Cómo fue el escrutinio provisorio

El recuento de votos, desde adentro

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Una de las imágenes repetidas de la jornada comicial.

Foto: Flavio Raina

Desde que cerró la votación, El Litoral siguió el procedimiento en una mesa hasta que se volvió a cerrar la urna. Las dudas y los aciertos. Los contratiempos. Las instrucciones a último momento y las decisiones sobre la marcha.

 

Ivana Fux

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Son las seis de la tarde y ya no hay colas ni votantes. Por las dudas, la directora recorre las aulas y se asegura. Finalmente, las puertas de la Escuela Falucho se cierran. El cansancio en las autoridades de mesa no se disimula, pero todavía falta mucho trabajo. En el patio, empiezan a circular los policías y agentes del correo, que tendrán una larga vigilia.

El aula, hasta hacía minutos cuarto de votación, se transforma: desaparecen los boxes y se disponen los bancos de manera circular en torno de las mesas en las que trabajarán las autoridades. Allí se sientan los fiscales; son más de media docena y la mayoría, jóvenes. La presidenta da por cerrada la votación, y coloca una banda sobre las ranuras de la urna. Mientras, una de las auxiliares ya tiene dibujada y casi lista en el pizarrón la planilla para volcar los votos.

En realidad, la Secretaría Electoral había diseñado y repartido cuadros de papel para -supuestamente- facilitar el recuento. Pero los docentes optaron por el método tradicional, y a la vieja usanza, usaron tiza y pizarrón.

En primer lugar, verifican que la cantidad de talonarios de votos arrancados coincida en todas las categorías. Primer paso superado; hay 245 talones en cada una. Mientras, un auxiliar sella las boletas sobrantes.

Ahora se deben tachar del padrón los electores que no votaron. Se sigue con regla renglón por renglón; se canta el número de elector y todos tachan el nombre. Así se repasa el listado con los 350 electores que debían sufragar en esa mesa. En un par de ocasiones, los totales parciales de las autoridades no coinciden con los de los fiscales, así que se repasa de nuevo. Son las seis y veinte de la tarde y ahora, el resultado coincide para todos: los electores que no votaron son 108.

A la urna

Por fin se abre la urna. Son las seis y media de la tarde. Las autoridades cuentan los “sobres” (los votos sin abrir) por categoría, empezando por la de gobernador. Surgen dudas sobre las planillas a llenar; intercambian opiniones con los fiscales y toman decisiones sobre la marcha. Los sobres contados se apilan de a diez y el total debe coincidir con el de talones cortados.

Cuentan por primera vez y los votos no dan; vuelven a contar. Alguien recuerda que había votado un policía, y que eso modificaba el recuento. Pero aun así no hay coincidencia. Son las siete menos veinte de la tarde y otro fiscal advierte que quizá los votos que faltaban podían estar mezclados con los de otra categoría. ¡Faltó un paso! El instructivo recomendaba primero, revisar las boletas de todos los compartimentos de la urna para reubicar aquellos votos que hubieran sido mal colocados. Pero las autoridades resuelven seguir adelante y ver cómo se subsana la diferencia con el recuento de las otras categorías.

Llega el momento: a las siete menos cuarto de la tarde se abre el primer voto. La autoridad canta número y nombre del candidato votado y muestra la boleta a los presentes: el voto favorece a Miguel Torres del Sel. Cada voto leído es un bastón que una auxiliar dibuja con tiza en el casillero del candidato correspondiente, mientras otro le imprime el sello de Escrutado.

Aparecen los primeros votos anulados; son boletas con tachas a lo largo y a lo ancho, votos sin marca o con más de una cruz. Surgen instrucciones de último momento a pedido de los fiscales, por ejemplo, que se sellen una a una las boletas que sobran y no sólo la primera y la última, como alguien sugirió.

A medida que se escrutan los votos, se los apila por candidato. Siete y veinte de la tarde se lee el último: es a favor de Mario Barletta. Una auxiliar cuenta los bastones del pizarrón y los reemplaza por el número, mientras el otro vuelve a contar los votos de cada pila. Las cantidades coinciden y las autoridades respiran: gana Barletta por 58 votos la interna del Frente; Rafael Bielsa por un voto la del peronismo. Hay trece anulados y seis en blanco. El resultado final se anuncia a las siete y media de la tarde y se confecciona la planilla. Contar la primera categoría llevó prácticamente una hora.

El final

Los fiscales pululan por las aulas para intentar redondear datos pero se topan con otro imprevisto: no todas las mesas empezaron a contar por la misma categoría y eso impide tener resultados totales.

Se empieza a escrutar la categoría de diputados. Abrevian pasos; ya no hacen el recuento de boletas cerradas, sino que directamente cantan el voto. El tamaño y cantidad de propuestas electorales obliga a ampliar la superficie para hacer las “pilas” por lista. Empiezan las caras de preocupación; sacan nueve votos y todos corresponden a una lista diferente “¡¿Dónde las ponemos a todas!?”, se preguntan. Por fin, improvisan una mesa extensa agrupando una decena de bancos. Aparecen varios votos anulados. “Confundieron blanco con no marcar”, reflexiona la presidenta. También hay varios tachados. Estas boletas son naranjas, pero aparecen mezcladas algunas rojo pálido, que correspondían a intendente. La mala diferenciación de los colores había sido una de las quejas de los electores. A las ocho y veinte de la noche terminan el recuento y mejoran el promedio; ahora tardaron unos cuarenta minutos. Los votos anulados son 23, casi el doble de los registrados para gobernador. Las autoridades de la mesa de enfrente siguen a pie puntilla los pasos del instructivo, y recién empiezan a contar gobernador.

Personal policial camina y pregunta si falta mucho. Empleados del correo se asoman por los vidrios de la puerta, y ya hacen rondas de mates en las galerías.

Casi a las ocho y media de la noche, empiezan a contar la tercera categoría: senador. El voto ya no se muestra; la presidenta lo lee y los fiscales anotan. La simplificación agiliza el recuento. Otra vez, muchos votos en blanco y anulados. Treinta minutos después termina el recuento. Son las nueve de la noche y es ésta la primera categoría cuyos votos pueden guardar en la urna porque coinciden votos contados con emitidos. Casi a las nueve y media empiezan a contar la de intendente. Pocos votos anulados y en blanco. Otra vez en media hora, se termina de escrutar. Se sigue con concejales y se mejora el promedio. Pasadas las 22.30 se cierra ese recuento, pero no así el escrutinio porque no se encuentra la diferencia de tres votos entre los emitidos y los escrutados. Se busca, se insiste con el recuento, se revisa. Por fin se halla el error. Pero son ya las once y media de la noche. Y esa hora recién se pudo confeccionar el telegrama.