Artes visuales

“¿Quién soy yo, quién eres tú?”

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Una de las numerosas obras que integran la exposición de Gabriel Villot en el Centro Cultural La Ribera.

Foto: Archivo El Litoral

Domingo Sahda

Desde días atrás, en el Centro Cultural La Ribera, el artista plástico Gabriel Villot expone una colección de sus trabajos, particularmente dibujos de tamaño medio-mayor, exhibición esta que de algún modo puede entenderse como acotada retrospectiva de su producción artística en tanto la totalidad de lo que se ofrece a la vista puede separarse en dos subseries temáticas, ya sea por el tratamiento de las formas inscriptas en el plano cuanto por las referencias de índole temática, de contenido expresivo particularizado. La resolución plástica siempre está articulada como contrapunto entre luces y sombras, con mayores acentos texturados según las situaciones visuales planteadas.

El emergente ideológico en la obra de Villot es una constante y toma dos caminos alternativos en ajuste al desarrollo icónico a la vista. Una “Subserie” se encaja dentro de los parámetros de lo testimonial, entrevisto y realizado desde la sintaxis visual, en tanto que la otra “Subserie” hace hincapié en una interpretación subjetivada de sí misma y de su entorno. De este modo, en el primer grupo, el centro es lo acontecido dentro del entramado social general; el segundo remite a lo estrictamente vincular, personalizado.

En grandes planos y subplanos, Villot reflexiona y denuncia aspectos y situaciones referidas a nuestra trágica historia reciente, de personas desaparecidas botadas al mar, de la condición humana violentada al máximo, de “NN”. Hace de su práctica artística una herramienta que aspira inducir a la reflexión, negando el olvido, determinando que su hacer creador está al servicio de otras causas ajenas al “arte por el arte”. Mas aquello que produjo y aquí se expone está pensado y realizado con las auténticas herramientas del lenguaje visual, sin descender a caricaturas presuntivamente “comprometidas”. No hay en este subgrupo de trabajos lugar para la demagogia visual. El artista no apela a ilustraciones temáticas de conveniencia.

La otra “Subserie”, de este modo tentativamente señalizada desde esta columna, remite a cuestiones interpersonales de factura más directa, sin que ello signifique descender cualitativamente. Es otro camino de exploración y realizaciones sostenidas por diálogos de la línea, las sombras, el entramado de negro sobre blanco, a puro trazo, a pura línea que entreteje tramas, grisados y texturas.

El poder de la mirada

Podríamos hipotetizar diciéndonos que en una instancia el autor mira hacia su entorno social y se autoasume como testigo, apelando a los recursos específicos del lenguaje visual. Los relatos construidos en ajuste a la sintaxis visual organizan y subrayan escenas sin solución de continuidad. El tránsito constante, el devenir del relato, difieren las estructuras plásticas.

En el otro apartado cada quien que aparece es un/unos sujetos individualizados, caracterizados al estilo “Grand-Gignol”, protegidos, encapsulados en bolsas túnicas indiferenciadas que flotan al infinito o se entrelazan sin solución de continuidad, encadenan hacia un punto “destino” que se pierde fuera del recorte acotado del plano. La individuación se da en los rostros embargados en un destino común. Inopinadamente asoma la idea del tiempo prefigurado y referente, no ya a lo acontecido sino sobre hipótesis y ambigüedades de interpretación elusiva. Realidad acontecida y realidad imaginada en una muestra que demanda puntos de apoyo diversos. Los enlaza la particularidad creativa del autor, quien se permite la exploración, la búsqueda expresiva alternativa, sin autocensura.

Destrezas evidentes

La exposición “¿Quién soy yo, quién eres tú?” indaga en torno a realidades e irrealidades, viajando sin solución de continuidad de un espacio expresivo al otro. De este modo, el dibujo como praxis emergente de la inteligencia sensible del sujeto que crea deviene Lenguaje, herramienta vinculante que ausculta e interpela desde su quietud. Villot conoce y aplica estos conceptos apoyándose en sus evidentes destrezas. Su discurso icónico no balbucea, tampoco es cacofónico. Existe, como no, la tentación constante de encadenarse a virtudes adquiridas que pueden inducirlo a la reiteración gratuita de sus construcciones simbólicas. Camina pues por sobre una delgada línea, esa que tienta una y otra vez a quien conoce los vericuetos del oficio del dibujar, y sin saberlo o sin quererlo cae en la reiteración.

En esta colección de dibujos que puede apreciarse, a veces con dificultades por las características edilicias del lugar favorable a unas manifestaciones culturales y otras veces menos, aparecen imágenes de bulto, sean siluetas planas vinculadas entre sí como una totalidad de expresión, o corporizaciones de íconos antes dibujados que no agregan ni quitan nada a la propuesta visual de Gabriel Villot.

Del autor-expositor dependerá, cargando con su bagaje ya adquirido, remontarse paulatinamente o estancarse, autogratificándose.

En el tarjetón de la muestra Villot nos dice: “... el Arte es un juego sin fin, en el que no importa ganar, lo que importa es jugar...”. Claro que esto se validará en tanto el jugar no sea repetición mecánica sino puerta abierta a nuevos desafíos de riesgo constante. El tiempo dirá.