Ligia Piro en los Lunes del Paraninfo

La voz que hace una a la música

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Dupla de hierro: la voz de Piro volando sobre la guitarra de Ricardo Lew, su director musical y compañero de andanzas. Foto: Mauricio Garín.

Ignacio Andrés Amarillo

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Ligia Piro canta jazz. O más bien habría que decir “hace jazz”, si pensamos que tal vez el jazz vocal sea uno de los últimos reductos del género como tal, fagocitado hoy por las fauces de la improvisación jazzística.

Pero en realidad hace mucho más, moviéndose entre géneros y trasladando creaciones del rock a su propio territorio (como hacen los denominados “artistas crossover” con la clásica; piénsese en Katherine Jenkins, por poner un ejemplo a mano).

Así lo demostró desde casi el inicio del show que realizó el lunes en el Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, interpretando a The Beatles con “Can’t buy me love”, o la sutil versión de “Barro tal vez”, de Luis Alberto Spinetta. El punto más alto de apropiación, según ella misma lo especificó, fue “About a Girl”, el clásico de Nirvana, ratificando aquello de que Kurt Cobain fue el John Lennon de los ‘90. “La música es una sola”, reivindicó con una frase remanida, pero es en su garganta y su mente abierta donde el dicho fácil puede tomar algo de carnadura.

Mano a mano

Lo primero que llama la atención al oyente desprevenido (además de la amplia sonrisa de la cantante) es la voz clara, sin impostaciones ni “demagogias vocales”; una voz que fluye casi como en una conversación, pero sin perder la magnífica afinación.

Esa voz está sostenida por un trío, en el que están Guillermo Delgado en contrabajo y Daniel “Pipi” Piazzolla en batería (“en versión sosegada”, diría alguno). Pero la clave del despliegue musical es la guitarra del veterano Ricardo Lew, su director musical y verdadero soporte, encargado de “llevar” las canciones de principio a fin.

Fogueados en numerosos conciertos a dúo, muchos de ellos batallando contra el público, se permitieron un momento de gran intimidad, recreando parte del disco “Trece canciones de amor”, que hicieron sólo con voz y guitarra. Lew, que se luce en los solos cuando la banda está en pleno, se demuestra en ese momento como un “acompañador” nato: al fin y al cabo, viene acompañando cantantes desde mucho antes de que naciera la propia Piro.

Recuerdos

Piro es una peculiar frontwoman: con un discurso tranquilo y un relato algo disperso, se convierte en anfitriona de un momento íntimo, en el que cada canción está precedida por una anécdota, un recuerdo, un aroma de la infancia. Pero eso no significa caer en la melancolía, sino que emoción y humor se combinan sin fisuras.

Así se permitió presentar aniñadamente “O pato” como canción infantil recopilada por Walter Yonsky, antes de hacer una versión bilingüe que juega con esa inocencia de la letra y la música (el tema, originalmente titulado “Las aves no samban”, era parte de una disputa del mal llevado Joao Gilberto con ciertos críticos de su tiempo). De igual modo, contó la historia de la incorporación del tango “Nada” (gran versión a dúo con Lew), imitando a su padre, Osvaldo Piro (y la percepción que tiene su padre de esa caracterización).

También hizo una sentida presentación para “Moon River”, la composición de Johnny Mercer (letra) y Henry Mancini (música) compuesta para “Desayuno con diamantes (“Breakfast at Tiffany’s”), película que miraba con su bisabuela. La misma bisabuela que, por obrera, gustaba de la “Zamba de Juan Panadero”, de Gustavo “Cuchi” Leguizamón y Manuel J. Castilla.

La música latinoamericana también estuvo representada en el programa, en el que se destacó “Sentida canción” de Henry Martínez, ese autor venezolano difundido en estas tierras por Cecilia Todd.

Clásicos

En el final, se dio el gusto de chapurrear “Isn’t she lovely”, sin acordarse la letra (pero con la melodía perfecta), a pedido de una fan; darle su lugar a clásicos del American Songbook como “What a Wonderful World”, legendaria obra popularizada por Louis Armstrong, “Cry me a river” de Arthur Hamilton, o “Summertime”, de George Gershwin; y pasar a una versión “negra” de una veterana canción redneck como lo es “Old MacDonald had a farm”.

Así concluyó el concierto de una artista distinta, en una búsqueda permanente; una brisa cálida para un lunes de otoño.