Preludio de tango

Roberto Firpo, el talento

de la Guardia Vieja

Manuel Adet

Sin exageraciones sentimentales, podría decirse que fue uno de los grandes próceres del tango. La presencia del piano en la orquesta se la debemos a él. Con el piano llega para el tango la distinción, la jerarquía musical y en definitiva el acceso del tango a las clases medias y altas. También ese nuevo personaje que será el director de orquesta típica, atildado, elegante, con su smoking, cuello palomita y pechera dura.

Uno de los portadores de ese pasaje desde el arrabal al centro y desde la música improvisada a la de calidad, fue Roberto Firpo. Detrás de Firpo, aunque más no sea a un paso, están Osvaldo Fresedo, Eduardo Arolas, Pacho Maglio, Francisco Canaro, Cayetano Puglisi, Pedro Maffia, Leopoldo Thompson, es decir, toda la gran renovación del tango de los años veinte. A esa línea de músicos habría que agregarle, en la década siguiente, los nombres de Mariano Mores, Carlos García y Pedro Polito, entre otros.

La orquesta típica podría decirse que fue una creación de Firpo. Hubo otros, pero a él se le debe atribuir la condición de pionero. Tal vez el instante donde esta formación musical adquiere brillo y señorío es cuando se une con Francisco Canaro y animan los carnavales en el Teatro Colón de Rosario. La consagración musical la adquirió en 1933 cuando actuó en el Teatro Colón de Buenos Aires dirigiendo una orquesta de cien músicos.

Según Enrique Cadícamo, el piano de Firpo fue decisivo a la hora de pensar en el futuro del tango: “Al ejecutar adornaba la melodía de mano derecha con un acompañamiento creado por él de mano izquierda que consistía en traer desde los bajos del teclado una octavada escala cromática que, descendiendo hasta los tiples, imitaba el característico bordoneo de la guitarra” .

El nombre de Firpo se asocia al de los cabarets más distinguidos de su tiempo, empezando por el Armenonville, el popular “Armenón” de avenida Alvear y Tagle, donde se inició en 1913, después de ganar un concurso para dirigir la orquesta típica, ocasión en la que compitió con algunos ases del tango de entonces. Así como algunos historiadores señalan que el nacimiento del tango cantado se inicia el 3 de enero de 1917 en el Teatro Esmeralda, cuando Carlos Gardel interpretó “Mi noche triste”, otros estiman que el acta de nacimiento hay que registrarla esa noche de 1913 en el Armenonville.

Su relación con Carlos Gardel -y en particular con el dúo que entonces integraba con Razzano- también es parte de la historia del tango. Casualmente en 1917 Gardel y Razzano graban con Firpo el tema de su pertenencia, “El Moro”. Después hubo giras y actuaciones conjuntas en el Armenville y otros locales nocturnos donde, según la leyenda, se forjó una gran amistad.

El recorrido artístico de Firpo podría ser un excelente pretexto para hablar de los grandes locales nocturnos del Buenos Aires de entonces. Antes del Armenoville estuvieron Hansen, Laura, la Vasca, el Tambito y el Velódromo, donde se distinguió con el trío conformado por el clarinete de Juan Carlos Bazán y el violín de Francisco Postiglioni. No eran tiempos fáciles para ganarse la vida haciendo música, al punto que Firpo entonces se consideraba bien pago por los tres pesos por noche que le daban además -claro está- del derecho a pasar el platito.

Después del Armenonville, la típica de Firpo se lucirá, en más de un caso acompañado por Tito Roccatagliatta, en El Ambassadeurs de avenida Figueroa Alcorta y luego estará presente en el Royal Pigall, el Palais de Glace, la confitería El Centenario, el café Taka Taka de avenida de Mayo, el bar Iglesias de calle Corrientes, el elegante Maxime y el aristocrático Abdullah Club que funcionaba en el subsuelo de la Galería Güemes.

Con Firpo, el tango deja de ser música de rufianes y compadritos y adquiere estatura ciudadana y, por supuesto, jerarquía musical. Firpo no sólo incorpora el piano a la orquesta, sino que legitima el contrabajo, ese instrumento que los oyentes distraídos creen que no tiene ninguna importancia en una formación orquestal, pero todo músico que se precie sabe que no es lo mismo tocar el bandoneón, el violín o el piano sin contrabajo.

A la hora de escribir la historia del tango, no se puede desconocer que lo que se considera su himno, “La Cumparsita”, nació de su talento de compositor. Las leyendas nunca suelen ser precisas, pero se sabe que el error de Firpo fue no haber firmado el arreglo que hizo a una música que en su versión original nada tenía que ver con el tango. “Me perdí la gloria y una ponchda de pesos”, reflexionaba Firpo unos años más tarde, cuando ya “La Cumparsita “ era una máquina de hacer plata, que cobraban otros.

Lo sucedido ocurrió en Montevideo, en el café La Giralda, donde Firpo actuaba acompañado por Tito Roccatagliatta y Juan D’Ambroggio. Según sus propias declaraciones, la música de “La Cumparsita” fue el producto de un refrito de dos temas juveniles de su pertenencia : “Manuela” y “Cuerda completa”. Los músicos que verificaron estos datos aseguran que sin lugar a dudas “La Cumparsita” pertenece a Firpo.

Firpo compuso numerosos temas y se calcula que al momento de su muerte dejó registrados alrededor de tres mil. De todos modos, su obra cumbre, la partitura musical que más lo identifica es “Alma de bohemio”, un tema compuesto para la obra de teatro del mismo nombre dirigida por Florencio Parravicini. Años después Juan Caruso escribirá la letra de este tango que yo lo descubrí en una versión grabada en 1944 de Francini-Pontier y la voz de Alberto Podestá .

Con Firpo hasta los títulos de los tangos adquieren un tono romántico, en sintonía con las exigencia de un público que, seguramente, no quería saber nada con los títulos anteriores, donde abundaban las palabrotas y la mención a los órganos y actos sexuales. A ese período pertenecen “Didí”, “Montevideo”, “El Amanecer”, “La Marejada” y los valses “Noche de frío”, “Pálido nombre”, “Horizonte azul”, “Toda la vida”, “Ciudad San Fernando” y el excelente “Fuegos Artificiales” compuesto con Arolas.

Roberto Firpo nació en la localidad bonaerense de Las Flores el 10 de mayo de 1884 y murió en la ciudad de Buenos Aires el 14 de junio de 1969. A Buenos Aires llegó siendo un adolescente y de muchacho se ganó la vida en los más diversos oficios. La música la descubrió en la casa, pero se le atribuye al maestro Alfredo Bevilacqua -autor del tango “Independencia”- haberlo iniciado en los secretos del piano. Tan mal no le debe haber ido en sus oficios callejeros, porque le permitieron ahorrar para comprar un piano. Sus biógrafos aseguran que el acceso a la propiedad del piano fue para Firpo como una revelación, una revelación sobre su destino.

 
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