Editorial

Debe y haber de una ciudad con nuevas demandas

La ciudad de Santa Fe muestra, en los últimos años, una notable transformación. La evidente modificación de su silueta urbana, a partir de la construcción de edificios de altura, y la consolidación como un polo cultural de innegable desarrollo son apenas dos de los tópicos en los que se destaca la capital santafesina, donde confluye -como en cada localidad de la provincia- el resultado de gestiones de diferente jurisdicción.

Así como cada administración imprime su propio sello, la gestión municipal que culminará en pocos meses dejará una fuerte impronta en varios temas que involucran a distintos sectores de la geografía capitalina. El desarrollo de actividades recreativas y deportivas en los barrios constituyó una apuesta importante para beneficio de los sectores más postergados. La puesta en valor de la estación Belgrano, que prácticamente oficia como una de las puertas de entrada a la ciudad, significó recuperar un símbolo pero también revitalizar un área que -luego de años de vandalismo e inactividad- mostraba abandono y deterioro. La obtención del edificio del ex molino Marconetti sumó un nuevo espacio para actividades que convocan a vecinos de todas las edades.

La profundización de políticas de control y la descentralización administrativa merecen -aún con el debate que involucra el primero de estos conceptos- apuntarse como logros. En tanto, el sostenido trabajo en pos de instalar materias fundamentales como la gestión de riesgo, la separación domiciliaria de residuos y el impacto que esta acción tiene en el cuidado del medio ambiente, son importantes y procuran avanzar hacia un desarrollo sustentable.

Como contracara, y más allá de las coincidencias y discrepancias lógicas de una sociedad, hay que señalar aspectos susceptibles de mejoramiento o que reclaman abordajes impostergables. En este plano, uno de los problemas que surge con mayor insistencia es el estado de las calles de la ciudad. Días atrás El Litoral graficó el deplorable estado de varias arterias ubicadas en el norte urbanizado, motivo de enojo y demanda de los vecinos de esa zona. Pero ese problema puntual se reproduce y generaliza en toda la ciudad, lo que somete a los ciudadanos a un padecimiento cotidiano.

Por cierto que un análisis integral de la cuestión no puede obviar el hecho de que la reparación y reconstitución de calles es un rubro costoso, y que la actual administración ha expresado en reiteradas oportunidades sus quejas por el retaceo de fondos nacionales, pero el problema es real y preocupante, máxime cuando el constante incremento del parque automotor aumenta su impacto.

En suma, corresponde decir que las innovaciones producidas han tenido entidad suficiente como para cambiarle la cara a la ciudad. Pero también ha llegado el momento de dar respuesta a reclamos concretos cuyo asidero está a la vista.