Camboya

Monopatines contra la droga

Monopatines y rampas de madera se han convertido en una divertida excusa para atraer a niños de la calle o que viven en ambientes difíciles.

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Una experiencia que ha resultado exitosa para que los chicos tengan otra opción y se alejen de la calle. Foto: Agencia EFE

Laura Villadiego

EFE

Los primeros cincuenta chicos han empezado a recibir clases en una pequeña instalación de una escuela gestionada por la organización francesa “Pour un sourire d’enfant” donde pupitres y pizarras han dejado paso a los patines. La velocidad de las ruedas y los saltos acrobáticos enganchan a niños y adolescentes, a la vez que estos reciben nociones básicas de salud y de prevención de enfermedades, especialmente el VIH.

“Los patines son sólo un pretexto para poder hacer con ellos los programas educativos más fácilmente, porque así lo ven como un juego y no dudan tanto al acercarse a nosotros”, asegura el francés Benjamin Pécquin, uno de los impulsores de la actividad.

El programa, que ha contado con la financiación de la organización de origen afgano “Skateistán”, pretende además convertirse en una distracción para que los más jóvenes no estén tentados de acercarse a las drogas.

Las historias

Sophan Dareth había visto los saltos increíbles en monopatín en la televisión y llevaba mucho tiempo queriendo subirse encima de una tabla.

Los escasos recursos económicos de su familia no le permitían, sin embargo, comprarse un ingenio que aún hoy es una rareza en las calles de Phnom Penh, la capital de Camboya.

“Cuando me dijeron que iban a dar las clases aquí, enseguida me apunté porque siempre me gustó”, asegura este habilidoso joven que en tan sólo cuatro días ya se desliza con soltura y hace sus primeros saltos.

Dareth quiere ahora convertirse en profesor para ayudar a otros niños y jóvenes camboyanos a pensar simplemente en divertirse.

“A mí me permite relajarme; cuando estoy sobre el monopatín no pienso en las cosas malas. A otros también les puede ayudar”, asegura el joven de 15 años.

Sin embargo, Chea Sophany, a sus 17 años, no había pensado nunca en patinar.

En su ciudad natal, Udong, a 40 kilómetros al norte de Phnom Penh, muchas de las calles ni siquiera están asfaltadas y, al igual que su familia, la mayoría de los habitantes viven del campo.

“Cuando lo vi me pareció divertido y quise probar. Me caigo mucho, pero me sigue gustando”, afirma el joven mientras inspecciona una pequeña herida que se ha hecho en un traspiés.

Para Sophany, el principal beneficio del monopatín es la “adicción” que crea.

“Cuando estoy patinando, no necesito nada más. Cualquiera va a estar interesado en hacerlo, porque además te hace sentirte mejor”, continúa.

Ahora, la filial camboyana de Skateistán pretende salir a las calles de la capital para acercarse a los niños que viven en las situaciones más vulnerables.

“Ya hemos puesto en marcha un equipo móvil con todo el equipamiento que de momento ha trabajado con 15 niños”, asegura Pécquin.