EN EL CULLEN

Más consultas por hiperobesidad,

pero poca continuidad en la terapia

El hospital cuenta con un programa interdisciplinario que atendió a casi 300 personas entre 2009 y 2010. Sólo un tercio sigue con el tratamiento. En la provincia, el 20 % de la población sufre obesidad. Historias de vida de una enfermedad crónica y discriminatoria.

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Agustina Mai

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Por lo menos, 510 hiperobesos pasaron por el Programa de Obesidad (Probisfé) del hospital Cullen, desde que fue creado en junio de 2007. Durante 2010, ingresaron 30 pacientes más que el año anterior. Si bien la demanda fue creciendo con los años, todavía hay muchos enfermos que no reciben ninguna atención. En la provincia, el 20,2 % de la población padece obesidad, según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2009. Esa cifra creció 4,5 puntos en sólo cuatro años.

¿Quiénes pueden ser atendidos en el Probisfé? “Este programa está pensando para hiperobesos, es decir, personas cuyo índice de masa corporal (IMC), que se obtiene de la relación peso-altura, es mayor a 40, o a 35 y presenta comorbilidad (colesterol, diabetes, hipertensión, etc.). Además, tiene que ser derivado por un médico”, explicó Pilar Mántaras, nutricionista del Probisfé.

Las admisiones se realizan los lunes y sólo se entregan cuatro turnos, ya que el paciente tiene que ser evaluado por todo el equipo interdisciplinario: médico clínico, nutricionista, psicóloga, profesor de educación física y asistente social. Debido a la alta demanda, recién se están otorgando turnos para abril.

Dificultades

Durante 2009 y 2010, ingresaron al programa 298 pacientes, de los cuales sólo continúan 100. Es que justamente lo más difícil del tratamiento es sostenerlo en el tiempo. “El abandono es propio de la enfermedad. Lo más difícil es continuar con el tratamiento. Muchos pacientes están desde 2007, y algunos sólo bajaron 20 kilos. Pero lo importante es que disminuyeron sus riesgos, mejoraron su calidad de vida y están contenidos. Es fundamental que sigan el tratamiento, aunque el descenso sea lento”, señaló la nutricionista.

También están aquellos que asisten la primera vez y no vuelven nunca más, aunque son los menos: sólo 25 personas en los dos últimos años. “La deserción es importante y hay muchas causas. Los costos de venir hasta el hospital, la distancia y también creer que se trata de una solución mágica”, explicó.

Cambio de hábitos

Como la obesidad es una enfermedad crónica, su tratamiento también lo es. “Adelgazar es difícil, pero más difícil es poder mantener el peso”, advirtió Mántaras.

En la obesidad intervienen factores genéticos -que son predisponentes- y ambientales, como la inactividad y la mala alimentación. Una de las claves es cambiar los hábitos alimentarios. “A veces no se trata de que coman demasiada cantidad, sino de mala la calidad. Por ejemplo: toman gaseosas y comen azúcar, harinas, grasas y aceite”, indicó.

La especialista es consciente de que no todos pueden adquirir los productos que se sugieren en una dieta. Sin embargo, advierte que a veces se trata de aprender a comprar. “En lugar de gastar plata en una gaseosa o un jugo, podemos tomar agua e invertir ese dinero en otros alimentos”, ejemplificó.

A la dieta se debe sumar la actividad física. El hospital Cullen les ofrece a los hiperobesos la posibilidad de utilizar su gimnasio, tres veces por semana.

Ahora bien, ¿es posible bajar 50 kilos sólo con dieta y actividad física? La nutricionista aseguró que sí y especificó que se pueden bajar hasta 25 kilos por año.

Dentro del Programa hay pacientes que bajaron hasta 30 kilos, pero que todavía necesitan seguir perdiendo peso. Hasta este momento no hay pacientes que hayan llegado a la etapa de mantenimiento del peso logrado; es una de las tareas más costosas. “Esto es para toda la vida y las recaídas son parte del tratamientos. No se da el alta, sino que el paciente pasa a un mantenimiento, con controles más esporádicos. Pero siempre hay que tenerlo a la vista y contenido”, concluyó.

“Es tan denigrante no tener trabajo”

Edgardo Piazzese tiene 37 años, mide 1,83 m y pesa 205 kilos. Es el único obeso de su familia. Era remisero, pero por su enfermedad no pudo seguir trabajando. Tampoco consiguió otro empleo, aunque asegura tener conocimientos administrativos y de computación. “No tener trabajo es tan denigrante”, suspira decepcionado. Tiene dos hijos, está separado y vive con su hermana.

Hasta los 20 años, Edgardo pesó 87 kilos. “Siempre hice deportes: jugaba a la pelota y al básquet, hacía natación”, relata con resignación ante la dificultad que hoy tiene para trasladarse. Pero todo cambió cuando empezó a trabajar en un remís, hace diez años. “Lo que más me mató fue la falta de actividad física y los desórdenes en la comida”, señala.

A los 25 años, cuando se casó, ya pesaba 150 kilos. “No me daba cuenta de que me estaba haciendo mal. Como todavía me podía mover, no me importaba y seguía comiendo”, se lamenta.

A medida que iba aumentando de peso, atentaba cada vez más contra su salud. “Se me iban complicando las cosas, no podía correr, dejé la bicicleta y de caminar. Tuve cinco neumonías, tengo la aorta dilatada e hipertensión, sufro apnea y problemas óseos, soy insulino resistente y tengo una arritmia cardíaca”, enumera.

Edgardo no tomó conciencia de que su obesidad era un problema de salud hasta que lo internaron por una neumonía. “Estuve complicado. Fue la primera vez que un médico me habló de la obesidad”, relata.

A partir de ese momento intentó varios tratamientos, pero nunca logró sostenerlos en el tiempo. “Hace dos años que empiezo y abandono porque no puedo controlar el tema de la comida: es una obsesión, un descontrol. Los obesos sabemos lo que tenemos que hacer, pero no podemos. Es un vicio, una adicción”, admite.

Edgardo necesita bajar 100 kilos y sabe que eso implica un largo tratamiento. Hace un mes retomó el programa de obesidad del hospital Cullen. De todas formas, asegura que se le complica muchísimo trasladarse al consultorio. “Estoy yendo porque un compañero me lleva en su camioneta, sino no podría ir”.

Por otra parte, plantea sus dudas acerca de la viabilidad de la terapia: “Todos te dicen que tenés que bajar de peso. Uno mira para atrás y se pregunta: ¿cómo hago para adelgazar los más de 50 kilos que engordé durante años?”.

Contactos

Para comunicarse con el Programa de Obesidad del Cullen, se puede llamar al (0342) 4573357, interno 289, de lunes a viernes de 8 a 11. Para contactarse con la asociación “Obesos, familiares y amigos” (OFA), llamar al (0342) 4534603, 156-980348, 154-628541. Funciona en Junín 3542, los jueves de 19.30 a 20.30 (clase de yoga) y los sábados de 10.30 a 12 (talleres de escucha).

/// EL DATO

¿Vuelven las cirugías?

En algunos casos de hiperobesidad, la cirugía bariátrica, se plantea como una alternativa. Para someterse a esta operación el paciente tiene que haber hecho un tratamiento (y fracasado), no tener complicaciones cardiovasculares o problemas de adicción, y ser evaluado psicológicamente.

En el hospital Cullen, se realizaron sólo dos operaciones bariátricas hace cinco años. Actualmente, se está viendo la posibilidad de volver a hacerlas.

El Dr. Bruno Moroni, del servicio de cirugía del hospital Cullen, señaló que, dentro de este programa, existen pacientes que están en preparación para ser operados. “Cuando se va a intervenir en una cirugía de este tipo, el paciente es evaluado por todo el equipo de obesidad mórbida. Es fundamental la predisposición psicológica, porque algunos creen que la cirugía es una solución mágica. No es así, sino que tiene que estar totalmente acompañada por un cambio de hábitos y estilo de vida”, advirtió el cirujano.

Moroni se mostró optimista acerca de la posibilidad de concretar alguna operación en el transcurso de este año. “La idea es retomar las cirugías y hace tiempo que estamos trabajando para lograrlo”.

De la cama al comedor

Desde hace diez años, los días de Isabel Marticorena son todos iguales: sin moverse de su casa debido a su obesidad mórbida. No es una mujer alta y pesa cerca de 180 kilos.

“Duermo muy poco, aunque me la paso acostada, miro televisión o me pongo a leer, pero cada vez tengo menos ganas... Antes tejía, cosía, hacía manualidades, pero por la tendinitis no puedo hacerlo más. Pienso todo el día...”, resume su rutina.

De joven, Isabel era flaca, pero con los embarazos -tiene dos hijos- engordó 30 kilos y le costó bajarlos. “Pero mientras yo podía moverme, no me importaba”, remarca.

Su familia tenía un buen pasar: un comercio, una casa y dos autos. Pero con la crisis de 2001 perdieron todo. “Caí en un pozo y empezaron los problemas. Me empecé a quedar en la cama por problemas en la rodilla y empezó un círculo del que no pude salir. En 2003, uno de mis hijos se fue a España y a mí se me fue la mitad de mi vida”, relata esta mujer de 61 años.

Toda esa angustia encontró su derrotero en la comida. En 2005, fue internada en el hospital Iturraspe. Allí se enteró, gracias a que la pesaron en la balanza de la cocina, que llegaba a los 223 kilos. Dos años después la internaron en la clínica de Cormillot y ahí logró bajar 50 kilos. “Después de eso fue el abandono total”, se lamenta de la nula atención médica que recibe actualmente.

El único especialista que le controla los 21 medicamentos que toma a diario es su doctor de cabecera -del hospital Iturraspe-, que la visita a domicilio porque Isabel no puede caminar ni ser trasladada.

Cuando se creó el Programa de Obesidad del Cullen, Isabel fue atendida en su casa por el equipo interdisciplinario. “Venían una vez por semana, después cada 15 días, una vez al mes y después no vinieron más. Ellos querían que yo vaya al hospital. El año pasado fui un par de veces, pero se me complicaba trasladarme y no fui más”, relata.

Lo que más desea Isabel es ser internada en un lugar donde esté atendida y contenida. “En casa no puedo hacer nada. No tengo quién me haga las compras o me cocine, entonces termino comiendo lo que puedo. Cuando no tenés plata, echás mano a lo que tenés y se hace difícil comer lo que te indican los médicos”, concluye.

7 de 10

pacientes

que están en tratamiento en el hospital Cullen son mujeres.

44,3 %

de los pacientes

que asisten al Programa de Obesidad tiene entre 45 y 64 años.

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