Editorial

Los “Indignados” y la democracia

Se estima que alrededor de 200.000 personas se movilizaron en Israel en protesta por la carestía de la vida y, en particular, el precio de los bienes inmobiliarios. Los “indignados” de Israel realizaron marchas y concentraciones en las principales ciudades del país. Los manifestantes cuentan con el apoyo de la poderosa central sindical, la Histadrut, que a través de su máximo dirigente, Ofer Eini, elevó a las autoridades políticas de Israel un pliego de reivindicaciones que en la mayoría de los casos son coincidentes con las de los manifestantes.

La crisis está abierta y hasta el momento ha precipitado la renuncia del Director de Finanzas y la intervención del primer ministro Benjamín Netanyahu, quien se ha comprometido a convocar una reunión de ministros destinada a evaluar los reclamos. La movilización en Israel llama la atención a los observadores más habituados a registrar las tensiones ocasionadas por la guerra con Hamas en la Franja de Gaza, que a atender la conflictividad social interna.

Según los dirigentes juveniles, lo que se exige es que el gobierno destine a la educación y la vivienda una suma de alrededor de 60.000 millones de shekels, algo así como 12.000 millones de euros. Los “indignados” afirman que el costo de vida es cada vez más alto, la posibilidad de acceder a una casa propia es cada vez más remota y los estudios universitarios son muy caros, por lo que muchos jóvenes no los pueden pagar o lo hacen por un tiempo y luego debe desertar porque los inconvenientes económicos son cada vez mayores. Las exigencias de los “indignados” representa en términos monetarios duplicar el presupuesto en educación y salud, un reclamo que el primer ministro ha dicho que es imposible de lograr, aunque se ha comprometido a estudiar salidas alternativas.

Lo sucedido demuestra que en Israel los problemas sociales y económicos existen, más allá de que se trata de una de las economías más fuertes del planeta. Lo que merece destacarse en todo caso es que estas movilizaciones pueden realizarse con absoluta libertad porque el sistema democrático vigente garantiza los derechos humanos básicos de los manifestantes. Esto quiere decir que la “indignación” sólo es posible en sociedades democráticas.

Lo que sucede en Israel en ese sentido no es diferente a lo que sucede en España, Italia o Grecia. El dato merece mencionarse porque, sin ir más lejos, cuando en Israel los “indignados” ocupan pacíficamente el centro y las plazas de las principales ciudades, en Siria la respuesta de las autoridades es la represión brutal, con un saldo de muertos que ya supera las dos mil personas.

De todo esto se desprende que más allá de las críticas que puedan hacerse a los sistemas democráticos, una vez más la realidad se encarga de demostrar que las diferencias entre dictadura y democracia siguen siendo evidentes y que actores sociales como los “indignados” sólo son posibles en los estados de derecho, porque en las dictaduras el único rol que les compete es el de mártires.