Un conflicto innecesario

A nadie le debería llamar la atención el penoso incidente diplomático que la Argentina sostiene en estos días con Estados Unidos. Hace unas semanas, el canciller Héctor Timerman denunció que el gobierno de la ciudad de Buenos Aires capacitaba recursos humanos en una escuela montada por los yanquis en El Salvador, destinada a torturar disidentes políticos y preparar golpes de Estado como en los mejores tiempos de la Guerra Fría.

Con semejante predisposición anímica o ideológica y atendiendo a los recientes antecedentes, está claro que la llegada de un avión de EE.UU. con armamentos y medicamentos sea vista como una operación siniestra montada por el imperialismo para desestabilizar al gobierno nacional y popular.

La celeridad con que actuaron los funcionarios de la Aduana argentina no dejó de llamar la atención. Como comentara un diplomático nacional, si la misma diligencia hubieran puesto en práctica en el aeropuerto de Morón o en Ezeiza hace un par de meses, seguramente el avión que transportó una tonelada de cocaína no habría sido detenido en Barcelona. En la misma línea, algo parecido podría decirse de las valijas del señor Antonini trasladadas en un avión argentino.

En el tema que ahora nos ocupa, la misión militar estadounidense que llegó a la Argentina lo hizo en el marco de un acuerdo entre ambos países, pero con el financiamiento de Estados Unidos. El curso a dictarse era de dos meses y estaba destinado a fuerzas de seguridad para que estén en condiciones de responder a los ataques de la delincuencia organizada y el narcotráfico. Después de este escándalo, el curso de capacitación se ha suspendido, motivo por el cual la pregunta a hacernos a continuación es acerca de quiénes fueron los reales perjudicados por lo sucedido. ¿Estados Unidos, cuyos empleados pasaron un mal rato en Ezeiza, o los argentinos, cuyas fuerzas de seguridad se han visto privadas de un curso avanzado de capacitación para luchar contra la inseguridad?

El gobierno nacional señala que la decisión tomada no responde al resentimiento por un supuesto desaire del presidente Barack Obama a Cristina Fernández, sino porque todo Estado nacional debe tomar medidas de control y hacer respetar la Ley. En diplomacia como en política exterior en general, se sabe que el principal criterio a tener en cuenta es determinar si las relaciones se establecen con un Estado amigo o un Estado enemigo. Pues bien, hasta que se demuestre lo contrario, EE.UU. no está incluido entre los Estados terroristas o enemigos de la Argentina. Las declaraciones imprudentes de Timerman relacionadas con los atentados a la AMIA y la embajada de Israel tampoco comprometen a Estados Unidos.

Admitiendo incluso que la introducción de sustancias y materiales bélicos y de comunicación no declarados oficialmente sea irregular, lo que las normas elementales de la diplomacia enseñan en estos casos es a actuar discretamente, advirtiendo el problema y dejando la correspondiente constancia. En todos los casos, lo que se desestima es el escándalo.