Y VOS... ¿EN QUÉ ANDAS?

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Roberto Mayorana

Jefe de prensa del TC 2000

EN UN CHEVROLET CORSA

—¿Lo compraste porque te gustó o fue un negocio?

—Lo compré porque tenía un amigo que me lo recomendó. Lo tengo desde que tenía 28.000 kilómetros y hoy por hoy tiene 40.000. Está impecable. Lo que pasa es que por el trabajo me manejo en una Chevrolet DC 10. Aclaro que no soy hincha de esa marca (risas).

—¿Qué es lo mejor que tiene?

—Es un auto que consume muy poco. Tuve oportunidad de hacer dos viajes y realmente es económico. Lo que no me gusta es que tiene cierta tendencia a ser demasiado “nervioso” de trompa. Y cuando los autos no van firmes adelante, tampoco van firmes atrás. Es muy difícil acomodarlo. Hay que tener cuidado al hacer una maniobra brusca en la ruta a alta velocidad.

—¿Tenés alguna de esas anécdotas curiosas que se recuerdan con humor?

—Sí. Yo tenía un 147 diésel que nunca me había dejado a pie hasta un día que se paró en el cruce de avenida 9 de Julio y Chile, en Capital Federal. Lo que le había pasado es que se había roto el solenoide de la bomba de gasoil y eso hizo que se corte el paso de combustible. Me acuerdo que quise abrir el auto y de la bronca que tenía le arranqué la manija. Peor porque me quedé encerrado adentro del coche, así que tuve que abrir el vidrio y sacar la mano para abrir la puerta. Ese 147 se lo vendí a un amigo mío con 300.000 kilómetros. Hoy debe tener unos 400.000 y sigue funcionando. Nunca le hicimos nada en el motor. Un coche muy noble.

—¿Cuál fue tu primer auto?

—Yo soy amante de las motos pero una vez vendí una que tenía y me compré un Gordini 850, modelo ‘62. Lo tuve muy poco tiempo porque enseguida compré un Siam Di Tella y después adquirí un Ford ‘39, el que tuve mucho tiempo.

—¿Tuviste ganas de quemar alguno de tus autos alguna vez?

—Sí. Yo soy de La Plata e íbamos a Estancia Chica a ver carreras de autos en el Gordini, coche en el que entran 4 ó 5 personas, y nosotros íbamos 7 u 8. Y le dábamos bastante, entre otras cosas nos parábamos arriba del techo para ver las carreras. Un día, estábamos llegando a Estancia Chica y el coche se paró y no quiso arrancar nunca más. Tuvimos que dejarlo y seguir a pie, y la verdad es que deseaba que se lo llevaran, pero cuando volvimos, todavía estaba ahí.

—¿Sos de maltratar los coches?

—No, para nada. Incluso a mí me gustan los autos originales y no adhiero al tunning, porque entiendo que si varios ingenieros pensaron cómo fabricar un coche, no se debe tocar. Yo no maltrato los autos pero sí los uso muchísimo, por mi trabajo. Soy de respetar los services, porque de eso depende la vida útil. Una vez, al 147 le empecé a echar aceite en el tanque de nafta, porque me lo había sugerido un amigo. Se le llamaba “aceite lavador” y venía en tacho.

—¿Cuál es el auto de tus sueños?

—Hace algunos años que estoy buscando un Ford A. A mí me gustan los autos clásicos y estaría bueno poder restaurar uno. Obviamente que me gustan los autos modernos y sería lindo tener una Ferrari, un Porsche o un Masseratti, pero el coche antiguo tiene otra magia, otro olor.

—¿Qué consejo le darías a los automovilistas de calle?

—Es muy difícil cambiar al automovilista de calle. Nos pasa a todos y en todos los órdenes de la vida. Cuando te acostumbraste a algo, es difícil deshacer eso. Hay que trabajar al respecto con los chicos, porque cuando te subís a un auto y tu hijo te dice “papá, ponete el cinturón”, eso te queda de por vida. Algunos dicen que hay que cambiar las normas de tránsito, y yo digo que primero hay que cumplir las que están vigentes. Después vemos si hay alguna que debemos modificar. Si el cartel dice 80 y vas a 160, estamos al horno. Por algo, te piden que no sobrepases los 80, entonces hay que cumplirlas.