Crónica política

La farsa continúa

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CITA: “La ley debe ser como la muerte; no exceptúa a nadie” Montesquieu

Por Rogelio Alaniz

Sobre la farsa kirchnerista se puede escribir un voluminoso ensayo. Es cuestión de leer los diarios o de prestar atención a lo que sucede alrededor. Todos los días hay temas. La actividad que despliegan merece ser calificada de frenética. El pasado se confunde con el presente y el futuro siempre se insinúa como crónica política o crónica policial. No creo que este gobierno sea nacional y, mucho menos, popular. No creo que gobierne a favor de los pobres o de las clases medias porque si a algún sector protege -además de su familia y sus compadres- es al de los poderosos propietarios: los de antes y los de ahora. Capitalismo de amigos, que le dicen. Una sola y exclusiva certeza me asegura este gobierno. No es aburrido. La farsa por definición es divertida. En ese punto los Kirchner se diferencian de De la Rúa, una diferencia que de todos modos no es absoluta, ya que una voraz jauría de funcionarios de la Alianza hoy retozan alegremente en las ubérrimas y generosas praderas del kirchnerismo.

La crónica de la semana es tan abundante y rica en acontecimientos que nos impide distraernos con temas de un pasado lejano. En la provincia de Jujuy hay cuatro muertos, centenares de heridos y varios presos. El territorio parece tierra de nadie y la única persona que parece estar en condiciones de poner orden es la señora Milagros Sala. La única.

Por mucho menos que esto el señor Sobisch en Neuquén hoy es un cadáver político, pero en Jujuy nadie se está preparando para asistir a otro velorio que no sea el de las pobres gentes, víctimas de las balas o de los guascazos policiales del gobierno nacional y popular. También por mucho menos, Duhalde debió anticipar las elecciones en 2002. ¿Alguna explicación? Probablemente una: no es lo mismo la muerte de un maestro o de jóvenes rebeldes que viven en la ciudad de Buenos Aires, que la muerte de esos personajes a quienes la pobreza, la miseria y las privaciones condenan al eterno anonimato

Lo curioso es que en Jujuy todo esto ocurre bajo el paraguas protector de un gobierno kirchnerista. Se trata del señor Walter Barrionuevo cuyo antecedente político más inmediato fue el de haber sido ministro de la dictadura militar. ¡Delicias de la militancia nacional y popular! No concluyen allí las novedades. El principal operador político del gobierno es kirchnerista y el futuro candidato a gobernador adhiere a esta causa con tanto entusiasmo como lo hace el intendente de la localidad en la que se produjeron los garrotazos y las muertes.

Como para completar el escenario, no dejan de ser sugestivas las declaraciones del señor Pedro Blaquier, el propietario del ingenio y titular de alrededor de 150.000 hectáreas de campo, quien no ha vacilado en declarar que el gobierno de los Kirchner es el que más ha hecho a favor de la burguesía nacional. Desde los tiempos de Gelbard no se escuchaba una declaración tan sincera, tan conmovida y, por supuesto, tan desinteresada.

En estos días la señora Graciela Ocaña recordó que la presidente le sugirió -con su delicadeza y discreción habitual- que sea prudente con Juan José Zanola, el dirigente gremial bancario, porque “siempre nos acompañó y nos ayudó”. Por supuesto, Aníbal Fernández desmintió las afirmaciones de Ocaña con la elegancia que lo distingue. ¿A quién creerle? ¿A Graciela Ocaña o a Aníbal Fernández? Yo, no tengo dudas.

Horacio González por su parte, declaró que las críticas a Hebe de Bonafini y Eugenio Zaffaroni son un ataque al núcleo ético del kirchnerismo. No sé que entiende González por ética, pero sospecho que a juzgar por los paradigmas que reivindica tampoco en este punto nos vamos a poner de acuerdo con el director de la Biblioteca Nacional.

Bonafini y Zaffaroni. “¡Linda pareja pa’l truco!” hubiera dicho el amigo de mi abuelo. Linda pareja hoy, que se saludan se reparten premios y se defienden. Linda pareja hoy, porque en un ayer que ahora nos parece muy lejano la Asociación Madres de Plaza de Mayo publicó una lista de los jueces colaboradores de la dictadura y responsables del genocidio. En esa lista de 467 jueces figura el señor Zaffaroni. Eran otros tiempos, claro está. Eran tiempos de militancia y exigencias; eran tiempos en que las Madres podían ir los jueves a la Plaza de Mayo con la frente alta y no como lo hacen ahora, protegidas por matones, porque los obreros a quienes explotan y hambrean les reclaman que les paguen los sueldos.

En homenaje a la memoria, hay que decir que en su momento el senador Rodolfo Terragno se opuso a la designación de este caballero, no porque defendiera el garantismo o porque desde la recuperación de la democracia se presentara iluminado por la lámpara del progresismo, sino porque su foja de servicios no estaba a la altura de un juez de la democracia.

¿Hechos? Zaffaroni se inició en la Justicia en tiempos de Onganía y juró desempeñar su cargo de juez en San Luis en nombre de las actas de la Revolución Argentina. Cuando en 1972 el general Lanusse promovió por decreto una reforma constitucional, Zaffaroni volvió a jurar lealtad. No concluyeron allí su actos de patriotismo. En marzo de 1976 el general Jorge Rafael Videla lo designó Juez Nacional en lo Criminal de Sentencia. Unos meses después escribió un libro sobre derecho penal militar que se publicó luego de ser aprobado por dos auditores militares: Laureano Álvarez Estrada, Subsecretario de Justicia de Videla, y Ramón León Francisco Morel. En el libro, el señor Zaffaroni habla del “derecho militar penal de excepción”, “excepcional necesidad de dar muerte al delincuente” y otras bellezas jurídicas y democráticas por el estilo.

Según Rodolfo Terragno, Zaffaroni no sólo fue un juez que juró por las actas de la dictadura, sino que no se registran antecedentes de que en el desempeño de esa actividad haya realizado alguna gestión en favor de presos y detenidos. Su actitud con respecto a los Habeas corpus fue “absolutamente pasiva”. O sea que, el hombre ni siquiera puede argumentar que “desde adentro” intentó defender los derechos humanos. Por el contrario, fue absolutamente funcional a los objetivos de la dictadura y, tal vez por eso, se ganó un lugar en las listas que en su momento presentaron las Madres.

Interpelado por ese pasado, al señor Zaffaroni no se le ocurrió nada mejor que decir que “esto nos tocó hacer a los que vivíamos en aquella época y pertenecíamos a esa generación”. ¿Qué tal? Hoy nos venimos a enterar gracias a la intervención de Zaffaroni que la generación de los sesenta y los setenta no luchó, no fue reprimida, asesinada, encarcelada y obligada a marchar al exilio, sino que se dedicaban -como él- a ocupar cargos de jueces o de funcionarios de la dictadura de turno.

Zaffaroni,¿es o se hace?. En los tiempos en que él era juez de Videla, fueron secuestrados y asesinados más de cien abogados. ¿Es o se hace? Aunque tan importante como preguntarle a este señor sobre sus declaraciones, sería interrogar a quienes hoy lo defienden acerca de si es justo sostener a alguien cuyo mérito exclusivo desde el punto de vista político es haberse comportado como un venerable comodín de todos los gobiernos.

Y mientras tanto, González habla del núcleo ético del kirchnerismo. La misma pregunta para González: ¿Es o se hace?. Todo es posible. Sobre todo cuando se afirma que Kirchner y Cristina han sido adalides de los derechos humanos. Sin ir más lejos, el otro día alguien me dijo que yo no tenia autoridad moral para criticar a los Kirchner. No sé si tengo o no autoridad, lo que sé es que cuando yo estaba preso ellos se estaban haciendo millonarios desalojando inquilinos con una ley de la dictadura. También sé que cuando yo militaba por los derechos humanos en Santa Fe, ellos en su provincia prohibían que se rindiera homenaje a las víctimas de la dictadura. Y cuando yo criticaba al menemismo en los noventa ellos lo recibían en sus casas con bombos y platillos.

Algunas consideraciones para concluir: nunca le creí a Menem. Pero los valores o las conductas que Menem exhibía no me interesaban o me provocaban rechazo. Con los Kirchner es distinto. Juegan, manipulan memorias e historias y pretenden presentarse como lo que no son. Menem, a su manera, era transparente. Los Kirchner son viscosos. Uno se vestía con las ropas del tahúr; estos se presentan con venerables togas. Menem era un atorrante; estos son unos farsantes. Menem unió a los argentinos en su contra; estos los han dividido. No se quién hizo más daño, pero lo seguro es que en ambos casos el daño está hecho.