Gamboa, preso de sus palabras

Del Barsa al verso

Del Barsa al verso

El técnico sabalero puso la cara en la rueda de prensa y se hizo responsable de todo. Gamboa en la inmensidad del Cementerio.

Foto: Flavio Raina

La gente silbó ruidosamente a los jugadores pero también descargó la bronca contra el entrenador por los refuerzos y los cambios.

 

Darío Pignata

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No es fácil la profesión de técnico en la Argentina cuando se trata de los 20 lugares de privilegio. Está bien paga, eso sí. Desde Boca hasta All Boys. Pero hoy manejar o estar al frente de un plantel profesional en este país tan futbolero requiere de un abanico importante de cuestiones para llegar el éxito o por lo menos sobrevivir sin fracasar en el intento. Aunque parezca una contradicción comparado con otras disciplinas, oficios o empleos, en este juego/deporte/negocio no alcanza con “trabajar”. Porque hoy, cuando se impuso una camada de Mohamed, Schurrer, Gamboa, Pompei, De Felipe, Berizzo, Sensini y compañía, no les queda otra que trabajar porque son jóvenes, hace poco dejaron el fútbol y no tienen chapa como Cappa, Basile o Ramón Díaz por dar ejemplo de los la otra camada, la de los llamados “viejos”. En el estante donde está Gamboa, un poco más acá o un poco más allá, todos trabajan.

Hoy, estar al frente de un plantel profesional de Primera División en la Argentina requiere de una preparación profesional completa. Insisto, no alcanza sólo con argumentar “se sale trabajando”. Hay que saber manejar los enigmas de un vestuario. Y además, con un espectáculo donde cada vez se acreditan más periodistas —porque cada vez hay más medios, más programas y porque cada vez hay más gente que vive o consume fútbol— que cubren todo: entrenamientos, amistosos, concentraciones, rueda de prensa, partidos.

Entonces, también un entrenador debe “saber declarar” cuando se para rodeado de cámaras y micrófonos. Esta semana, después que todo el mundo elogiara su autocrítica post Quilmes y Banfield, Gamboa declaró entre mal y muy mal: “No rompan más las pelotas, quieren que Colón juegue como el Barcelona”. Quiero aclarar que soy comentarista de fútbol y no columnista de la sección Cultura o Educación de este diario. Digo esto, porque lo último que me preocupa es el exabrupto del “Negro”, porque en definitiva esto es fútbol. Lo que sí es preocupante es la dualidad del mensaje. Porque el entrenador admitió el viernes, en Peña y Arenales, la falta de juego del equipo. Y un par de días después se le salió la cadena diciendo lo que dijo.

Cuando el equipo se le cayó a pedazos sobre el final del año pasado, siempre entendí que Gamboa tenía saldo a favor en la cuenta: no había armado el plantel, no había hecho una pretemporada, no había elegido refuerzos.

Hoy esos argumentos se terminaron, porque pudo hacer todo eso y mucho más. Los cuatro refuerzos (Prediger, Cano, Mendoza y Zaracho) llegaron antes que en otros mercados. El técnico dice ahora que “hubiera traído jugadores de nombres, como se hizo en otros momentos en este club”. No es una explicación seria: trajo los jugadores que quiso traer y debe hacerse cargo. Desde lo posicional trajo un zaguero, dos “5” y un puntero de los que ya no vienen, más allá de las condiciones técnicas de cada uno.

¿No pensó Gamboa en el principal problema que venía de arrastre y es la ausencia de un conductor o por lo menos un socio para el supuesto conductor? ¿No pensó Gamboa en un extremo izquierdo con juego para cuando se tienen que buscar partidos como los de anoche en Santa Fe?

Con las cinco amarillas de Garcé, el bajísimo nivel de Raldes y la fecha de vencimiento de Goux, el colombiano Mendoza debiera debutar sí o sí el domingo contra Godoy Cruz. La pregunta es: ¿está apto para jugar? Y la contrapregunta surge sola, porque si en una cuarta fecha no está para jugar: ¿A qué vino desde Colombia?

Daría la impresión —ojalá me equivoque— de que se improvisó demasiado con las contrataciones: dos no juegan, uno juega mal y el más conocido es el único que va de menor a mayor. Es más, al mejor de los cuatro “lo trajo Lerche”, porque fue el presidente el que insistió con su vuelta. Obvio: a Gamboa también lo trajo Lerche, porque en este barco nadie se hunde o sale a flote solo.

El fútbol tiene algunos versos inamovibles: “Se sale con trabajo”. Si es así, todos serían campeones y nadie se iría al descenso. Hoy, en el fútbol profesional, trabajar no es hacer triple turno. Es más complejo.

Nadie le pidió a Gamboa que Colón juegue como el Barsa. Por lo menos no desde esta columna. Sí, se le pidió que no se mareara por resultados irreales que “tapaban” los errores de funcionamiento, encima contra rivales iniciales de un fixture generoso.

Para estar al frente de un plantel profesional y no morir en el intento hay que manejar a la perfección el vestuario, saber declarar y tener equilibrio en el mensaje. No se puede pasar de un extremo al otro. Ni de Atlas al Barsa. Ni del Barsa al verso.


14

Sin ganar

Un buen tiempo tuvo que esperar Gimnasia para poder ganar de visitante. El dato lo trae el diario El Día, de La Plata: pasaron 14 partidos para que el Lobo volviera a ganar fuera de su ciudad, y por eso también fue tan festejado, ya que no lo pudo lograr en el Apertura anterior.