Lo innombrable

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Por Raúl Fedele

“Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán”, de Jorge Fernández Díaz. Sudamericana, Buenos Aires, 2011.

Crimen, violencia, desesperación, denuncia, son ingredientes habituales del policial negro; en estos cuentos de Fernández Díaz hay un plus, dictado quizás por la cercanía de los hechos históricos (crimen, violencia, pesadilla) que intervienen en los argumentos, que le dan marco y a veces constituyen su base anecdótica.

Hay también un grado de sordidez mayor -y más grave, y diferente- a la que nos tiene acostumbrado la tradición anglosajona del género; una sordidez dictada por ese marco histórico argentino de las últimas décadas, y por las escenografías que varían con un salto de la opulencia a la miseria, pero cuya señal más original está dada por el estilo, en la línea de nuestros escritores más duros, con Roberto Arlt a la cabeza. Una sordidez que aparece en innumerables detalles, como el baño del bar en el que el periodista investigador, el “cagatintas”, el héroe antihéroe Malbrán, tiene que buscar las indicaciones para el rescate de un secuestro, y debe esperar las largas maniobras capilares de un cuasi calvo, fingiendo “una diarrea silenciosa”, antes de poder trepar hasta el depósito y palpar “la roña acumulada” sobre él. O el entrenador del pobre gimnasio de box, que “había entrenado a varios centenares de matungos y a dos o tres campeones desagradecidos”, y que en lo que atañe a Malbrán (a pesar de su pasado montonero y su entrenamiento militar) se había remitido a enseñarle “de buena fe algunos trucos, y no tanto para dar, sino apenas para aprender a recibir con un poco más de decoro”.

El volumen incluye seis cuentos en los cuales el diálogo ocupa un papel esencial, concentrando felizmente el desarrollo, la acción y resolución de las historias, con una recurrente irrupción de buen humor que quizás sea la característica en la que mejor se advierte la apasionada lectura de Chandler, Hammett & Cía.

Emilio Malbrán es el “cagatintas” investigador de estos relatos en los que un crimen en las redes de la mafia futbolera, un evadido de la cárcel, un pedido de rescate por las manos de Perón, el secuestro extorsivo de un empresario amigo son la puerta de acceso a un vértigo de corrupción y violencia, la cara más oscura de una sociedad enferma.

En el epílogo, Jorge Fernández Díaz cuenta que los cuentos reunidos en Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrán nacieron como folletines, al comienzo en La Razón, donde el autor trabajaba en la sección policial, y después en El diario de Neuquén. Pasados los años, se decidió a rescatarlos y corregirlos: “¿Cómo hace un hombre de cincuenta para pulir la prosa de un muchacho de veinticinco? ¿Dinamita todo y lo escribe de nuevo? ¿O se atiene a limar las vergüenzas y a dejar que el relato exude el amateurismo con que fue escrito? ¿Le quita uno el aire folletinesco o lo deja para no traicionar su espíritu?”.

El resultado es más que recomendable. Cuentos ágiles, apasionantes, verosímiles, en los que se filtra una verdad innombrable de otra manera. Como en toda buena ficción.