Mesa de café

Entremeses electorales

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Remo Erdosain

Está oscureciendo y al café de la tarde le sucede el aperitivo de la nochecita. Quito sirve los pedidos mientras José continúa hablando. Desde que llegó instaló el tema de las elecciones y los candidatos y todos nos hemos resignado a seguirle la corriente.

—Si el señor Bonfatti dice que es ético, lo primero que debe hacer si es candidato es pedir licencia.

—Estás repitiendo al pie de la letra lo que dijo el diputado Lacava -dice Abel.

—Yo digo lo mismo y no creo que me haga juicio por plagio -responde José.

—Juicio por plagio no, pero sí juicio por injusto -digo- le pedís la renuncia a Bonfatti pero no se la pedís a Cristina que usa de los atributos del Ejecutivo para que la reelijan.

—No es lo mismo -dice José.

—Cuando a vos te conviene no es lo mismo -responde Marcial que acaba de pedirle a Quito que le sirva un whisky.

—Como siempre, vos en contra de los peronistas -acusa José.

—Más o menos -aclara Marcial- más o menos, porque las trampas y chanchullos de los peronistas no me sorprenden, pero sí me sorprende que se haga algo parecido en nombre del socialismo.

—¿Podés aclarar un poco tus palabras? -dice Abel.

—Cómo no -consiente Marcial- cuando los socialistas dicen para defenderse que lo que hace Bonfatti no es diferente a lo que hace Cristina, lo que logran es ponerse a la altura de los peronistas, algo que me sorprende desagradablemente porque yo siempre consideré que la ética socialista era muy superior a la moral peronista, si es que esa palabra está permitido usarla en esa fuerza política.

—Me parece descabellado pedir la renuncia o la licencia de Bonfatti -dice Abel-. Se ve que los opositores saben que van a perder porque recurren a cualquier chicana con tal de ensuciar la cancha.

—La cancha se ensucia desde el poder, no desde el llano -explica Marcial- de todos modos algo de razón te doy, porque en un país donde los valores republicanos se han hundido en el barro, es un disparate pedir que un candidato oficialista renuncie a sus privilegios para competir en una elección.

—Los gorilas cada vez que hay un gobierno popular se acuerdan de la república -dice José mirándolo a Marcial.

—El que se enojó en serio con Giustiniani es Binnner -comenta Abel-. Dijo que si llegaban a ser ciertas las declaraciones acerca del uso de fondos del Estado para campañas electorales, le retiraba el saludo.

—En estos temas -dice Marcial- la mujer del César tiene que ser virgen y parecer virgen.

—¿Y no lo es acaso?

—Más o menos, porque si en cada acto de inauguración de una obra pública o de entrega de subsidios está presente Bonfatti, hay razones para pensar mal, más allá de que a mí me parezca que Binner es una bellísima persona -razona Marcial.

—Una bellísima persona equivocada -dice José.

—¿Se puede saber por qué?

—Por varias razones, pero entre otras, me parece que no es prolijo que el gobernador le haga campaña a su pollo.

—Yo creo que eso es opinable y para nada salpica la calidad humana de Binner dice Marcial.

—¿Y Bonfatti? -pregunta Abel.

—Yo dije Binner, los apellidos de los dos empiezan con b larga, pero eso no quiere decir que sean iguales -insiste Marcial.

—¿Y qué me dicen de Bielsa, que sólo se acuerda de que es santafesino cuando hay una elección cerca? -digo.

—Yo a Bielsa no le digo más nada -contesta Marcial- a los que hay que decirles algo es a los ciudadanos que lo votan. En este caso el refrán que dice que “la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer”, se ajusta perfectamente a la realidad.

—En todos lados se cuecen habas -dice Abel- la política no es una actividad de angelitos. De todos modos -continúa Abel- si le vamos a hacer alguna observación a Bielsa también se la deberíamos hacer a Rossi que es de alguna manera el caballo del comisario del poder nacional.

—¿Y qué me cuentan de las refriegas que hay en el radicalismo por la candidatura a vicegobernador? -pregunto.

—Pero si el candidato a vicegobernador de Barletta es Comi -dice José.

—Me refiero al candidato a vicegobernador de Bonfatti insisto.

—¿Pero no es que el radicalismo en pleno votó que el próximo candidato del Frente Progresista debía ser radical? -pregunta José.

—Eso es lo que se votó, pero después se sigue jugando al Anton Pirulero -dice Marcial.

—¿Y por qué eso?

—Porque cada cual atiende su juego -explica Marcial.

—También en este caso habría que decir -digo- que la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer.

—Yo no estaría tan seguro -dice Marcial- porque, según me han comentado, no fueron los socialistas los que anduvieron ofreciendo el cargo de vicegobernador, sino al revés, fueron los radicales los que se cruzaban de piernas y entornaban los ojos de manera soñadora cada vez que había un socialista cerca.

—¿Y de Reutemann no vamos a decir una palabra? -pregunta José mirándolo a Marcial.

—El que no dice una palabra es Reutemann -dice Marcial- y es una lástima, porque sería un gran candidato a presidente.

—Afirmación que corre por cuenta tuya -digo.

—Por supuesto -responde Marcial- pero que no te extrañe que para marzo haya novedades.

—¿De qué tipo? -pregunto.

—Reutemann candidato a presidente con el aval de Cristina -responde Marcial.

—Vos estás chupado -acusa José.

—Un poco, pero no tanto -responde Marcial, para después explicar: —Cristina se quiere ir, lo quiere fulminar a Scioli y desea que Reutemann sea candidato porque lo aprecia y, entre otras cosas, él le garantiza que no va a investigar los negociados de su señor esposo y de ella.

—¿Y los muchachos de Carta Abierta? ¿Y la Cámpora? ¿Y la izquierda peronista con los piqueteros incluidos? -pregunto.

—Esos no cuentan. Hacen ruido pero no pasa nada, no representan más del diez por ciento del electorado. Con los muchachos de la Cámpora en particular podemos hacer una excepción y mantenerles los sueldos que cobran y así nos aseguramos el apoyo de por vida -dice Marcial.

—No comparto -dice José.