ENTREVISTA CON EL ARTISTA GUILLERMO ROUX

“Hice una pintura hacia el presente, juntando a representantes con representados”

“Hice una pintura hacia el presente, juntando  a representantes con representados”

Como un friso. La pintura, planteada con una dominante horizontal, muestra a La Constitución -de blanco y en el centro- marchando hacía el frente, codo a codo con el pueblo. La imagen integra la Ley Fundamental, encarnada en una bella mujer común, con los ciudadanos -su fuente de legitimidad- que en conjunto avanzan sobre el recinto legislativo como un constante recordatorio de su naturaleza, sentido y función. foto: daniel dapari

El pasado miércoles se presentó, en Diputados, el lienzo “La Constitución guía al pueblo” (de 7 por 3,50 metros), ideado y plasmado por el gran pintor argentino. Aquí, reflexiones de Roux sobre su propio proceso creativo, el que va de la propuesta a la concreción de la obra.

 

Estanislao Giménez Corte

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Un modo de hablar pausado, pero firme y cálido, se entremezcla con el insoportable trajinar de motores de la calle. Viene de afuera, el ruido, y se suma al de adentro, propio del hall de un hotel céntrico: celulares y tacos, y mocasines y voces. Allí, en esa mélange sonora, artista y periodista, fotógrafo y representante, mujer del artista y algún recién llegado, como suspendidos durante tres cuartos de hora, conversan. Conversan -conversamos- en la cadencia impuesta por Guillermo Roux, un hablar acompasado y sereno, como si no estuviera aquí, hoy: una mañana frenética, en el centro de la urbe frenética, con gentes idem.

Prestigioso artista de vasta trayectoria, con premios por doquier y exposiciones en diversas latitudes, Roux tiene un hablar como el de quien observa una nutrida y bien equipada biblioteca o archivo -su propia experiencia- antes de responder. Más que otra cosa, más que ninguna cosa, en la conversación se hablará sobre los misterios y la naturaleza del proceso creativo; de su propio proceso. Roux, como se sabe, estuvo en la ciudad para la inauguración de “La Constitución guía al pueblo”, mural encargado al maestro por la Cámara de Diputados de la Legislatura provincial. El lienzo ocupa ya el espacio que hace décadas debió alojar a “Los Constituyentes de 1853”, de Antonio Alice. Pero ésa es otra historia. Ésta, la de hoy, es la historia del hombre que ve y se enfrenta a lo hecho.

ALGO AHÍ DETRÁS QUE SE PRESIENTE

—¿Cómo es, en su caso, el proceso que va de la convocatoria al hallazgo de la idea?, ¿cómo trabaja, tiene un método específico?

—Son diferentes caminos. En el caso de una pintura como ésta, el primer movimiento lo produjo quien lanzó la idea. Es una cosa. Otra cosa es cuando soy yo mismo el autor. Son procesos creativos levemente diferentes. Pero siempre hay un “algo” que motiva o empuja las ideas. Y eso es un hábito que tengo desde muy chico.

—Esa motivación ¿está acompañada por el trabajo de bocetos, la lectura, los recuerdos?

—Esa motivación es una mezcla. De la realidad y de imágenes internas que están dormidas, hasta el momento en que aparece la motivación. Y entonces salen a flote y se mezclan con la realidad; es una conjunción. A veces es feliz y otras no. Cuando no es feliz uno no hace nada, y cuando funciona...

—Ahí hay un hallazgo, algo que unos llamarán inspiración o iluminación...

—Yo lo llamaría inspiración. Hay algo que uno visualiza, que no se puede explicar (...) eso lo toma por completo (a uno) y eso “es” (sic).

—¿A usted le pasa que aparece súbitamente una idea?

—Sí, a veces se ve claramente y a veces tarda, pero uno lo presiente...

—¿Y en este caso?

—Uno presiente que hay algo detrás, y se queda quieto (risas). Forzar es peor (...) uno aprende -con los años- a conocerse y a darse cuenta de qué cosas pueden fructificar y cuáles no. Aprende a inclinarse a aquellas imágenes que son más acordes con su personalidad. Eso finalmente es el estilo.

—¿Siempre tuvo esta modalidad o dinámica de trabajo, o con la experiencia adquirida se fue modificando?

—Lo tuve siempre, de muy chico. Y con los años se fue concretando más...

—¿En qué cosas lo benefició y en qué cosas lo perjudicó el hecho de que su padre haya sido un gran artista?

—Tuve las dos partes (risas). La primera parte fue muy útil porque me introdujo, rápidamente, en un mundo que para mí era interesantísimo, mucho más que la escuela. Y muy chico ya comencé a intervenir y trabajar en editoriales, revistas. Por otro lado, más adelante, en los años de la juventud y adolescencia, empecé a tener mis propias ideas y ahí empezaron los conflictos, tendencias, ideas. Yo quería hacer mi propio camino, y muchas cosas él no las veía bien y aquí estoy. No es que sea malo, es un ejercicio, pero los que lo padecen son los que están alrededor.

UN LENGUAJE ABIERTO, PARA TODOS

—¿Qué cosas del muralismo le han interesado en su momento; o, más bien, por qué dedicarse al mural?

—He hecho un camino muy largo, he trabajado con grandes galerías, he trabajado con grandes museos, he tenido una experiencia muy importante, pero siempre tuve el interés por trabajar en equipo, que me gusta mucho. Y, además, me he preocupado por tener un lenguaje que llegara a todas las personas, un lenguaje que no por llegar a todas las personas tiene que ser banal, ordinario y vulgar. (Pretendo) llegar con un nivel aceptable de calidad y compromiso. Finalmente yo creo que la pintura mural tiene un aspecto importante: que es didáctico; y me interesa muchísimo el contacto con las personas, sea con los intelectuales, como con los no intelectuales. Es esencialmente una idea de comunicación, de llegar a la mayor cantidad posible de gente.

—¿Qué cosas nos puede contar de aquel proceso en relación con esta obra en particular?

—Entraña una cantidad de responsabilidades muy importantes; tiene un antecedente histórico pesado, no es broma, y el tema tampoco lo es. En el caso del maestro Alice, esa pintura es una reconstrucción espacial de lo que fue el Cabildo, o sea que en un primer plano está el presidente y los congresales atrás, y hay un ambiente con el techo curvo, iluminado con luz de vela, hay una penumbra; la pintura es de la superficie hacia atrás; se abre un espacio en la pared, es como un espejo (...), de un lado los diputados y del otro los próceres que hicieron posible la Constitución. Un espacio real y un espacio virtual, digamos. Es a partir de la línea de la pared que se da el espacio del recuerdo o del pasado que se conecta con el presente: ése es el concepto de Alice. En mi caso, yo cambié: primero, no hice un cuadro de historia, porque implicaría una investigación que ya está hecha, que para mí pertenece a otro tiempo, y no es el momento del país. Lo que hay que mirar más no son cosas del relato histórico, por grandioso que sea; hay que empezar a construir hoy, y creo que las imágenes tienen que ser renovadas (las banderas, los escudos) (...) todo esto viene de la necesidad de renovar los símbolos. Muchos sectores se rebelan a este tipo de cosas, pero son parte de lo viviente: ¿uno de qué vive?, de símbolos, de palabras que tienen un sentido (...) Me pareció que hacer una reconstrucción histórica para la Legislatura estaba, primero, fuera de mis posibilidades, y segundo, que no era el momento. Entonces decidí que en lugar de hacer una pintura hacia adentro, es decir, hacia el pasado, fuera una pintura hacia el presente; hice algo que no se ha hecho, creo, que es juntar a representados con representantes, traje la gente de la calle, que va a entrar en el Parlamento, en una suerte de friso. Están frente a frente, y en este sentido, los representados se juntan con los representantes (...) es una presencia de gente que viene a reclamar a los que han sido votados para eso, para que los representen, para que simplemente cumplan con sus obligaciones, nada más; eso es todo. Y ya es mucho...

¿Suerrealismo?

Tengo una tendencia a las representaciones teatrales. El teatro, el circo, la danza, la música me gustan mucho. De tal forma que toda mi pintura tiene algo de coreografía; de representación no realista, en el sentido temporal. (Mi obra) remite a una forma poética, aun dentro de la realidad. Y algunos a eso le ponen el nombre de surrealista (...) Yo creo que es una forma de realidad, de realidad interna y externa, no hay una realidad, la realidad es según los ojos que la miran”.

Guillermo Roux

durante la charla con El Litoral.

FOTO: MAURICIO GARÍN

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En su estudio. El maestro Roux, con el pincel en la mano, mientras trabajaba en la última etapa de la pintura mural.

foto: roberto pera/handout

Una trama borgeana

Además de su conocida pericia artística, los Roux han sido noticia últimamente por una historia de ribetes novelescos, que cuenta la propia esposa del artista, la fotógrafa Franca Beer. “(En el año ‘85) Vino a Buenos Aires un crítico y poeta francés amigo nuestro, Jean Dominique Rey, y le preguntamos a quién quería conocer de la Argentina: él nos dijo que a Jorge Luis Borges (...) Borges nos recibió en su casa, justo el día anterior a que nuestro amigo se fuera a París. Le hizo una entrevista en francés, maravillosa; Guillermo, en tanto, hizo un retrato de Borges. Mientras, yo sacaba fotos de Borges entrevistado y de Guillermo haciendo el retrato (...). Cuando terminó la entrevista, Rey le preguntó a Borges si le podía dar unos poemas inéditos para agregar a su entrevista, que iba a publicar una revista francesa (“Supérieur Inconnu”). Borges le dijo que sólo tenía uno en ese momento. Y que tendría que buscar los otros al día siguiente. Como Rey se iba de viaje, fui yo. Volví, me recibió (...) ‘tráigalos y me los lee’, me dijo Borges (...). Me entregó cinco poemas, se los mandé a mi amigo, que los tradujo y los publicó (...) a los dos meses, Borges muere, en Suiza. El retrato que le hizo Guillermo fue el último en vida. Esos poemas se los mandé a un amigo de Mendoza; le conté que tenía cinco poemas inéditos (esa persona es Coco Romairone, quien se los dio a Jaime Correas). Luego, esos poemas fueron enviados a la Universidad de Cuyo, y de ahí pasaron a la Universidad de Medellín. Nunca fueron incluidos en antología alguna, salvo uno. En Medellín los leyeron; uno de los escuchas, el médico Héctor Abad, los copió en un papel y se los guardó en el bolsillo. Salió de la universidad y murió acribillado por sicarios. Años después, el hijo de este señor, Héctor Abad Faciolince, poeta colombiano, escribió un libro con la búsqueda del origen de este poema. Se preguntaba de quién era ese poema que su padre había transcripto y de dónde lo había sacado. El poema se llamaba ‘Ya somos el polvo que seremos’. Faciolince, para escribir el libro (‘Traiciones de la memoria’ (2009) siguió la pista: fue a Francia a verlo a Rey; fue a Mendoza a ver a Romairone; viajó a Buenos Aires a vernos a nosotros. Y cada uno de nosotros se equivocó en algo al contarle la historia, por eso el título del libro”.

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