Al margen de la crónica

Cámara con precio récord

Algunas décadas atrás entre los aficionados a la fotografía había encendidos debates sobre cuáles eran las mejores cámaras fotográficas con lentes reflex del mercado: Canon, Nikon, Pentax, Mamiya eran algunos de los nombres. Pero un grupo más reducido y apartado de los grandes nombres aportaban las marcas Leica de Alemania y Hasselblad de Suecia. Cada uno fue un precursor en el amplísimo mundo de la fotografía. En el caso de Leica con el desarrollo de los negativos con el actual formato de 36 milímetros y le tocaría a unos de los descendientes de la familia Hasselblad el desarrollo de cámaras con fines militares que luego se adaptaron -en tiempos más pacíficos que la Segunda Guerra Mundial- para la astronomía y fotografía aérea de alta definición.

Y aquellas discusiones acaloradas transcurrían por el uso más eficiente de la sensibilidad de las películas del mercado, de las alternativas que abrían las diversas velocidades, potencias de los flashes y uso de la luz natural, entre otros temas. Pero algo quedaba siempre en claro: las mejores lentes podían encontrarse en aquellas viejas cámaras que a partir de la décadas del 20 y del 30 desarrollaron las grandes empresas. Y es que la diferencia que se logra con una buena lente por sobre otra de mediana calidad, es notable y esa diferencia es la que dispara la preferencia de los que más saben.

Un ejemplo de esta afición por aquellas míticas cámaras que cambiaron la percepción del mundo que nos rodeaba se dio ayer en una empresa vienesa dedicada a las subastas de artículos de calidad. En la Galería Westlicht se vendió en un singular remate una cámara muy rara de la marca Leica -de 1923- en la friolera de 1.900.000 dólares, cifra que la erige en la más cara de la historia.

La suma pagada batió por mucho el récord que mantenía hasta ayer una de las primeras cámara fabricadas comercialmente, en 1839, según el modelo daguerrotipo auténtico, que se subastó por un millón de dólares el año pasado, en la misma galería vienesa. Hasta entonces, el precio máximo al que se había vendido hasta ahora una cámara de fotografía era de unos 286.314 dólares.

Según informó la galería, la que se ha convertido hoy en la más valiosa de todos los tiempos “es el número 7 de una pequeña serie, de cerca de 25 piezas, de cámaras de prueba fabricadas por Leitz en 1923”, dos años antes de la introducción de la marca oficial Leica (por Leitz Camera). Según los documentos disponibles, fue enviada a Nueva York para hacer la patente, por lo que resultó ser la primera Leica exportada.

Previa a su subasta, había sido tasada entre 500.000 y 573.000 dólares y, tras una puja de unos veinte minutos con un precio de partida de 286.300 dólares, se la llevó el máximo postor, un coleccionista privado asiático.

Seguramente se trata de uno de los modelos desarrollados por Oscar Barnack y presentados ante Ernst Leitz II en la “primera tirada” de 1923 de cámaras con películas de 36 milímetros. Pocos años después el formato se popularizaría y aparecería el gigante Eastman para garantizar la continuidad de una industria que marcó el siglo XX.