Llegan cartas

¿Qué significa “reprimir”?

Orlando Agustín Gauna

DNI: 6.255.319.

Señores directores: Allá por fines de la década del ‘60, siendo un joven oficial de la Policía santafesina, fui destinado como sumariante a la comisaría del Barrio Santa Rosa de Lima de la Ciudad de Santa Fe. Entonces, ese era un barrio demasiado violento. En un periodo de 50 días contabilicé 5 homicidios. Durante dos años en ese destino, comprendí que la fuerza es potestad del Estado y que ante tanta violencia se debía actuar con el mayor rigor. (Estábamos bajo un gobierno de facto).

Durante los gobiernos democráticos de Héctor Cámpora, Juan D. Perón y Estela Martínez, con más experiencia y autoridad, fui destinado nuevamente por otros dos años, a ese barrio. Un “fiolo” asesinó a un subalterno, el agente Rubén Orlando Zalazar. No cabían dudas, era necesario ejercer mis funciones con todo el rigor. Mis subordinados, en distintos procedimientos, dieron muerte a tres delincuentes en las calles del Barrio. Jueces de la democracia aplicaron los justificativos legales, sobreseyendo y absolviendo a los policías actuantes.

En 1979, y por un año y medio fui destinado nuevamente a ese Barrio, pero esta vez como Jefe de la Comisaría. En pocas horas, se corrió la voz: ¡Volvió Gauna! Los archivos hablan por sí solos. En ese período no hubo ningún homicidio ni herido grave en el barrio y el índice de delitos se redujo sustancialmente.

Entonces, como hoy, muchos agentes policiales fueron procesados y en algunos casos, condenados por apremios ilegales. Yo nunca fui procesado por ese delito. Sólo ejercía la autoridad con todo el rigor, bajo la atenta vigilancia de jueces de idoneidad, incapaces de subordinar su autoridad judicial al poder político.

Hoy, los autodenominados defensores de los derechos humanos y jueces, unidos a la clase política, han permitido que el uso de la fuerza haya dejado de ser potestad del Estado. Por eso se suceden tantos homicidios y otros hechos de violencia inusitada. Una horda de violentos ingresa al Hospital J.M. Cullen y agrede al personal médico. Otros, dentro de un estadio de fútbol y fuera de él, son “barrabravas”, con su particular violencia, en muchos casos al servicio de candidatos políticos. Grupos políticos y/o sindicales realizan violentas protestas, y en el frenesí de su protesta, saquean y dañan.

¿Cómo se detiene el accionar de una horda de violentos? Reprimiendo con todo el rigor. (Reprimir: contener, refrenar, templar o moderar).

¿O acaso, los políticos y los que se dicen defensores de los derechos humanos tienen otra forma de hacerlo aquí y ahora? Para el futuro, es imprescindible que se establezcan políticas que acaben con la exclusión social.