“Boceto para teatro I” en El Taller Casa de Arte

Llenar el vacío con las palabras

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Santiago Eleuteriu y Camilo Céspedes otorgan carnadura a la propuesta beckettiana dirigida por Julio Beltzer. Se puede apreciar hoy, en el mismo espacio, a las 22. Foto: Gentileza producción

Roberto Schneider

Samuel Beckett sacudió los cimientos del teatro de posguerra con una obra dramática que se iba a imponer durante todo el siglo XX y aun en los tiempos actuales. Ante la necesidad de calificarlo, se lo tildó de maestro del absurdo. Sin embargo, a la luz de los estudios de sus obras se puede aseverar que la profunda angustia existencial es la nota clave y una de las constantes en la obra del autor irlandés. Esto sucede en el transitar por la vida a los dos protagonistas de “Boceto para teatro 1”, estrenado por Teatro Taller, uno de los grupos más emblemáticos de la ciudad, en El Taller Casa de Arte, montaje que nos hace recordar que cuando se habla de la dialéctica entre la presencia y la ausencia (y con mayor motivo, si se piensa en el teatro), parece evidente que se hace referencia al personaje.

Es cierto que, desde principios del siglo XX, el personaje ha entrado en una “crisis grave”, como se ha escrito; crisis que se agravó, especialmente en los años cincuenta, con la llegada de la “Nueva Novela” en lo que a narrativa se refiere, y con la imposición del “Nuevo Teatro” en lo que respecta a la escena.

En la relación “presencia/ausencia” del personaje van englobados dos aspectos: la ausencia del Otro -ausencia experimentada por cada personaje- y la ausencia que cada personaje experimenta de una parte de sí mismo están de tal manera identificadas, que la ausencia del Otro es sentida como ausencia de la otra parte integrante de sí mismo. Los dos miembros del par beckettiano discuten mientras están juntos, incluso se atormentan pero, si se separan, no soportan la separación. A veces, se dan casos en los que, cuando el personaje se encuentra solo, llega a “crear” a su lado, a hacer presente, al Otro miembro de la pareja.

En la puesta en escena de esta obra, el director Julio Beltzer maneja con suma destreza esos conceptos y permite con su trabajo dejar en claro que esa mutua dependencia que experimentan los personajes beckettianos se explica fundamentalmente porque cada uno encuentra en el otro aquello de lo que él carece: en otras palabras, con la presencia del otro se suple la ausencia que el personaje experimenta en sí mismo; o lo que es lo mismo, cada personaje está llamado a llenar el vacío que el otro experimenta en sí mismo. Para cada uno resulta tan importante la existencia del otro que cuando el otro no existe, es creado por el primero.

“Soy desgraciado pero no lo suficiente”, sostiene uno de los personajes, y la angustia aumenta. En su puesta en escena, Beltzer patentiza la idea de que el teatro beckettiano ha sido calificado como el teatro de la incomunicación: se ha dicho que si bien los personajes se hablan, no existe comunicación entre ellos. En realidad, lo que pretenden estos personajes, más que comunicarse, es llenar el vacío con la palabra: evitar el silencio. El silencio se presta a pensar y a ellos, como reconocen en “Esperando a Godot”, les horroriza pensar.

Pocos elementos se instalan en la escena: seis cubos, algunas sogas y un teléfono rojo, un viejo teclado de computadora y una olla. También, una armónica que emitirá agradables sonidos navideños. Y dos actores que otorgan cuerpo y voz de manera precisa a sus atormentados personajes. Camilo Céspedes ratifica por qué es uno de los mejores actores de la escena santafesina. Su composición logra conmover a partir de una entrega en la que no duda en mostrar las pústulas de un personaje angustiante. Cuando toca la armónica, la poesía se instala en escena. Está muy bien acompañado por Santiago Eleuteriu, de fuerte presencia escénica y también comprometido con su rol, que juega con sólidos recursos. Cumplen su correcto desempeño los aspectos técnicos de Sergio Coronel.

Con “Boceto...”, Beltzer plasma sobre la escena la idea de que el tema fundamental del teatro de Beckett es la aventura de un hombre obligado a existir por medio del lenguaje. Sólo el lenguaje le confiere categoría de existencia pero, por encima de este lenguaje, como por encima de todo lo que es humano actúa el Tiempo. El tiempo vacía el lenguaje de todo su significado y lo va reduciendo al silencio. Tal vez la verdadera, última importancia y significación del teatro de Beckett, es que ha conducido al teatro burgués a un callejón sin salida en donde ha quedado acorralado, minimizado para siempre.