¿Las obras sociales deben cubrir los tratamientos de fertilidad asistida?

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En los últimos dos años, el Iapos enfrentó cinco demandas judiciales de afiliados que reclaman que se cubran tratamientos de fecundación asistida. En la Argentina no hay una ley que establezca la responsabilidad del sistema de salud en estos casos.

 

Gastón Neffen

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El debate sobre si las obras sociales deben cubrir los tratamientos de fertilidad asistida sumó un nuevo capítulo. La semana pasada la Cámara de Apelaciones de Rosario decidió revisar un fallo de primera instancia y resolvió que el Iapos no estaba obligado a cubrir los tres tratamientos de fertilidad asistida que demandaba una beneficiaria. Este caso vuelve a dejar expuesto el vacío legal que existe en el país sobre un tema de salud complejo.

En los últimos dos años, el Iapos acumuló cinco causas judiciales de afiliados que reclaman la cobertura de distintos tratamientos de fertilidad asistida. La obra social de la provincia todavía no pagó ninguno, pero los amparos siguen su trámite en los distintos niveles de la Justicia. Lo interesante es que en algunos casos los jueces les dan la razón a la obra social y en otros a los pacientes. Esto pasa porque en la Argentina no hay una ley de fertilidad que reglamente un conjunto de prácticas médicas que además son caras y de alta complejidad.

Hay otro punto delicado, la tasa de éxito de estos tratamientos. El Dr. Edgardo Young, que es uno de los directores del Instituto de Ginecología y Fertilidad (Ifer), asegura que en los últimos 30 años el porcentaje de éxito creció del 15% (en los 80) a cerca del 50%, aunque siempre hay que contemplar las características de cada pareja, la complejidad de los cuadros médicos y el nivel científico de los centros médicos.

En una entrevista con El Litoral, Miguel González (director del Iapos) planteó que una ley de fertilidad, que supone un acuerdo social sobre este tema, es clave para poder establecer hasta dónde llega la responsabilidad de las obras sociales en estos casos.

—¿Por qué el Iapos no cubre los tratamientos de fertilidad?

—El problema es que no hay una ley nacional que enmarque este tema y reglamente todos sus aspectos. Si la infertilidad va a ser considerada una enfermedad, y está claro que hay argumentos para sostenerlo, deberíamos contar con una norma nacional que clarifique cómo se va a tomar el tema de la infertilidad. Al momento de intentar un tratamiento de este tipo, las decisiones de los individuos se fundan en criterios propios que nosotros respetamos. Pero al abordarlo desde el punto de vista sanitario, la obra social tiene que tener claro cuál es su nivel de responsabilidad.

—¿Cuáles serían las cuestiones que habría que definir y reglamentar?

—En primer lugar no está claro en qué casos debería cubrirse este tipo de prácticas. Es decir, quién decide cuando a una pareja se la considera infértil. Es un tema de debate. Hay médicos que dicen que cuando una pareja sexualmente activa lleva un año de intentos de embarazo negativos puede considerarse infértil. Pero hay otros profesionales que hacen diagnóstico distinto y plantean que la supuesta infertilidad en realidad puede relacionarse con otro tipo de causas y no sólo las orgánicas, como por ejemplo las socioambientales, las culturales y los problemas de estrés.

—Además, está el debate de cuántos tratamientos de fertilidad deben contemplarse.

—Es cierto. Hay distintas opiniones. Algunos creen que no menos de tres, por el nivel relativo de efectividad de los tratamientos. Pero cómo se establece esa línea. Es una cuestión que debería estar acordada y plasmada en una norma. También creemos que es necesario clarificar la relación entre el costo y el precio, y establecer quienes son los prestadores autorizados a realizar tratamientos que son de alta tecnología.

—¿Qué pasa con los aspectos bioéticos?

—Deben debatirse en forma social y comunitaria, con la participación de los especialistas y de todos los sectores. Como decía es clave definir hasta dónde llega la responsabilidad del sistema de salud. En temas tan complejos como la ovodonación, la criopreservación de los embriones o incluso los casos en los que una mujer “presta” su útero para alojar el embarazo de otra pareja. La pregunta es si las obras sociales pueden introducirse en temas que parecen no estar del todo “zanjados” desde el punto de vista bioético. Por eso, insisto en la necesidad de un debate profundo. Una obra social no puede fijar sola estos criterios. No es correcto. El marco de acuerdo tiene que ser mucho más amplio.

—¿Cómo analiza la obra social los distintos amparos que vienen enfrentando?

—Todavía no hemos pagado efectivamente ninguno, lo que no quiere decir que en algún momento no haya que hacerlo. Los casos son de los últimos dos años. En total, hay cinco beneficiarios que demandan que se les cubra un tratamiento de fertilidad. Hay fallos de primera y segunda instancia en los que se rechaza el recurso del beneficiario. Hay otros que en primera instancia se le dio la razón al beneficiario y en la apelación a la obra social. Y hay casos que se han rechazado en primera instancia, en segunda se les dio la razón al beneficiario y nosotros apelamos a la tercera instancia: la Corte Suprema de Justicia.

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Creemos que es necesario clarificar la relación entre el costo y el precio de estos tratamientos, y establecer quiénes son los prestadores autorizados a realizar prestaciones que son de alta tecnología”.

Miguel González

Director del Iapos

Desarrollo.

El porcentaje de éxito de las técnicas de reproducción asistida se incrementó de un 15% (en la década del 80) a cerca del 50% en los centros médicos de punta. Pero, es una tasa que varía según las características de los pacientes y del cuadro médico.

150 a 200

pesos cuesta una caja de 30 unidades de comprimidos de estimulación ovárica, un tratamiento de baja complejidad.

450

pesos cuesta un espermograma.

25 mil

pesos en adelante sale un tratamiento de alta complejidad, por ejemplo una fertilización in vitro.

 

“Yo no elegí tener problemas de ovarios, es una enfermedad”

 

Yanina Solís lidera en Santa Fe la asociación civil “Sumate a dar vida”. El año pasado vivió una experiencia traumática, pero no bajó la brazos. Faltan 92 mil firmas para que el pedido llegue al Congreso.

Lía Masjoan

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En Santa Fe, una de cada cinco parejas tiene problemas para concebir de manera natural y no cuenta con una ley que les permita la cobertura de los tratamientos de fertilidad. En ese contexto, la asociación civil “Sumate a dar vida” sigue buscando las 300 mil firmas que habiliten la discusión en el Congreso Nacional.

La impotencia, el dolor y la desesperación se multiplican en miles de casos, como el de Yanina Solís, quien trabajando como empleada doméstica logró ahorrar los 27.500 pesos para hacer un tratamiento para quedar embarazada, que de nada sirvieron.

“En un ataque de locura y ansiedad pedí que me dieran los embriones y los tiré al río”, cuenta la joven que vive en barrio Barranquitas. Todavía intenta superar el dolor que le causó un tratamiento fallido de fertilización in vitro, hace casi un año. “Mi historia es patética”, piensa en voz alta esta santafesina de 31 años que lidera la filial local de Sumate Santa Fe.

Tras buscar un embarazo durante una década, junto a su marido desde los 16 años, en abril de 2010 se sometió a un tratamiento. “Fertilizaron 12 pre-embriones, pero de tanto que punzaron uno de mis ovarios para extraer óvulos, estalló. Me internaron y cuando salí de la terapia intensiva una médica me dijo que no iba a poder tener más bebés, porque el útero no había quedado en condiciones y me habían dejado un solo ovario para que no fuera una menopáusica precoz. ¿Te imaginás cómo me puse?”, pregunta, toma aire y continúa. “Estaba desquiciada, mal psicológicamente. Todo el mundo me quería convencer de que no retirara los embriones de la clínica, pero cuando me dijeron que nunca más iba a poder tener bebés decidí que no iba a donar a nadie esos embriones; no iba a permitir que mis hijos anduvieran por cualquier lado; no quería que nadie los tuviera, si eran míos”.

En ese estado tomó la peor decisión de su vida, por la que está “mil veces arrepentida”. Los tiró al río. “Y hubiese podido quedar embarazada. Cuando llegué a Santa Fe y le conté a mi ginecólogo de toda la vida, me quería matar. Para mi marido fue un mundo. Pero ya está, no quiero hacer ceniza del árbol caído”, asegura con una entereza que le permite sobreponerse al nudo en la garganta y contar la historia sin derramar una sola lágrima. “Es muy feo que te pasen cosas así, que marcan tanto tu vida, por el simple hecho de tener lo que una mujer más anhela: un hijo”.

Buscan firmas para dar vida

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Quiero ser mamá, quiero tener bebés y más porque sé que puedo tenerlos”.

Yanina Solís

Asociación civil “Sumate a dar vida”

“Todos tenemos algún conocido que tiene esta dificultad”, asegura Yanina, quien después de “la mala experiencia” que vivió decidió participar para que Santa Fe se una a Sumate a dar vida.

El objetivo inmediato de la asociación civil es conseguir 300 mil firmas (van 208.162) para que el Congreso Nacional trate una ley que reconozca a la infertilidad como una enfermedad, que requiere la cobertura de las prácticas médicas. “Yo no elegí tener problemas de ovarios ni de trompas, de hecho es una enfermedad”, argumenta. También es un espacio para que quienes tienen dificultades para concebir puedan acompañarse en los tratamientos, darse apoyo y contención mutua en los fracasos y en los éxitos y comentar experiencias.

En la Argentina, sólo la provincia de Buenos Aires tiene ley de fertilidad. Fue sancionada el 2 de diciembre del año pasado, e incorpora entre las prestaciones de las obras sociales la cobertura de los tratamientos de fertilización asistida. Además, garantiza el tratamiento a los habitantes sin obra social que tengan como mínimo tres años de residencia. Santa Fe aún no ha comenzado a transitar ese camino. Aquí ni siquiera es reconocida como una enfermedad.

“Juntar firmas no es una tarea fácil”, admite. Quien sale a la calle a mostrar su rostro y a explicarle a la gente que tiene problemas para concebir, para poder procrear y tener hijos asume un rol difícil. “Hay que poner la cara para contar algo tan íntimo, un problema que mucha gente ni siquiera habla con su propia familia”.

Con “Sumate a dar vida”, Yanina siente que hace algo por ella y por los demás. Lejos está de intentar otro tratamiento de alta complejidad. “Ahora no estoy preparada, pero soy súper joven y no sé qué me va a agarrar más adelante. Quiero ser mamá, quiero tener bebés y más porque sé que puedo tenerlos”. Mientras cura las heridas y espera mejores tiempos para reiniciar la ansiada búsqueda, en febrero comenzó a transitar el camino de la adopción. “Nuestro anhelo es tener un hijo, ser padres. Ya no importa si no es por el camino biológico”.

Técnicas reproductivas

Fuente: Reproducción asistida ORG

Hay distintos tratamientos médicos para conseguir que una pareja que tiene problemas de fertilidad logre el embarazo. Los más comunes son:

 

Inseminación artificial (IA). Es una técnica de reproducción asistida sencilla que consiste en el depósito de espermatozoides de manera no natural en el aparato reproductor de la mujer, con el fin de conseguir un embarazo.

Fecundación in vitro (FIV). Consiste en la extracción de los óvulos de la mujer por punción a través de la vagina y su fecundación con los espermatozoides del varón en el laboratorio. Los embriones se depositan, pasados unos días, en el útero materno mediante transferencia intrauterina.

ICSI. La sigla significa microinyección intracitoplásmica de espermatozoides. Es una técnica de reproducción asistida similar a la fecundación in vitro convencional, con la diferencia de que la inseminación de los óvulos se realiza al introducir un espermatozoide en el interior del óvulo mediante una microaguja.

Donación de óvulos. La donación de óvulos es un proceso mediante el cual cualquier mujer sana y joven, que lo desee y que cumpla con los requisitos e indicaciones necesarios, puede donar una pequeña proporción de sus óvulos a otras mujeres o parejas que tienen inconvenientes para tener hijos.