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¿Surcos solidarios o especulativos?

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Mano a mano. El campo ha dado muestras de saber cooperar para salir adelante. Es hora de integrarlo a la ciudad, sostiene el autor. Foto: archivo.

El autor defiende la labor del hombre de campo, más allá de los discursos y la política, como factor fundante del sector productivo y clama por volcar esos discursos en obras de infraestructura tan necesarios.

 

Roberto F. Bertossi (*)

Si de agregar valor, si de generar escalas, si de dinamizar, reconvertir y diversificar la economía productiva, si de generar empleo decente, si de mitigar y atenuar presiones tributarias, si de instalar y profundizar la mejor cultura ambiental, si de lograr asociativismos y alianzas estratégicas múltiples y diversas (para nuevas leches, aceites y derivados de soja, biodiésel, etanol, etc.); si de tanto se trata, buena parte del sistema cooperativo agrario resume, centrifuga y resuelve satisfactoriamente mucho más que un poco de todo eso y, lo hace, lo debe hacer, sin intermediarios ni fines de lucro si se entiende a estos en términos de “valor supremo”.

Este sector cooperativo autóctono conforme sus distintas versiones y/o expresiones telúricas, en el transcurso que va desde su establecimiento en el año 1904 -con la primera cooperativa agraria propiamente dicha, “La Liga Agrícola Ganadera de Junín” al norte de la provincia de Buenos Aires- hasta el desenvolvimiento y expansión actual, evidenció crisis diversas que obligaron a la liquidación de muchas empresas cooperativas del campo, a otras languidecer, a otras quebrar, fusionarse o ser absorbidas por diferentes motivos: a) Políticas nacionales conservadoras o antagónicas; b) Gerentismos; c) Fragilidades: de fidelidad asociativa, tecnológicas, innovativas; de investigación, de industrialización, de administración, de contabilidad y/o de comercialización; d) etcéteras.

Cuota de paternidad

Por estos días y si bien no se puede hablar como de “un avatar”, el reverdecer del cooperativismo agrario con sus ruralidades, es al menos promisorio, aún y todavía sin los acompañamientos administrativos, crediticios y tributarios esperables y pertinentes entre otros incentivos concretos procampo.

En efecto, es impostergable avanzar en infraestructuras (secundarias y terciarias); caminos, electrificación rural, elevadores, almacenado, secado y clasificación de granos. Un buen ejemplo es el reciclado complejo chaqueño Barranqueras-Puerto Vilelas, que prontamente podría operar hasta cinco millones de toneladas cerealeras, lo cual debería alentar legítima y preferentemente a pequeños y medianos productores cooperativos (titulares de entre 50 a 500 hectáreas). La población productora y pymes rurales posee a más de su tercera parte asociada en auténticas cooperativas de servicios rurales genuinas, siendo el porcentaje más elevado el correspondiente a los productores y campesinos con explotaciones oscilantes entre 100 y 200 hectáreas, esto es un 37% aproximadamente del total de las cooperativas agropecuarias argentinas según sus características configurantes más singulares, apropiadas y distintivas que le han merecido la promesa de participar directamente en un 33% de las exportaciones de su sector. Dicho sea de paso, un sector campestre relevante y preponderante no solo por su inédito aporte a la productividad de la economía sino por “su gran cuota parte de paternidad” en la competitividad política y administrativa actual.

Históricamente justo es recordar que, desde siempre, el productor agropecuario tuvo que enfrentarse admirablemente con la inferacidad de los suelos, los climas adversos, los montes tupidos e impenetrables, las plagas, las inclemencias, el agio, la especulación, la inflación, los desabastecimientos e incertidumbres.

No obstante y sin perjuicio de meritocracia semejante sin par, también será justo y honorable aseverar la constante armonía y amistad conservada secularmente entre agro y ambiente; entre agrariedades y solicitud alimentaria cuantitativa y cualitativa pero, fundamentalmente, subrayar y revalorizar la consecución de un sostenido y admirable equilibrio entre recursos lecheros, cárnicos, cerealeros y forestales; disponibles y distribuibles gracias a tantos hombres, mujeres y jóvenes de campo.

Piel de cordero

Ahora bien, así como nobleza obliga reivindicar, impulsar y reimpulsar asociativismos y emprendimientos agrarios, corresponde también advertir y denunciar ciertos avances mercantilistas especulativos indebidos incluso con atavíos seudocooperativos, propios de agrarismos insolidarios, e inconvenientes. L a sorprendente coyuntura de una oleaginosa, legumbre o leguminosa fabacea viene provocando y socavando de modo tal que, su imparable e inaceptable expansión nos empezó (o empezará) a privar, escasear y/o encarecer alimentos básicos como la leche, la carne, el pan, las frutas y verduras en general; avances e intromisiones desreguladas y fuera de control que urge revertir sin más demoras ni “distracciones” irresponsables, públicas y privadas.

Finalmente entonces, ya en vísperas de nuestro mes patrio por excelencia, bueno será acordar, coincidir y proceder a dar al campo lo que es del campo y a la ciudad lo que le necesita y corresponde bregando generosamente desde nuestros surcos agrarios por una patria más productiva y atractivamente competitiva, menos especulativa, más equitativa, menos insolidaria, más segura personal, social y patrimonialmente, menos confrontativa; resumiendo: más vivible y disfrutable en toda su inmensa y hermosa geografía.

(*) El autor es abogado, especialista en derecho agrario y coopoerativo, además de haber realizado capacitación en gestión de desarrollo, riego, y gran diversidad de temas.

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“El sector cooperativo evidenció crisis diversas que obligaron a la liquidación de muchas empresas cooperativas del campo, a otras languidecer, a otras quebrar, fusionarse o ser absorbidas por diferentes motivos”.

Dr. Roberto Bertossi. Abogado.