Tribuna política

El secreto tan Amado

Sergio Serrichio

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“Bueno, nosotros ponemos la plata para esto”. Así me respondió Amado Boudou, por entonces director de la Administración Nacional de Seguridad Social (Anses, la agencia que maneja los fondos jubilatorios), cuando en abril de 2009 le pregunté qué hacía en el montaje del rotor de la primera turbina de la central nuclear Atucha II, un acto en el que el ministro de Planificación, Julio de Vido, y el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, se disputaban el primer plano (De Vido, porque fue quien convenció a los Kirchner de la apuesta nuclear en materia energética, y Scioli, porque Atucha II está situada en la localidad bonaerense de Lima).

Había tratado por primera vez al luego ministro de Economía y ahora compañero de fórmula presidencial de Cristina Fernández de Kirchner en enero de aquel año, en ocasión de los anuncios de planes de estímulo al consumo (primer cero kilómetro, bicicletas, electrodomésticos, etc). Todo con la plata que Boudou manejaba en la Anses, unos cien mil millones de pesos que el Estado se había agenciado en noviembre de 2008, al reestatizar los fondos jubilatorios, antes manejados por las odiosas AFJPs.

Aquella había sido la jugada maestra de Boudou, la idea con la que se ganó la aprobación reticente de Néstor Kirchner y la más abierta de la presidenta, a la que había llegado por vía del entonces jefe de Gabinete, Sergio Massa, su ex jefe en la Anses, el mismo que lo había promovido desde su cargo en el área financiera.

Ya ministro, y con la ayuda de un funcionario casi ignoto al que también conoció en la Anses Sergio Chodos, actual director del Banco Central- a fines de 2009 Boudou pergeñó el uso de las reservas del BCRA para pagar vencimientos del Tesoro, movida que desató una minicrisis veraniega y culminó en la destitución de Martín Redrado.

En suma, las dos intervenciones más efectivas de Boudou en el gobierno kirchnerista fueron para manotear recursos. Otras ideas suyas, como la segunda re-estructuración de deuda con los acreedores privados y la negociación con el Club de París, también apuntan a ensanchar la “Caja”, para reabrir la todavía cerrada puerta del endeudamiento.

Esa condición de osado proveedor de efectivo le ganó a Boudou su lugar en la fórmula presidencial. Lo que la presidenta premió no fue la lealtad a secas, sino la lealtad a la Caja, sumada a una obediencia perruna. Aquella vez, en Atucha, también le pregunté a Boudou si sería candidato a diputado en las elecciones legislativas que se avecinaban. Su respuesta fue sincera: no lo sabía, no era algo que decidía él. Ni siquiera sabía si, de ser candidato, lo sería por la provincia de Buenos Aires (es oriundo de Mar del Plata) o por la Capital Federal (hace años vive en Puerto Madero). Luego, los Kirchner decidieron otra cosa.

Hace apenas un mes, Boudou se enteró, de boca de la presidenta, que tampoco sería candidato a jefe de gobierno porteño (por lo que estaba en campaña) y que la fórmula en ese distrito refractario al kirchnerismo la compartirían sus hasta entonces rivales: el ex ministro de Educación, Daniel Filmus, y el actual de Trabajo, Carlos Tomada.

Su premio llegó el sábado, cuando se enteró, al mismo tiempo que el resto del país, que sería el candidato a vicepresidente en la fórmula kirchnerista (¿o cristinista?).

Así, al cabo de un decenio en el que el relato oficial se esmeró en destacar la primacía de la política, dos economistas integran las fórmulas que, hoy por hoy, tienen mayor intención de voto: Boudou con la presidenta y, secundando a Ricardo Alfonsín, Javier González Fraga, ex presidente del Banco Central, luego próspero empresario lácteo y profesional de amplia consulta, al punto que el gobierno de Néstor Kirchner llegó a elegirlo en 2006 para trabajar junto a Nacha Guevara en el Fondo Nacional de las Artes (la iniciativa se cayó cuando Nacha se enteró que era un cargo no rentado; tres años después, tampoco asumió como diputada pese a que había asegurado en la campaña que como legisladora trabajaría por “los derechos de la mujer”).

El listado de economistas-candidato no se agota allí: el duhaldismo postula a Eduardo Amadeo como diputado nacional por Buenos Aires y a Redrado en Capital Federal, donde competirá con Roberto Feletti, actual vice de Boudou, que encabezará la lista de diputados K. No se sabe si al ponerlo allí, la presidenta premió a Feletti o lo marginó de la carrera por la conducción de Economía, que dejará vacante Boudou (Feletti fue quien dijo que el bis de Cristina sería la oportunidad para “radicalizar el populismo”). Y por el Frente Progresista irá por otro turno legislativo el economista de la CTA, Claudio Lozano, quien resignó la candidatura a jefe de Gobierno porteño a su ex aliado, Pino Solanas.

A diferencia de los políticos, los economistas no tienen la virtud de la paciencia. Les disgusta mucho andar por el desierto, pero suelen terminar allí.

Hoy parece mentira, pero a principios de 2001, Domingo Cavallo aparecía junto a Carlos Ruckauf, por entonces gobernador de Buenos Aires- como una de las figuras de mayor proyección política del país. En 2003, Ricardo López Murphy fue el tercer candidato presidencial más votado, por delante de Elisa Carrió y Adolfo Rodríguez Saá, pero hacia 2007 su capital político se había esfumado. Ese año el tercer candidato más votado fue Roberto Lavagna, que incluso ganó en la provincia de Córdoba. Pero Lavagna rifó su fortuna en febrero de 2008, cuando acordó con Néstor Kirchner “participar” en el PJ y se prestó a una operación política y mediática, fotografía incluida, en la residencia de Olivos.

Al contrario de todos ellos, Boudou ha llegado más lejos de lo que insinuaba. Es cierto, Atucha II parece hoy una mala apuesta. Las propias autoridades atómicas han debido reconocer que no mucho después de que la inauguren -en septiembre, en plena campaña electoral- deberán pararla para reacondicionarla, pues nace técnicamente obsoleta.

Pero eso no es problema de Boudou. El sólo puso la plata y estará donde quiera la jefa.