcial Candioti 2901, en el corazón del barrio Candioti Sur, inaugurado el 30 de abril de 1966.

Sus familiares nos cuentan que sus inquietudes intelectuales eran para él “un valor de primera necesidad”, también sus preocupaciones sociales: “Siempre venía a casa trayendo bajo el brazo el periódico de la F.O.R.A. (Federación Obrera Regional Argentina)”, recuerda su hija Hilda.

A José Mazzola le tocó reconstruir la biblioteca, que fuera incendiada en un ataque anónimo ocurrido en septiembre de 1973. El fuego consumió alrededor de 5.500 volúmenes pero no logró amilanar a personas con ideales muy bien definidos, como los que sostenía él. En la historia de la institución ya se había vivido una situación similar en 1919, cuando estaba ubicada en su anterior local.

En septiembre de 1974, un año después del último atentado, la voluntad férrea de don José Mazzola al frente de otros compañeros con el mismo sentir reabrieron la biblioteca. Gracias a la movilización de ellos se pudo reunir dinero y donaciones para reparar el inmueble y reunir unos 2.300 libros, folletos y revistas.

Sin embargo, un par de años más tarde, el golpe militar de 1976 hizo riesgosa la actividad en ese recinto que tenía la marca de ideas libertarias. La familia de Mazzola recuerda que -durante ese período- don José iba personalmente dos veces por semana para mantenerla abierta. Ya en los últimos tiempos, al no poder moverse por sus propios medios, eran sus hijos quienes lo llevaban y lo iban a buscar.

La biblioteca Emilio Zola, a pesar de las persecuciones y de los intentos de incendio, sobrevivió hasta nuestros días como un legado de libertad. En su local actual, ubicado en Marcial Candioti 2901, todavía pueden adivinarse las siluetas de aquellos luchadores.

Están presentes en el olor del papel, en el fragor de las palabras, mezclados con las obras de Tolstoi, Gorki y Dostoyevski. Siguen entonando las estrofas del aquel viejo himno: “Hijo del pueblo, te oprimen cadenas/ y esa injusticia no puede seguir/ si tu existencia es un mundo de penas/ antes que esclavo prefiero morir”.

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La comisión

La actual comisión directiva de la biblioteca está integrada por Daniel Capparelli (secretario general), Ana María Gómez (secretaria de actas), Mariela Daniel Martínez (tesorera) y los vocales José Vargas, Carlos Alarcón y Mariza Oldani.

El legado permanece

Con la vuelta a la democracia, el legado de los fundadores continuó en un grupo de socios que buscó revitalizar el funcionamiento de la biblioteca Emilio Zola. Se reformuló su política cultural, manteniendo los valores esenciales basados en la solidaridad, participación y humanismo.

El patrimonio bibliográfico se incrementó en un ciento por ciento. Se realizaron ciclos de cine nacional y latinoamericano con debates sobre la realidad social. Se pusieron en marcha talleres de capacitación, conferencias y actividades de extensión cultural, que incluyeron la promoción de bibliotecas populares en otros barrios, como así también ciclos de música y teatro.

En 1990, la biblioteca Emilio Zola ingresó a la Federación de Bibliotecas Populares de la provincia de Santa Fe, y en 1998 se incorporó a la Comisión Nacional Protectora de Bibliotecas Populares (CONABIP), obteniendo recursos para ampliar su edificación, para construir una sala de lectura y otra de informática.

Más recientemente, la biblioteca recibió una importante donación de libros que pertenecían al profesor Álvaro Costa, a través de la filial santafesina de la Sociedad Argentina de Profesores de Filosofía.

Marcelo Delfor, integrante de esa entidad y quien formó parte de la comisión directiva de la biblioteca en años anteriores, señaló que la sección especial que reúne un material bibliográfico muy valioso fue donada por la familia del profesor porque en su sentir se definía partícipe de los ideales que abrazaron los fundadores de esa institución.

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Integrantes de la comisión directiva y socios trabajan para continuar la idea de los fundadores de la biblioteca popular.