Editorial

La hora de Cristina

Los números son inapelables. Cristina ganó en todo el país por cifras categóricas. Atrás quedaron las teorías sobre un clima social en proceso de cambio, y los nervios previos que generaba la “gran encuesta nacional”. A tal punto que el mismo Amado Boudou llegó a decir que hablar de “encuesta” era banalizar una compulsa que no se debía proyectar a la elección de octubre próximo. Es que por esas horas todavía existían ciertos temores de no llegar al 40 por ciento de los votos.

Las interpretaciones sobre lo ocurrido son muchas. Unas tienen que ver con una oposición débil que, por añadidura, sólo mostró peleas de cartel entre los aspirantes a las candidaturas. Tanto es así que en la víspera, luego de emitir su voto y durante el horario de veda, Alberto Rodríguez Saá siguió cuestionando con dureza a Eduardo Duhalde, hasta hace poco su compañero de espacio político alternativo dentro del peronismo. Pero más allá de esta anécdota ilustrativa, lo cierto es que todo el arco opositor sufrió desgranamientos y peleas que terminaron por erosionar aún más propuestas que nunca llegaron a calar en la ciudadanía.

Del otro lado, el del poder, la siembra de años dio una buena cosecha. Contribuyó un tiempo histórico favorable a los productos argentinos, a commodities que revirtieron a su favor el célebre deterioro de los téminos del intercambio que caracterizó a la economía del siglo XX. Hoy, la progresiva incorporación de la población de Asia Central, China y el sudeste asiático a los mercados de producción y consumo, así como el abaratamiento de los productos industriales a partir de la continua evolución de las tecnologías aplicadas, ha modificado el escenario del comercio mundial. Y lo que ahora sube por el ascensor son los precios de los alimentos, motorizados por una demanda creciente e imparable de millones de personas que cada año amplían su dieta porque crece el contenido de sus bolsillos.

Esta nueva situación ha impulsado en los últimos años las exportaciones argentinas y, consecuentemente, el crecimiento de su PBI, realidad que le ha permitido al gobierno disponer de extraordinarias masas de dinero para llevar adelante una política de subsidios cuestionable por sus criterios pero efectiva en el plano social. A ello habría que agregar una política clave, la de la asignación universal por hijo que cambió la situación de los sectores con mayores carencias de la sociedad. Otro tanto logró la extensión jubilatoria a una enorme cantidad de personas que no tenían cobertura previsional de ningún tipo. Y no se puede pasar por alto el hecho de que el sector laboral -del trabajo registrado- ha vuelto a participar del 50 por ciento del ingreso nacional. Si se suman todos estos aspectos y se los contrasta con el derrumbe de los países referenciales del Occidente moderno se puede entender mejor lo ocurrido ayer en las urnas.